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Alcoholismo


Enviado por   •  8 de Mayo de 2013  •  2.817 Palabras (12 Páginas)  •  227 Visitas

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Alcoholismo

Cuántas veces hemos oído la frase siguiente: «Ojalá esto lo hubiera sabido unos años antes...» Así sintetizan muchos alcohólicos su pensamiento al iniciar la rehabilitación.

. . El alcohólico es un ser muy complejo. Por así decirlo, su pensamiento no tiene nada que ver con el de una persona normal. No quiero decir con ello que sea mejor ni peor, pero sí que es fundamental, para poder comprenderle, aceptar que es distinto.

. . Un alcohólico, antes de empezar a depender de la bebida, antes de necesitarla, y un alcohólico rehabilitado, es decir, que no bebe, es prácticamente un hombre normal. Su pensamiento es similar en sus reacciones y conclusiones al de cualquiera de nosotros, y por ello se puede establecer un diálogo constructivo y normal con él. Pero, en cambio, pretender que un hombre bebido o sumergido en la neblina de su alcoholismo sea capaz de esta actitud normal, es ignorar la realidad que se tiene enfrente.

. . Si en alguna ocasión, sin llegar a la embriaguez, han ingerido ustedes una dosis suficiente de alcohol, habrán notado que algo en su interior ha cambiado. Este cambio es fruto de la acción del alcohol sobre el sistema nervioso, sobre la personalidad. El alcohólico está sometido a esta presión extraña a él de una manera continuada. Ya no es él mismo. Su conducta y sus reacciones no son las deseadas y previsibles. La manera de tratarle no puede ser, por tanto, «normal».

. . Intentemos ver a grandes rasgos qué pasa en el interior del enfermo, elaboremos un retrato robot del alcohólico tipo: cuando el individuo pierde su dominio sobre la bebida, cuando la necesita, no por ello deja de percibir que está bebiendo en exceso. Se da cuenta de que a la mañana siguiente tiene malestar y desánimo; entonces hace un sinfín de buenos propósitos y desea sinceramente rectificar, pero como tome uno o dos vasos para colmar la ansiedad de la resaca, de nuevo pierde el dominio sobre sí mismo y con ello todas las buenas intenciones se evaporan y se olvidan. Este ciclo se repite indefinidamente. Es imposible que su personalidad pueda resistir la evidencia repetida de su propia incapacidad, de su falta de voluntad. Por ello, para sentirse menos incómodo frente a sí mismo, sin darse cuenta empieza a justificarse sistemáticamente. Ya no atribuye las molestias de la mañana a la bebida -su culpa-, sino a cualquier otra cosa. En este sentido, le es más fácil vivir en paz consigo mismo, proyectando en los demás la responsabilidad de lo que ocurre. Y, evidentemente, el trabajo y la familia, por ser los dos elementos con los que convive más íntimamente, serán los primeros blancos hacia los que dirigirá los dardos de su crítica autojustificativa. Esta necesidad complaciente para consigo mismo le convierte en un simulador y, por tanto, la objetividad y el buen juicio se alejarán de su raciocinio habitual. Llegado a esta fase, es más fácil permanecer en la niebla del alcohol que soportar las resonancias de la propia conciencia. A la larga deja de ejercitar su voluntad y ésta, por el desuso, se atrofia. Hay otro aspecto muy característico de estos enfermos: la irritabilidad. La desazón interna hace que el alcohólico, inadaptado y en continua contradicción, necesite culpar a los demás de lo que realmente va mal en él mismo y por él mismo. Cualquier llamada a su conciencia le replantea algo de lo que él ya se ha habituado a prescindir. Incapaz y a de un juicio claro y una respuesta adecuada, se sale por la tangente de la manera más sencilla, es decir, culpando a los demás. Su ánimo es también inconsistente y pasa con suma facilidad de una alegría tosca, ruidosa y sin ingenio a una lacrimosidad sentimentaloide. Creemos que este esquema es suficiente para entender cómo progresivamente el enfermo va alejándose de su personalidad normal, cómo va declinando moralmente, cómo va perdiendo la voluntad. En el momento en que se siente hundido y ya sin fuerza para enderezarse, aparta de su mente toda idea de posible curación y se deja arrastrar por la corriente con una actitud de indiferente autodestrucción.

. . Ni que decir tiene que todo este proceso no se establece en unas semanas: requiere años de evolución.

SITUACIÓN DE LA ESPOSA FRENTE AL ALCOHÓLICO

. . Encabezamos así este apartado por ser la esposa, en líneas generales, la que se enfrenta con el enfermo; pero estos consejos generales pueden se válidos también para los padres, hermanos y amigos.

. . Si aceptamos que el alcoholismo es una enfermedad, como tal hay que tratarla. Dicho de otra forma: carece de utilidad la buena voluntad que no esté adecuadamente encauzada. En el transcurso de los años, muchas enfermedades que fueron «vergonzosas» han dejado de serlo: enfermedades venéreas, lepra, tuberculosis, enfermedades mentales, se ocultan sistemáticamente. Cuando la evolución de la medicina empezó a facilitar su curación, este carácter vergonzoso y, por tanto, oculto comenzó a desaparecer. Actualmente, el alcohólico es considerado como un golfo, un perdido y un vicioso. Médicamente esto es inadmisible, y prueba de ello es que, tratados adecuadamente, muchos alcohólicos dejan de serlo.

. . Así, pues, consideramos necesario para ayudar a un paciente alcohólico admitir esta premisa.

. . En segundo lugar, el deseo de ayuda ha de ser profundamente sincero y va a exigir muchos esfuerzos sobreañadidos al derroche de paciencia y buena voluntad que ya se ha hecho.

. . En tercer lugar, es preciso un cambio en la actitud observada hasta entonces sin resultados.

. . Cuando en una familia hay un enfermo alcohólico, su enfermedad se extiende imperceptiblemente a todos sus miembros. Aunque de una manera diferente, la esposa, hijos, etc., también están enfermos. No se puede vivir en continuo desasosiego e inquietud, con la inseguridad económica, con el temor del regreso a casa del marido ebrio, y al mismo tiempo conservar toda la serenidad y claridad de juicio. Y como una persona enferma del sistema nervioso, desequilibrada, difícilmente puede ayudar a otro enfermo, lo primero que debe pretenderse es una reconsideración de la propia circunstancia que facilite un equilibrio armónico de los miembros de la familia del alcohólico. Ya sé lo que muchos de ustedes pensarán: que es muy fácil dar consejos, pero muy difícil convivir con un alcohólico. Lo sé. Pero también sé que los consejos que siguen están fundamentados en una dilatada experiencia, y es esto lo que brindo. A veces no han sabido ustedes cómo actuar; queriendo ayudar, no han visto claramente cómo podrían hacerlo. Hubieran deseado poder comentar con alguien su caso, recibir una orientación. Contestar a estas dudas es el fin primordial de este

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