Autismo
zulaineInforme14 de Octubre de 2013
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Diagnosticar el autismo
Las señales que nos alertan sobre un posible autismo aparecen muy pronto en la vida del niño:
• Ausencia de sonrisa
• Ausencia del balbuceo.
• Detención en la entrada en el lenguaje verbal y no verbal.
• Tendencia al aislamiento.
• Evitación de la mirada y del contacto con los otros.
• Protección del ruido y de la palabra de los demás.
• Ausencia de demandas.
• Repetición de sílabas o palabras-frase aisladas y fuera de contexto.
• Repetición de fragmentos escuchados en algún lugar.
• Ausencia de juego simbólico.
• Aparición de la angustia en situaciones aparentemente normales y/o ante la presencia de los demás.
• Dificultad en aceptar los cambios y el no.
• Manipulación estereotipada de los objetos y fijación exclusiva a algunos en concreto.
• Estereotipias y rituales obsesivos.
• Poca expresión del dolor.
• Alteración del tono muscular.
• Agresión a sí mismo o a otros.
La aparición de uno o de varios de estos rasgos no es determinante para concluir con un diagnóstico de Autismo o Síndrome de Asperger.
El diagnóstico debe ser hecho por un profesional del ámbito clínico para que puedan considerarse, además de la presencia de muchos de estos rasgos, otros elementos que dan cuenta en profundidad de la problemática amplia del autismo.
El mundo exterior es para el niño autista profundamente amenazante, sin que sea esto algo que tenga que coincidir necesariamente con la realidad. Como dice el psicoanalista Eric Laurent, el niño autista vive en un caparazón que, de entrada, le protege de la angustia. La cuestión es cómo ayudarle a salir de este caparazón sin que ello conlleve una profunda desestabilización y un malestar aún peor.
El psicoanálisis diagnostica no únicamente teniendo en cuenta las conductas del niño sino además y, sobre todo, considerando sus intentos y dificultad para situarse en el mundo, es decir con respecto a lo que le rodea y a los otros.
¿Quién diagnostica?
El diagnóstico se realiza hoy -tanto por psicoanalistas como por profesionales orientados por el psicoanálisis- en diversos lugares de la red asistencial, pública y privada: centros ambulatorios de diagnóstico y atención precoz, centros de día, centros especiales específicos, equipos de asesoramiento pedagógico, consultas privas, etc.
¿Cómo se diagnostica?
Es fundamental que el diagnóstico sea realizado por profesionales del área clínica que tengan un conocimiento y una experiencia importantes sobre el autismo y que no quede ceñido a unas baterías de test sobre el desarrollo o bien a exámenes psicopedagógicos.
La perspectiva del psicoanálisis lacaniano contempla de entrada una concepción estructural del psiquismo humano y es en base a ella que se realiza el diagnóstico. Para poder realizar un diagnóstico estructural son necesarias una serie de entrevistas en las que la formación del psicoanalista permite valorar la posición del niño o del adulto en relación al lenguaje, la comunicación y el vínculo social, así como su relación con los objetos, su entorno y su cuerpo.
Para el neuropsiquiatra y psicoanalista austríaco Martin Egge, hay que tomar en serio el malestar del niño y el porqué de sus defensas. No consideramos que sus conductas deban ser de entrada rectificadas o modificadas sin antes tener en cuenta la lógica que las causa. Así, se les podrá ofrecer recursos alternativos para salir de las conductas repetitivas que les aíslan de los otros o les sumen en una angustia difícil de soportar, o se podrán encontrar los medios (palabras u objetos) que puedan mediar entre el niño y su compulsión a la agresión hacia los demás o hacia sí mismo.
Diagnóstico precoz
Al nacer, cada niño es objeto de los cuidados maternos o de aquellos que están con él. Será necesario un largo recorrido para pasar de ser objeto de los cuidados y atenciones de los demás a alcanzar el estatuto de un sujeto de pleno derecho. De ahí que sean tan importantes los primeros meses de vida y la acogida que le dispensan aquéllos que lo cuidan. Podemos decir que, durante los primeros años, el niño está en permanente proceso de construcción y por tanto pueden producirse obstáculos o tropiezos que marquen toda su vida.
En ocasiones, esos tropiezos se derivan de una enfermedad importante del niño, de un acontecimiento familiar mayor, o de otras tantas circunstancias que repercuten seriamente en su proceso psíquico, llevándole a interpretar el mundo que le rodea como un agente hostil y limitándose a atender a lo que siente como más próximo: su cuerpo. Pero, en la mayor parte de los casos, no es posible encontrar aquéllo que produjo este repliegue del niño sobre sí mismo. Sólo se observan, entonces, los efectos en la relación del niño con el adulto y con el mundo que le rodea.
Esta su característica principal: el aislamiento del niño en la relación con el adulto. Reconocerlo y diagnosticarlo permitirá, de entrada, situar en qué momento está el niño, cuál es su estilo propio de aislarse del otro y protegerse de un mundo que interpreta como hostil, cómo es lo que ha empezado a producir como sus intereses más preciados y qué tratamiento es el más adecuado para amortiguar los síntomas de su autismo y ayudarle lo más posible a salir de él.
Ausencia del balbuceo
La entrada del niño en el lenguaje y el modo de utilizarlo a partir de entonces es un elemento de suma importancia a la hora de diagnosticar el autismo. A menudo, no surge el balbuceo en los primeros meses.
Detención en la entrada en el lenguaje verbal y no verbal
El lenguaje surge a partir de la transformación del balbuceo y los sonidos con los que el niño se divierte, escuchándose a sí mismo y escuchando a los otros. En el autismo, este proceso acostumbra a quedar detenido e incluso a retroceder cuando han aparecido algunas palabras. Al contrario, también podemos asistir al desarrollo precoz del lenguaje en muchos de los casos que se han denominado Síndromes de Asperger.
Evitación del contacto con los otros
Aislarse de los demás, jugar sólo sin necesidad de hacer participar a nadie más, un exceso de autonomía que le hace no pedir, o la tendencia a bastarse de sí mismo, son las formas que aparentemente adquiere la desconfianza profunda en la que puede estar instalada una persona con autismo.
Evitación de la mirada
Una mirada ausente y fija que no se dirige a nadie ni responde a ningún intercambio, o la evitación de la mirada de los demás hacia él, son signos que en la primera infancia permiten reconocer la precocidad con la que se presentan los síntomas del autismo.
Protección del ruido y de la palabra de los demás
Taparse los oídos, rechazar que el otro hable, asustarse en exceso del ruido de un avión, de una ambulancia, de petardos o incluso del ruido de algunos juguetes, son manifestaciones que dan cuenta de cómo el niño se defiende del mundo exterior, un mundo que vive como excesivo para él.
Aparición de la angustia en situaciones aparentemente normales y/o ante la presencia de los demás
El niño con síntomas de autismo permanece encerrado en sí mismo, como si se tratase de defenderse de la amenaza que suponen los demás para él. Esta es la manera como interpreta su entorno aunque esto no coincida necesariamente con la realidad. Una interpretación así se produce, sobre todo, cuando al niño se le pide algo. Por más simple que sea aquello que se le pide, su vivencia de esa demanda acostumbra a ser insoportable y su respuesta es la agitación, la perplejidad o la angustia.
Alteración del tono muscular
Las alteraciones del tono muscular se expresan en la hipersensibilidad a la estimulación de cualquiera de los cinco sentidos, la rigidez motora, la hipotonía muscular, la poca actividad física en los primeros meses de vida e incluso en la hiperactividad posterior al inicio del caminar.
Manipulación estereotipada de los objetos y fijación exclusiva a algunos en concreto
El niño con autismo encuentra en los objetos un modo de tratar su malestar. Vemos en ocasiones cómo un objeto particular puede ocupar un lugar privilegiado en su vida. De estos objetos preferidos, la persona con autismo hace un uso repetitivo, introduciéndolos en circuitos que muchas veces le tranquilizan o que, en otras ocasiones, llegan a angustiarlo por la imposibilidad de salir de esa repetición. Algunos objetos pueden llegar a funcionar para la persona autista como un complemento que le da seguridad y le permite afrontar situaciones de cambio, incertidumbre o angustia. Es de suma importancia no considerar el uso de estos objetos como algo patológico sino como aquéllo que le puede facilitar acercarse a otros objetos.
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