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Brave New World


Enviado por   •  4 de Marzo de 2013  •  2.719 Palabras (11 Páginas)  •  427 Visitas

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Ni aunque viniera otro Big Bang intentando reproducir lo que la providencia unió en único e irrepetible conjunto, nunca surgiría de nuevo esa divina fórmula, la misma que dio como fruto a unos músicos que se unieron en perfecta armonía y sincronía, brindándonos, no sólo una música grandiosa y única, sino también un entusiasmo, una complicidad, una energía y una personalidad propias por las que se les ha hecho querer y admirar de una forma distinta a cualquier otra banda. Únicos y perpetuos, no puedo estar hablando de otro grupo que no sea Iron Maiden.

Después de pasar por la peor época de su carrera, prologada por un magistral aunque incomprendido The X Factor pero continuada por un insulso Virtual XI (insulso tanto en música como en título y portada), la banda empezó a plantearse su situación hasta que un último hecho como los problemas de garganta de Blaze Bayley remató su propia crisis, dejando de contar con el que era entonces voz del conjunto. Aquello fue después de darse cuenta Harris que el nombre de Iron Maiden no relucía tanto en los carteles como antaño y sus lugares de descarga ya no eran los apropiados para una legendaria banda como ellos. Era momento de cambiar o morir.

En 1999 las portadas de las revistas especializadas trajeron un sueño hecho realidad, el retorno de Bruce Dickinson al seno de la banda, pero el carismático cantante no vendría sólo, junto a él retornaba también Adrian Smith, y en un sano ejercicio de justicia y solidaridad, lo que muchas bandas hubieran hecho no lo hicieron los camaradas británicos, pues el miembro más ‘reciente’ de la banda, Janick Gers, continuaría en ésta pese al regreso del inolvidable Adrian. ¿Qué quería decir esto?, pues que de la noche a la mañana, Iron Maiden pasaron de la ruina a la absoluta gloria, alzándose cual ave Fénix con su cantante más aclamado de nuevo al frente y… con 3 guitarras, que por si ya mostraron ser magnos maestros en doblar bellas melodías, esta vez sería insoportable la espera a oírlos triplicarlas, expandiendo aún más el sinfonismo del que hicieron ilustre gala en su fructífera historia. Sólo había que esperar al año siguiente para ver el resultado, materializado en un magnífico álbum donde para completar tal resurrección volvió a asomar la mano su clásico ilustrador Derek Riggs para la portada. La banda prendió la llama de su nuevo siglo con Brave New World, un diamante decaédrico de épica y emoción que restableció a sus creadores a su altitud de antaño…

Un afilado riff de vieja escuela entra en solitario de la mano de Adrian Smith, para luego unírsele la banda al completo en una especie de The Prisoner cuando rompía en su primer minuto de vida en los albores de los ’80, pero con un halo más moderno, aunque no menos contundente. The Wicker Man aparece como primer tema y single del disco, descargando coraje y fiereza en su verso y sentimiento en su estribillo, un buen tema que aunque no es ni el mejor ni el más identificativo de todo lo que nos espera después, logra ser un digno primer trallazo de tradición para abrir boca. Su hímnico final, donde la cuarta vocal de marras dibuja una melodía concebida para las masas, es el que definitivamente dice en esta primera presentación que Iron Maiden habían vuelto, y en todo su esplendor.

Dulces y mágicas gotean las primeras notas de Ghost Of The Navigator, en una melodía sublime y etérea que precede a la creciente tempestad de las guitarras y el bajo, remolcados por el amenazante avance de la batería de McBrain, hasta romper en un denso y pesado oleaje de riff sobre el que le tocará navegar a Bruce, contando éste la historia de un navegante y sus aterradoras vivencias en la hostil alta mar, repleta de espectros y sirenas. Lo que más me sorprendió de este tema en mi primera escucha, a parte de esa majestuosa melodía que sirve después de segundo estribillo, fue la cristalina y sentida voz con la que entra Dickinson, en la que noté que volvió éste con un espíritu renovado, portando su mejor voz jamás conocida hasta entonces, mejor que aquella que lo encumbró, descubriendo que este regreso traía más poder ulterior del que al principio se creyó… Mejores imposible.

Tras la corpulenta línea instrumental del verso, la banda se deja caer en un cálido y elegante puente, donde nuestro barítono del Metal contonea su torrente en tintes arabescos de gran belleza y exotismo, hasta emerger un señorial primer estribillo donde Dickinson marca autoritario su firme texto, estallando todo luego en un segundo estribillo que crea un exquisito contraste, cambiando todo aquel suspense y oscuridad iniciales por un pasional impulso de luminosidad y apoteosis donde vuelve a ser protagonista la melodía que abría el corte, pero esta vez acompañada de su intérprete, Bruce, que le va haciendo su “traducción simultánea” con un texto que junto a la melodía en sí pone los vellos de punta, te eleva y transporta a la hermosa y bravía visión de aquel navegante en tan poderoso paisaje marítimo, haciendo que aquella trillada escena de DiCaprio en la proa del Titanic gritando como un niñato “¡Soy el rey del mundo!” se quede en mera anécdota escolar, ya que aquí la música transmite más que la mejor imagen, y éstos sí que son reyes, pero no de este mundo, pues con este segundo corte de Brave New World, Maiden volvían a construir otro gran clásico, que perfectamente podía codearse con su, hasta entonces para mí, última gran pieza por entonces, llamada Fear Of The Dark. Se podría debatir sobre ello, pero ni bajando Dios del Cielo me podría Éste convencer de lo contrario, de que estamos ante otra obra faraónica de la Diosa Doncella de Hierro. ”Toma mi corazón y hazlo libre, llévalo adelante junto a las olas…”.

Tras el mágico y emotivo influjo del fantasma del navegante, el tema título, Brave New World, amanece sutil, meloso, con una melodía acústica que pronto es poblada por la línea vocal de Bruce, hasta juntos crecer en intensidad con ese ”… bring this savage back home” que entre dientes gruñe Dickinson, escalando su voz por el abrupto crescendo de los instrumentos, rompiendo luego en misma estructura pero con el cambio de acústico a eléctrico y su sólida base rítmica correspondiente, fórmula atractiva pero de la que quizá han abusado demasiado en los últimos años. Eso se lo perdonamos, porque cada vez que lo hacen es para un buen tema, y éste no es una excepción, enérgico a la vez que elegante y con un estribillo simple pero que entra de lleno e indeleble en las almas de los headbangers. En este tema es donde por primera vez se distingue nítidamente el trío de guitarras en acción, en esa maidenesca melodía que brota después de los solos de rigor. Cumplieron su cometido, y con un resultado excelente.

Nuestros juglares

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