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CRISIS Y FUTURO DE LOS PARTIDOS POLITICOS


Enviado por   •  17 de Mayo de 2013  •  1.745 Palabras (7 Páginas)  •  432 Visitas

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La importancia que hoy en día tienen los partidos políticos en las sociedades democráticas nos hace reflexionar sobre su futuro. Tomando en cuenta la importancia que tienen en éste tipo de régimen, hace que la respuesta no sea fácil. Es por eso que éste tema ha sido ampliamente discutido por estudiosos de este campo. Las opiniones son diversas, algunos creen que la crisis en la que se encuentran ayudará para su reformulación y otros, más radicales, consideran que su desaparición es eminente. Una vez confrontadas las opiniones de varios autores, en la conclusión de éste ensayo se aporta una postura personal respecto del tema.

Los profundos cambios sociales, económicos, tecnológicos y políticos que se viven en las postrimerías del siglo XX han transformado a los partidos políticos. Los partidos de masas ideologizados se han vuelto partidos de corte más pragmático, en búsqueda permanente -casi todos ellos- del llamado centro político. Los modelos racionales de política han provocado en muchas sociedades un menor interés por los temas políticos, y quienes se interesan por la participación lo hacen sobre temas concretos e identificables. M no existir ya las grandes ideologías que buscaban explicarlo todo, la política y los partidos han perdido capacidad de atracción, y ello hace a algunos pensar que los partidos pudiesen ser desplazados por los movimientos sociales.

En países democráticos con sociedades homogéneas, la respuesta tiene que ver con el desarrollo de la democracia y la profundización en ella. Los partidos tienen que cambiar de estrategia de acuerdo con las pautas que presenta la nueva sociedad tecnológica e informática; su apuesta está en fomentar alianzas con los movimientos sociales, ser capaces de avanzar en las propuestas de estas organizaciones y mejorar sus mecanismos de democracia interna. En especial, el cuidado debe residir en la renovación constante de sus élites dirigentes y en mantener frente a la sociedad una gran transparencia en sus líneas políticas y en el uso de sus recursos.

Para que no pierda legitimidad el proceso democrático, los dirigentes de los partidos están obligados, tanto frente a sus afiliados como a sus votantes, a informar sobre el origen y destino de los recursos. Igualmente, hay que explicar al público que sin dinero no puede haber partidos, elecciones ni campañas para llegar al poder, y que es responsabilidad de los ciudadanos contribuir en este rubro al proceso democrático.

En los procesos de transición, los partidos son principalísimos actores conscientes de la labor que realizan. En esos momentos, su finalidad primordial es el establecimiento de procedimientos democráticos imparciales, pues más que competir por el poder están construyendo las bases del nuevo Estado. En cierta forma, dejan de ser singularidades en búsqueda de un beneficio político directo e inmediato para transformarse en formadores y consolidadores del Estado democrático de derecho. Por tal motivo, en la transición su tarea es única y fundamental, muy diferente a la que se desarrolla dentro de las condiciones ordinarias de la competencia política en una democracia.

Como muchas otras cosas, la prospectiva política no tiene una historia feliz en México ni en América Latina. Del mismo modo, los ejercicios de futurología de la vida social, y sus parientes más conocidos, las profecías y los pronósticos, han resultado casi siempre en un conjunto de fatalidades, paradojas y desvaríos que alimentan la certeza de que por lo general el futuro es un territorio ingobernable, habitado por una bestia apocalíptica a la que hay que domar de algún modo. Las clases políticas de las sociedades latinoamericanas transcurrieron en los últimos 20 años en un contexto de crisis y recuperaciones efímeras, ciclos largos o cortos de inestabilidad política, e intensificación de la desigualdad económica y la fragmentación social. En esas circunstancias, la producción de hipótesis de futuros es una tarea compleja, donde el juego de los escenarios probables, deseables y posibles resulta una labor sujeta a múltiples contingencias y restricciones teóricas, metodológicas y aun epistemológicas. Ello no obstante, la labor de prognosis y prospección se erige continuamente como un desafío fascinante ya no para construir mejores escenarios futuros para la región, sino fundamentalmente para tratar de evadir o eludir los «peores escenarios de futuro», según se señala recientemente en un texto relacionado con el tema prospectivo.

A esta dificultad conceptual y técnica de los estudios del futuro también hay que añadir la sensación de que el tiempo histórico parece acelerarse dramáticamente en el contexto de la globalización y la emergencia de nuevos fenómenos en los distintos campos de la vida económica, política y sociocultural. Pero esa percepción de compresión del tiempo convive con la prórroga de las viejas herencias de bárbara desigualdad y pobreza extendida que priman en el campo social y económico de nuestras sociedades, en iguales o peores niveles a los que hace ya dos décadas produjeron por lo menos otras tantas generaciones de políticas de ajuste y reestructuración económica y varios procesos de democratización política –cuyos resultados son, hasta ahora, decepcionantes, muy débiles e inestables. Los esfuerzos entonces por vislumbrar algún tipo de futuro están ceñidos sin piedad ni remedio a la dictadura de la coyuntura y a la maldición del cortoplacismo de la clase política y las elites económicas latinoamericanas. Argentina, Colombia, Ecuador, Perú o Venezuela representan los ejemplos dramáticos

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