Clases Sociales
8043014 de Junio de 2015
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JUSTIFICACIÓN
Las desigualdades pueden estimular la competencia de los individuos. En aras de mejorar su status personal o familiar, incrementan la productividad (producción/individuo) y será beneficioso. Para ellos por los incentivos que obtienen, y para la sociedad por lo que aportan al crecimiento económico.
Son los individuos emprendedores e innovadores, con iniciativa, los que, desarrollando su talento, buscando el provecho propio, generan riqueza, movilizando los recursos disponibles (técnicos, económicos, humanos, etc…) y, en consecuencia, empleo y oportunidades para otros.
Estas razones presuponen la igualdad de oportunidades. En general, las situaciones de desventaja suelen atribuirse a los méritos no conseguidos o al esfuerzo no realizadoCRÍTICA
La desigualdad es inaceptable por razones éticas y socioeconómicas, porque desalienta a los productores directos, y porque fomenta la rivalidad, en detrimento de la cooperación y coordinación. Es injusta e ineficiente.
El origen del valor es el trabajo colectivo, y la estructura de desigualdad se hace a costa, en mayor parte de los trabajadores y pequeños empresarios, impidiendo un desarrollo económico mayor. Todo ello en favor de una minoría que detenta poder y concentra recursos –riqueza-, en gran medida porque se aprovecha de sus privilegios, influencia o propiedades, extrayendo los frutos del trabajo de otros –vía relaciones mercantiles o salariales-.
La desigualdad de acceso a los recursos conlleva que ciertos grupos sociales padezcan exclusión social y pobreza.
La desigualdad suele traducirse en la existencia de tensiones e inestabilidad. Suele sustentarse en la afirmación y aceptación parcial de argumentos que son ideológicos y discutibles. La dominación ideológica, apoyada a veces por la coercitiva, es injustificable.
En las sociedades preindustriales se extendió la idea en virtud de la cual las desigualdades y la estratificación social se basa en razones naturales, o es producto del reflejo de cierta concepción “cosmológica” (el mundo es y ha sido siempre así). Aristóteles así explicaba la inferioridad de esclavos y mujeres.
Lo social, por tanto, estaría en correspondencia con lo natural. Esto descartaría el tratamiento sociológico: si las desigualdades son naturales no es necesario seguir investigándolas.
Otra razón esgrimida es la fundamentación de la desigualdad en base a la acción de alguna divinidad. La explicación de la desigualdad social y la movilidad social a partir de “verdades religiosas universales”, o de tradiciones supuestamente inmutables, impide también el examen sociológico.
Así sucedería con el sistema de castas hindú, por ejemplo, que explica el rango social en base a la supuesta pureza religiosa.
Habría cuatro castas (“lo no mezclado”) dentro de un sistema vertical ilustrado de forma anatómica: brahmanes (boca), chatrias (brazos), vaisias (muslos), zudras (pies).
Según el hinduísmo, el kharma, producto de las acciones en una vida anterior, lo recibimos al nacer y justifica nuestra posición en la sociedad. Cumplir el dharma (“existir conforme a lo que es moral”) en la vida presente permite renacer (reencarnarse) en una casta superior en una vida próxima.
Con esto se instituyen reglas (matrimonio, comensalidad, división del trabajo, jerarquía de poder) que estratifican la sociedad, evitando que las castas tengan contacto entre sí.
Otro mito religioso es el bíblico de los hermanos Caín y Abel. El pecado de Caín justificaría la condena a trabajar de los hijos de éste para los descendientes de los “honrados hermanos de su progenitor”. Este mito fue empleado para defender la servidumbre (en la Edad Media) o el esclavismo por parte de pastores norteamericanos
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