Constitucion De 1857
OMARMEDINAJAC28 de Agosto de 2013
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El primer problema al que de modo inevitable se enfrenta una colonia que
logra separarse de la metrópoli es el de existir, el de ser, el de darse una vida
y una personalidad propias. Esto exige muchas cosas, digamos organizar su
economía para que sirva los intereses de la nueva nación y no ya los de la
antigua metrópoli imperial. Pero, antes que nada, requiere idear la forma
como la nueva nación designará a sus autoridades, tarea esta que antes
corría por cuenta de esa misma metrópoli. Y no puede idearse otra forma de
hacerlo que mediante una ley superior o suprema, es decir, que esté sobre
todas las demás leyes. Por eso se llama “constitución”, porque organiza o
constituye un país políticamente.
Tal fue, por supuesto, el motivo por el cual desde el momento mismo de
iniciarse el movimiento emancipador de España, los caudillos de nuestra
Independencia comenzaron a hablar de la forma como México, un país ya
independiente, podía y debía designar a sus gobernantes. Esto supone definir
la forma de gobierno, o sea la republicana o la monárquica; el peso relativo
que debe tener la autoridad central con respecto a las autoridades locales; si
unas y otras han de ser designadas por la autoridad inmediata superior, o si,
por el contrario, todas han de ser elegidas y por quién; los requisitos que
debe llenar el aspirante a los puestos de mando para asegurar la elección de
los mejor dotados, etcétera.
El problema de constituir ya un país es sumamente complicado y difícil, y más
para uno que, como México, no había tenido el hábito y la experiencia,
digamos, de designar a sus gobernantes. En efecto, durante los tres siglos del
Virreinato, el monarca español nombraba a todas las autoridades de la Nueva
España, y rara vez recaían esos nombramientos en mexicanos, o sea en gente
que por generaciones y generaciones habían nacido y vivido en el territorio
de lo que después sería México. Entonces, no puede ni debe extrañar que la
historia constitucional de México haya sido larga y penosa. Desde luego,
porque durante largos años no se logró un consenso general sobre la forma
mejor de constituir al país, ya que las ideas más opuestas se defendían con
una pasión tan acalorada que las hacían irreconciliables, tanto así que fue
más la regla que la excepción que esos antagonismos se llevaran al terreno de
las armas como el medio más expedito de imponer las ideas propias.
Pues bien, en esa larga y agitada historia, la Constitución de 1857 marca un
punto culminante. Primero, porque representa el edificio constitucional más elaborado y ambicioso que hasta entonces había intentado levantar México.
Segundo, porque consiguió reunir los pareceres de los liberales “puros” y de
los “moderados”, si bien no el de los conservadores. Tercero, porque fue el
fruto de debates interminables hechos a plena luz del día. En fin, porque en su
factura intervinieron los hombres más ilustrados, mas inteligentes y patriotas
con que el país contaba entonces.
Así, no puede abrigarse duda alguna de que la reunión del Congreso
Constituyente de 1856 fue un importante acontecimiento histórico nacional;
tampoco cabe dudar de que la Constitución de 1857 es una marca señalada
de la historia patria. Pero después la obra de ese Congreso fue objeto de muy
severas críticas, además de haber fracasado, ya que la forma democrática,
popular y representativa que imaginó como adecuada para el país, naufragó
en el régimen personal y autoritario de Porfirio Díaz.
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