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Contra Occidente: Salir Del Sistema Occidental

sebastianjlorenz1 de Septiembre de 2014

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Occidente como decadencia

La ideología occidental ha nacido de la laicización de los arquetipos religiosos cristianos. Esta secularización se ha desarrollado por estratos sucesivos: el puritanismo del siglo XVII, el liberalismo y el hedonismo anglosajones, la doctrina del contrato social, las ideologías ilustradas, las doctrinas socialistas y marxistas, herederas del hegelianismo, y finalmente, el marxismo revisado de la Escuela de Frankfurt, del que procede todo el reformismo radical de la "segunda izquierda", que constituye la última estratificación de la ideología occidental.

CARLOS PINEDO

Tres son los postulados fundadores de la tríada occidental: el individuo, transposición del individualismo religioso extra-mundano; la felicidad, concepto heredado de la empresa cristiana de la salvación individual. Esta última ha perdido su carácter espiritual y soteriológico y se ha convertido en una gratificación material y moral de naturaleza económica. Finalmente, para alcanzar esta felicidad, la ideología occidental utiliza la Razón, tercer concepto clave. Para el cristianismo el mundo era racional (la voluntad divina lo orientaba hacia un fin determinado ya de antemano). Las ideologías occidentales han aplicado este racionalismo a la historia humana. Le corresponde al 'Estado gestionar racionalmente la sociedad, gracias a "leyes" (materialismo dialéctico, libre-cambio), para realizar la felicidad económica. El postulado final de esta ideología es realizar la felicidad socioeconómica del individuo mediante una organización (técnica) y una normalización racional de la sociedad. Las sociedades occidentales actuales convergen en el mismo modelo social: una sociedad] de consumo armoniosa, bajo el management de un Estado providencialista.

El sistema ideológico occidental ha conocido tres periodos máximos: la primera fase fue la de la "teodicea", en la que los mitemas religiosos no inspiraron. De modo directo la moral social. A partir del siglo XVII comienza la segunda fase, que construye la ideología social y política, según estratos aparentemente opuestos, pero coherentes en su progresión intelectual. A partir del siglo XX, entrarnos en la tercera edad de la ideología occidental, en su "sociogénesis", que implica que esta ideología se interioriza corno concepción del mundo y unifica su discurso intelectual en un nuevo corpus humanitario-igualitario (versión americana de la filosofía de los derechos humanos, cuya función es legitimar la civilización tecnoeconómica actual).

En la medida en la que la ideología occidental es la secularización del cristianismo, podemos comparar la lógica normativa de Occidente y la de la antigua Cristiandad. La pertenencia a la Cristiandad se consideraba corno el resultado normal al que debía abocar todo grupo cultural o religioso, cuya especificidad debía dejarse de lado en favor de la unicidad de la verdadera religión, al igual que sucede hoy con la "verdadera" civilización, la occidental. La normalización cultural es realizada por la normalización económica, a través de la ideología del progreso (transposición de la escatología cristiana) y el mito del desarrollo. Esta normalización del hecho humano deriva de la antropología cristiana, que postulaba un hombre genérico más allá de las diferencias observables. Actualmente, esta figura no es de orden metafísico, sino que ha tomado la forma del abstracto "consumidor occidental".

Todo el proyecto del capitalismo liberal y del socialismo marxista es la construcción de una civilización planetaria, basada en la economía racional, igualitaria y pacífica. Esta "cristiandad laica" intenta instaurar en lo social, gracias a la racionalidad, el reinado de la armonía no-conflictiva, que las grandes religiones reservaban al más allá como contrapunto de la vida (conflictos, política, estados).

La innovación doctrinal y política del igualitarismo fue dinámica mientras se basó en los preceptos religiosos como resorte mítico. Hoy, el cristianismo, convertido en conciencia laica, es incapaz de regenerar los valores. La regeneración de las ideologías del siglo XXI y de los ideales sociales e históricos no se hará, según la ND, más que a través de una reactivación de nuevos valores religiosos. Dos grandes religiones parecen enfrentarse: un discurso bíblico renovado (neo-monoteísmo, hipermoral y universalista) y un nuevo paganismo fáustico.

Las fuerzas que gobiernan realmente las sociedades occidentales escapan a la clase política. son endógenas, es decir, son el resultado de pensiones multiformes del sistema técnico y económico actual y de los medios de comunicación de masas. La política institucional ya no es el centro de las grandes decisiones nacionales. Las ideologías de los partidos políticos no sirven para pensar políticamente, pues son ideas electorales, comerciales y publicitarias. Tanto la izquierda como la derecha odian, en el fondo la política (poder, lucha, proyecto histórico), pues todo esto es producto de un psiquismo fáustico y de una mitología aventurera, incompatible con el proyecto occidental de unificación de la tierra y de la humanidad (fin de la política). La política supone la organización diferencialista del mundo y la exaltación de las voluntades nacionales. El humanismo y el progresismo son filosofías apolíticas.

Las últimas transformaciones que han afectado a las sociedades occidentales, ni siquiera han sido inventadas por los políticos. Estos, han incluido "a posteriori" en sus programas, ideas que habían impuesto los grupos de presión culturales o las estructuras económicas. También han perdido el monopolio de la ocupación del Estado, que les ha sido arrebatado por la tecnoestructura, los mecanismos transnacionales y las neo-feudalidades sindicales y económicas. Paralelamente, la clase política se ha convertido en rehén de los medios de comunicación. Entre ambos hay un juego complejo de mutuos servicios. Los políticos tienen necesidad de los "mass-media" para escenificar su papel, y éstos últimos tienen necesidad de los políticos para disponer de un espectáculo que puedan vender a la opinión pública. Los "media" fabrican a su vez una población-simulacro, que satisface las expectativas de los políticos. La clase política, cada vez más se imbrica en el star-system y en la esfera social de vedettes, confirmados como espectáculo por los "media". Estos últimos, a manera de filtros entre la población y la clase política, organizan los espectáculos de la primera y son los "empresarios" de la segunda.

“En la medida en la que la ideología occidental es la secularización del cristianismo, podemos comparar la lógica normativa de Occidente y la de la antigua Cristiandad”

Otro hecho característico de la sociedad occidental es el fin de la legitimidad política del Estado. La legitimidad del Estado deja de ser política y se convierte en a-legal, económica y téc-nica, puesto que garantiza el consumo y un cierto bienestar económico y técnico. Todo ello significa que la política está a punto de cambiar de lugar en la sociedad occidental. Los centros de toma 'de decisiones y los focos de influencia social, como auténticos territorios de la política, han abandonado sus lugares tradicionales. Por consiguiente, aquéllos que quieran ejercer una influencia política y tener un peso histórico deben abandonar las estructuras legales de los sistemas electivos e instituidos, de los partidos y de la clase política.

Si se admite que la política encubre lo que polariza a los grupos adversarios en torno a ideas que expresan modelos de izquierda, por su progresismo y su internacionalismo, es la punta de lanza de la ideología occidental. La función de la izquierda ha sido obligar al sistema occidental a que realizara sus promesas de igualdad, bienestar, racionalidad y despolitización. La izquierda ha sido provisional y mínimamente política, hasta que ha conseguido que la civilización occidental cumpliera sus promesas. Una vez hecha la revolución, sólo se preocupa del remiendo social y de la protesta sectorial en un sistema cuyos fundamentos no contesta. Incluso la izquierda radical ex-revolucionaria se despolitiza y converge en el arco ideológico de ideologías burguesas neutralizadas. Su discurso no es más que el simulacro literario de una revolución política traicionada. Esta izquierda se acerca a la práctica de las revoluciones minúsculas, dirigidas hacia la gestión de la vida cotidiana y la mejora del bienestar. .Es una regresión ideológica, marcada por el abandono de la política, en favor de lo sociológico, justamente lo que busca el sistema: transformar las ideologías revolucionarias, de naturaleza política, en energías protestarías, de naturaleza local, social y no-histórica.

Incluso los movimientos terroristas proletarios correspondieron al canto de cisne, a la última expresión del movimiento revolucionario europeo, antes de su digestión por la civilización burguesa neo-totalitaria y tecno-humanista. Estos movimientos representaron el estadio último, la fase senil de la izquierda, en tanto que conciencia política. Su rebelión no iba dirigida contra la sociedad-dinosaurio occidental, invencible a sus golpes, que eran recuperados y metamorfoseados en, espectáculo morboso para las masas mediatizadas, sino contra su propio movimiento, contra su proletariado desaparecido, y contra las fuerzas progresistas poco a poco despolitizadas. El combate de los movimientos terroristas ha sido la última batalla desesperada por conservar dentro de la

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