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Crecer Y Pensar


Enviado por   •  23 de Abril de 2012  •  7.830 Palabras (32 Páginas)  •  929 Visitas

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Delval, Juan. “Crecer y Pensar. La construcción del conocimiento en la escuela”. Cuadernos de Pedagogía. Editorial Laia. Barcelona, 1983.

CAPITULO I

LA FUNCIÓN DE LA ENSEÑANZA

Sumario. Este primer capítulo está dedicado a examinar el papel social de la educación. Se comienza por señalar las posibilidades que tiene el hombre para aprender gracias a nacer «sin terminar» y cómo la sociedad realiza esa labor de «acabado». La educación es precisamente el «acabado» con el que se consigue producir individuos parecidos a los que ya existen. Se examina entonces cómo la escuela es la forma institucional para proporcionar la educación. La escolaridad obligatoria, implantada a partir del siglo XIX presenta dos facetas: por una parte es el resultado de las demandas de educación de capas cada vez más extensas de la sociedad, pero por otro es un producto de la disminución de necesidades de mano de obra infantil en las fábricas. La educación se extiende cuando deja de considerarse peligrosa y se ve por el contrario como un factor de equilibrio y estabilidad social. Para realizar ese objetivo la escuela se ocupa principalmente de la transmisión de valores y actitudes y menos la transmisión de conocimientos. Esto explica el escaso rendimiento de la escuela desde ese punto de vista. La función conservadora de la escuela se realiza de dos formas principales: a) promocionando a los individuos de las clases sociales dominantes y reproduciendo así la estructura social y b) transmitiendo ideas y actitudes que tienden a la conservación del orden social y que hacen que la gente entienda difícilmente el cambio. Para terminar se examina muy brevemente qué posibilidades hay de modificar la escuela sin cambiar la sociedad.

La etapa de inmadurez

Uno de los rasgos más destacados que diferencian al hombre de otros animales es la larga duración de su infancia. Esto tiene repercusiones importantísimas sobre toda la vida humana y sobre la organización social, muchos de cuyos aspectos giran en torno a este hecho, entre ellos la existencia de la familia. Así, mientras que algunos animales poco después del nacimiento están en condiciones de valerse por sí mismos y son capaces de realizar la mayor parte de las conductas que posee la especie, otros, en cambio, tienen un período de desarrollo más largo en el que van progresivamente adquiriendo las conductas de los adultos. En el hombre ese período es particularmente largo, y esto le da la posibilidad de aprender una gran cantidad de cosas. Naturalmente, también tiene inconvenientes, como es el que el período durante el cual el niño depende de los adultos sea muy prolongado.

En muchos animales hay conductas que son innatas, es decir, que no necesitan aprenderse y otras en cambio que se adquieren durante la etapa de desarrollo. En algunos pájaros, por ejemplo, determinados aspectos del canto son innatos -lo que se muestra en que se producen también cuando se cría al animal en una habitación insonorizada, sin escuchar a ningún congénere- mientras que otros se aprenden y sólo aparecen cuando el animal está en contacto con otros individuos de su especie que le enseñan y de los que puede aprender.

El estado de inmadurez en que nace el hombre no sólo exige considerables cuidados durante un largo período, sino que requiere que se le enseñe. Afortunadamente, como otros animales, tiene una disposición para aprender que le lleva, por ejemplo, a imitar a otros individuos. Pero, además de esto, los adultos le enseñan directamente una enorme cantidad de cosas, entre las que se encuentran el lenguaje y todo el conocimiento del mundo, tanto físico como social.

Cuando nacen, los seres humanos sólo disponen de unas cuantas conductas muy simples, y durante el período que denominamos infancia y adolescencia -la etapa de desarrollo- cada sujeto va a ir construyendo, dentro de un medio social determinado, las estructuras de su propia inteligencia y el conjunto de sus conocimientos (ver caps. IV a IX). Naturalmente el niño cuando nace posee ya una serie de disposiciones innatas, pero no son más que eso, disposiciones, que podrán realizarse de una forma o de otra según el medio, tanto físico como social, en que se va a criar. Esto diferencia al hombre de muchos animales, pues mientras éstos han incorporado en sus genes la experiencia de adaptación de la especie a lo largo de su evolución, los hombres han ido acumulando una experiencia mucho mayor de forma extragenética, y eso es lo que constituye la cultura. Parte de esa cultura es lo que se transmite durante la etapa de desarrollo del ser humano.

A medida que la sociedad se va haciendo más compleja, el período de formación tiende a hacerse más largo y los individuos tardan más en ser considerados adultos y poder insertarse plenamente en la vida social. En muchas sociedades tradicionales o «primitivas» los niños pequeños participan ya en muchas actividades sociales y están más próximos a los adultos que nuestros niños, y a partir de la adolescencia se integran plenamente en la actividad social adulta. En nuestras sociedades occidentales, por el contrario, la etapa de inmadurez se prolonga más y más y la integración plena en la vida social se produce cada vez más tarde. Esto está ligado a la prolongación de la duración de la vida humana, pero también al aumento del número de conocimientos que un individuo tiene que adquirir y que son el resultado de una acumulación cultural progresiva; también influyen en esa ampliación del período formativo factores de tipo económico-social como son las necesidades de producción y de mano de obra.

El proceso de socialización

El desarrollo humano no es concebible sin la existencia de una sociedad. Los pocos sujetos que se han desarrollado aisladamente, sin contactos con el medio social, como los llamados «niños-lobos», se han mantenido en un nivel de desarrollo muy bajo, próximo al de los animales, y lo mismo puede observarse en los sujetos que viven en medios culturales muy pobres o con contactos sociales escasos, como son los niños que crecen en orfanatos y que suelen presentar retrasos muy notables en su desarrollo intelectual y social.

Desde el nacimiento, e incluso desde antes, el niño está sometido a la influencia de la sociedad en la que vive. Mediante esta presión social, sufriéndola y reaccionando ante ella, es decir, interaccionando con el medio, va a llegar a constituirse en un miembro de la sociedad, adquiriendo las pautas de conducta que son características de ella. Va a aprender a comportarse como los adultos de esa sociedad. Va a aprender su lenguaje y el conjunto de la cultura.

Ese

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