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Crisis Economicas

ritintin4 de Octubre de 2013

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CRISIS ECONÓMICA

De la codicia al hundimiento. La responsabilidad de la Alta Dirección en la crisis internacional

“Todas las ambiciones son legítimas, excepto las que se construyen sobre la miseria o la credulidad de la humanidad.”.

Joseph Conrad.

Desde agosto del 2007 se está desarrollando una crisis que ha removido los cimientos del Sistema Financiero Internacional, provocando la desaparición de empresas históricas como el banco de inversión Lehman Brothers (con 158 años de historia), la nacionalización de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac o la mayor intervención del Estado en la Historia, tanto en Estados Unidos como en los países de la Unión Europea, no sólo traducida en la inyección de liquidez en el sistema, sino también en la intervención directa en el capital de las empresas o en la adquisición de productos ilíquidos, es decir, infravalorados por el mercado.

Aunque no se conoce el alcance real de la crisis, sí se pueden analizar los factores que la han provocado, que a su vez son múltiples y realmente complejos. La principal causa fue la política monetaria expansiva de los últimos años que llevó a unos tipos de interés extremadamente bajos (incluso negativos en términos reales, es decir, teniendo en cuenta la tasa de inflación) y que provocaron un aumento de la demanda de productos hipotecarios, tanto por parte de particulares como de empresas, para poder adquirir bienes inmuebles. Esto se tradujo en la concesión de préstamos hipotecarios con un alto riesgo (las denominadas hipotecas subprime), aún sin tener en cuenta sus posibles consecuencias. Sin embargo, ¿Por qué se decidió actuar así por parte de la Alta Dirección de estas grandes compañías? La causa es la ambición desmesurada y la codicia de estos altos directivos.

Durante estos años, a causa de la situación económica, los objetivos impuestos por los Consejos de Administración eran cada vez más exigentes en cuestión de beneficios. Por ello, la Alta Dirección de las entidades financieras decidió que la coyuntura era tan favorable que se hacía necesario multiplicar el negocio y ser más competitivos a toda costa. Para ello aprovecharon el auge del sector inmobiliario y ofrecieron productos hipotecarios a personas con alto riesgo de impago, a cambio de un alto interés. A su vez, concedieron préstamos por valor incluso superior al del bien hipotecado, con la expectativa de que su valor se incrementara en el mercado, basándose en el crecimiento de los precios de la vivienda acontecido en los últimos tiempos. La estrategia era simplemente la de endeudarse a corto plazo (principalmente por los depósitos de los clientes) e invertir a largo (a través de préstamos hipotecarios).

Esta visión provocó nuevas necesidades de financiación y las entidades tuvieron que acudir a los Mercados Financieros Internacionales, de forma que se iba extendiendo el riesgo por todo el sistema. Sin embargo, el objetivo final no era el de incrementar la riqueza generada en el país a través de la actividad empresarial, ya que el valor de cotización de los títulos representa lo que los inversores están dispuestos a pagar por dichos títulos, lo que no tiene por qué coincidir con la capacidad de generar beneficio real por parte de la empresa. Estas decisiones adoptadas se tomaban principalmente para el enriquecimiento personal de los altos ejecutivos, debido a la existencia de los bonus que cobraban por resultados. A través de todas las ventas de estos productos, la cuenta de resultados se incrementaba enormemente (en ocasiones los beneficios eran ficticios, no reales, debido al tipo de interés excesivamente bajo, que se traducía en una valor actual descontado mayor, que es lo que se contabilizaba, pero que a un aumento del tipo de interés supondría la descapitalización de la empresa, pues se habrían repartido dividendos basados en beneficios contables, no reales), por lo que ellos a su vez veían incrementado su patrimonio personal. La necesidad de ser competitivos se tradujo en el aumento exponencial de los productos financieros vendidos (hay que insistir en que lo que aumentó fue la cantidad, a costa de la calidad de las hipotecas y de su riesgo de impago). Estas personas no tenían ninguna ética empresarial presidiendo sus decisiones, pues si hubiera sido así, no habrían jugado con lo fondos de los ahorradores (provenientes de todo el mundo) y habrían gestionado adecuadamente el riesgo, no concediendo hipotecas a personas que no tenían la solvencia suficiente sin pensar en las consecuencias, sólo para ver incrementados los beneficios y su riqueza personal.

El problema llegó cuando los tipos de interés aumentaron y los precios de la vivienda se redujeron drásticamente (debido a la disminución de la demanda y a los stocks de viviendas que empezaban a aumentar). El incremento de los impagos ha provocado una falta de confianza entre las entidades financieras que ha paralizado el mercado interbancario, debido a que no saben la fiabilidad de los activos que tienen en sus balances y que ellos mismos compraron sin saber que significaban realmente, lo que muestra un grado de irresponsabilidad por parte de sus gerentes difícil de calificar. Compañías que hace meses mostraban un gran crecimiento de los beneficios se han hundido en cuestión de días, mientras que otras han sido intervenidas por el Estado, pero sin mayores consecuencias para sus administradores que la pérdida de sus empleos (lo que no es realmente significativo si se tiene en cuenta el patrimonio conseguido durante sus mandatos y que tienen a buen recaudo).

Por supuesto, hay que ir más allá de la punta del iceberg, pues los mencionados ejecutivos han podido tomar estas decisiones debido a la regulación normativa actual. Normas como las de Basilea I (en concreto aquella que exige que el Capital de un banco no debe ser inferior al 8% del Activo de riesgos) y Basilea II (en el que, a través de técnicas de evaluación del riesgo, cada entidad establece el porcentaje en función del riesgo de la cartera de clientes, siendo la ponderación mayor cuanto mayor es este), que debían proteger el sistema, han provocado indirectamente problemas (como los derivados de la titulización, que en este caso supone crear paquetes en los que se mezclan hipotecas subprime y prime - o de bajo riesgo -, que posteriormente son transmitidos en los mercados financieros). De igual manera han influido las Normas Internacionales de Contabilidad, cuyo criterio de valoración a valor razonable exige el reconocimiento de una pérdida cuando el valor de mercado de un activo financiero disminuye, incluso aunque no se venda, lo que hace disminuir el valor de la partida del Balance y aumentar las pérdidas, lo que puede poner a la empresa en una situación difícil (que es justamente lo que está ocurriendo en estos momentos, y la causa de la intervención directa de los Estados en las empresas); así como la situación inversa, ya que el aumento del valor del activo financiero supone una ganancia que realmente no se ha obtenido por la venta, lo que infla la cuenta de resultados ficticiamente (que es lo que ha ocurrido hasta el inicio de la crisis y que tanto favorecía a los altos ejecutivos). Por otra parte, no debe olvidarse el fracaso de las agencias de rating, que califican a una empresa según su situación económica y sus perspectivas futuras, y cuyas calificaciones han demostrado ser irreales y poco fiables.

Todo ello ha llevado a una situación crítica para muchas familias hipotecadas, que ven como tienen que pagar más dinero de lo que realmente cuesta su casa, y que además ven como de un momento a otro pueden perder su empleo, así como de empresas en la misma situación con respecto a sus inmuebles. Esta es la consecuencia directa de la falta de responsabilidad en los altos ejecutivos de las entidades financieras en las que se han generado los productos hipotecarios causantes del desastre, que a pesar de la caída de sus empresas, ellos han obtenido en estos años un incremento de su riqueza realmente exponencial, debido al sistema de retribución que ellos mismos se habían impuesto.

El asunto de la actual crisis no sólo debe plantear reflexiones sobre el funcionamiento del Sistema Financiero, de sus instituciones, de las políticas monetarias realizadas y por realizar o de las prácticas de Ingeniería Financiera que han dado lugar a los productos financieros tan complejos y peligrosos, sino - y esto es crucial para el futuro - que se debe abrir un debate sobre la necesidad de cambiar los comportamientos de un gran número de altos directivos que sólo miran por sus intereses, anteponiendo estos a los de la compañía, principalmente a través de los sistemas retributivos basados en bonus que en ocasiones no hacen sino generar unos resultados que realmente no son los obtenidos, sino que camuflan errores que pueden tener una influencia desastrosa para la empresa en particular y la sociedad en general.

El problema es que muchos de los responsables de las compañías no entienden que el objetivo de una empresa es crear riqueza para la sociedad, a través de conseguir el mejor resultado real posible, pero nunca olvidando que la ética y la honradez deben estar presentes en las tomas de decisiones, pues las malas gestiones siempre terminan pasando factura no sólo a la empresa (cuyos trabajadores corren el peligro de perder sus empleos y sus accionistas el dinero aportado), sino a la propia sociedad, que, como se está viendo en estos momentos, han

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