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Código De Ética Profesional De Psicopedagogía


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  2.743 Palabras (11 Páginas)  •  403 Visitas

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Informe Delors

1. APRENDER A CONVIVIR

La violencia domina con demasiada frecuencia la vida en el mundo contemporáneo, estableciendo un triste contraste con la esperanza que algunos cifran en el progreso humano. La historia de los hombres se ha visto muchas veces herida por los conflictos. Pero el riesgo se ha visto incrementado por dos nuevos factores. En primer lugar, los seres humanos hemos creado en el siglo XX un extraordinario potencial para la autodestrucción. En segundo lugar, está la capacidad de los nuevos medios de comunicación para proveer al mundo entero de información y de reportajes inverificables acerca de los conflictos que tienen lugar.

La opinión pública se ha convertido en una observadora desvalida, víctima incluso, de aquellos que inician o estimulan los conflictos. Hasta ahora la educación ha sido incapaz de hacer mucho por mitigar esta situación. ¿Podemos hacer más? ¿Podemos educarnos para evitar los conflictos o para resolverlos en forma pacífica?

La idea de enseñar la no violencia en las escuelas es ciertamente digna de alabanza. Sin embargo, parece realmente inadecuada si observamos sus reales implicancias. El desafío es tanto más difícil cuanto que las personas tienen una tendencia natural a sobreestimar sus propias capacidades -o las del grupo al cual pertenecen- y a mantener prejuicios respecto de las otras personas. Es más, el clima general de competencia que prevalece en las economías tanto domésticas como internacionales, tiende a convertir la competencia y el éxito personal en los valores de la modernidad.

Es así que esta competitividad ha dado lugar hoy día a una guerra económica sin tregua y a una tensión entre ricos y pobres que separa a las naciones y que exacerba las rivalidades históricas. Lamentablemente, la educación a veces ayuda a mantener este estado de cosas, debido a una interpretación incorrecta de lo que significa la competencia,

¿Cómo podemos mejorar? La experiencia muestra que no es suficiente establecer contactos y comunicación entre personas susceptibles de entrar en conflicto para reducir ese riesgo (por ejemplo, en las escuelas inter-raciales o inter-religiosas). Si los diferentes grupos son rivales o si no tienen el mismo status en la misma área geográfica, tal contacto puede producir un efecto contrario al deseado: puede hacer salir tensiones escondidas y degenerar en una oportunidad para el conflicto. Si, por otra parte, este tipo de contacto se organiza en un ambiente igualitario y se persiguen objetivos y proyectos comunes, los prejuicios y la hostilidad latentes pueden ceder lugar a una manera más fluida de cooperación y aún de amistad.

La conclusión parecería ser que la educación tiene que adoptar dos perspectivas complementarias. Desde la infancia más temprana debería centrarse en el descubrimiento de los otros. En la segunda etapa de la educación y en la educación durante la vida, debe estimular la participación en proyectos comunes. Esta parece ser una manera efectiva de evitar los conflictos o de resolver conflictos latentes.

Descubrir a los otros

Una de las tareas de la educación es enseñar a los alumnos que existe la diversidad humana e inducir en ellos una conciencia de las similitudes e interdependencia entre las personas. Algunas asignaturas se prestan a ello: geografía humana, lenguas extranjeras, literatura.

Más aún, ya sea que la educación sea impartida por la escuela, la familia o la comunidad, debería enseñarse a los niños a comprender las reacciones de las otras personas, mirando las cosas desde el punto de vista de ellas. Cuando este espíritu de empatía es alentado en las escuelas, tiene un efecto positivo en las conductas sociales de los jóvenes por el resto de sus vidas. Por ejemplo, enseñar a los jóvenes a mirar el mundo a través de los ojos de de otros grupos étnicos o religiosos, es una manera de evitar algunos de los malentendidos que dan origen al odio y a la violencia entre los adultos. Así, la enseñanza de la historia de las religiones o de las costumbres puede convertirse en una útil herramienta de referencia para moldear el comportamiento futuro.

Por último, el reconocimiento de los derechos de otras personas no debe ser puesta en peligro por la manera en que son enseñados los niños y jóvenes. Los profesores dogmáticos que sofocan la curiosidad o el sano espíritu crítico, en lugar de enseñar a sus alumnos cómo participar en un debate ágil y abierto, pueden hacer más daño que bien. Olvidando que se sitúan como modelos, pueden, a causa de su actitud, producir un daño para toda la vida en sus alumnos, en lo que se refiere a la apertura de estos hacia otras personas y de su habilidad para enfrentar las inevitables tensiones que se producen entre los individuos, los grupos y las naciones. Una de las herramientas esenciales para la educación en el siglo veintiuno ha de ser un adecuado foro para el diálogo y la discusión.

Hacia metas comunes

Cuando las personas trabajan juntas en proyectos estimulantes que los comprometen en formas de acción inusuales, las diferencias y aún los conflictos entre individuos tienden atenuarse y a veces a desaparecer. A través de estos proyectos se crea una nueva forma de identidad que permite a las personas trascender las rutinas de sus vidas personales y asignar valor a lo que tienen en común frente a lo que los separa. En los deportes, por ejemplo, las tensiones entre clases sociales o nacionalidades puede eventualmente fundirse en un espíritu de solidaridad debido al compromiso con una causa común. Y en el mundo del trabajo, cuántos logros no habrían sido posibles si las personas no hubieran superado los conflictos que -generalmente surgen en las organizaciones jerárquicas- gracias a su participación y compromiso en un proyecto común.

La educación formal debería, en consecuencia, destinar suficiente tiempo y oportunidad en sus currículos para introducir a los jóvenes a la práctica de proyectos colaborativos desde edad temprana, como parte de sus actividades deportivas o culturales. pero esta perspectiva debiera también comprometerlos en actividades sociales: la mejoría de áreas de pobreza, ayuda a personas en desventaja, acción humanitaria, sistemas de ayuda a adultos mayores, y así sucesivamente.

Otras organizaciones educacionales deberían recoger estas actividades de las escuelas. Hay que destacar también que en la vida escolar cotidiana el compromiso de los profesores y estudiantes en proyectos comunes puede ayudar a enseñar un método para resolver conflictos y constituir una valiosa fuente

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