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DE LA BANALIZACIÓN DEL MAL


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2013  •  3.815 Palabras (16 Páginas)  •  346 Visitas

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DE LA BANALIZACIÓN DEL MAL

Este trabajo es más bien un comentario tocante a la noción de la banalización del mal de Hanna Arendt.

De la banalización del mal

Para Hanna Arendt, una ideología lo explica todo. Los acontecimientos más inverosímiles y tal vez más sobrecogedores pueden ser abordados con aparente coherencia desde la perspectiva ideológica. El mundo y el devenir de la sociedad, sumisos y obedientes, no hacen sino ceñirse a los supuestos ideológicos.

La ideología se independiza de la experiencia y todos los acontecimientos sociales son explicados desde las premisas sobre las que se edifica la ideología. De hecho, los sucesos que se van gestando en el seno del grupo social, son percibidos como si respondieran a una lógica implícita e inamovible.

Para quien se encuentra dentro de la turbulencia ideológica, la razón humana y la verdad constituyen un patrimonio exclusivo. Todo lo observa con el filtro de su propia verdad, todo lo reconstruye y entiende a partir de su singular concepción de los fenómenos sociales. Sólo quienes se asumen como seguidores de una ideología, pueden detentar (claro, desde su propia lógica,) el monopolio de estas nociones y por ende, los ”otros”, es decir, aquellos que no comparten o no son beneficiarios de la ideología son ajenos a la razón y a la verdad. Así, nadie más tiene la razón, ni la verdad.

El mundo y los fenómenos sociales todos, caben dentro del andamiaje ideológico. Es punto de referencia y escala a partir de la cual se concibe e interpreta la “realidad”.

En los años recientes hemos visto innumerables naciones que se rigen bajo estructuras de organización y dominación totalitarias o virtualmente totalitarias. El apartheid fue el sistema político imperante en Sudáfrica hasta hace muy pocos años. Este sistema descansaba en el reconocimiento legal de las diferencias raciales. Los primeros sudafricanos nacidos sin apartheid son adolescentes. No ha transcurrido ni siquiera una generación desde la desaparición del ominoso apartheid, las heridas son frescas. La afirmación de la superioridad de una raza en detrimento de otra no puede ser sino ideología, sin emabargo puede servir como argumento para todo tipo de atrocidades. Ferrajoli le llamaría al sistema del apartheid diferenciación jurídica de las diferencias .

Los sistemas político-religiosos fundamentalistas del Islam tienen rasgos importantes de totalitarismo. La ambición culminante de toda ideología totalitaria, es impregnar sus premisas en todo el espectro de la coexistencia social para que sean acatadas sin reparos por los hombres masa. Los países islámicos no están excluidos de esta pretensión. La ideología social y religiosa ha permeado todos los rincones y niveles de su vida social. No hay resquicio, público o privado, donde no oscilen las concepciones propias del modelo imperante. Basta recordar los sucesos recientes en torno a la destrucción de los antiquísimos y colosales ídolos budistas a manos de los Talibanes. ¿Por qué? Bien, simplemente porque simbolizan un sistema de creencias diferente, y por lo tanto erróneo desde su muy singular óptica, pues se opone necesariamente a sus ideas religiosas. Sólo ellos poseen la verdad.

Para Hanna Arendt, los argumentos de la ideología totalitaria se basan en nociones tales como supremacía natural o racial, y el destino o llamado de la historia para dominar a otros. De este tipo de coartadas son las que se aducen para justificar el proceder, muchas veces extremo del Estado Totalitario. La religión, vista como ideología, también permite los mismos abusos cuando sirve de base para instituir un sistema político de esa índole.

La falacia de la superioridad racial de los arios constituyó un argumento sólido desde el punto de vista de la ideología nazi, para justificar el holocausto de aproximadamente seis millones de ellos. “La raza no radica en el idioma, sino exclusivamente en la sangre”, llegó a decir Hitler , arguyendo a favor de su ideología, basada en el embuste de superioridad y la pureza racial de los llamados arios.

Así, desde adentro del discurso totalitario, los enunciados más inverosímiles y aberrantes suelen resultar coherentes y plenamente justificados, inclusive esta misma lógica se trasluce en su sistema jurídico. Es posible que una norma jurídica permita la discriminación racial, como en el caso del apartheid y sin embargo se actúa bajo el imperio del derecho, dentro de la legalidad. Pero ese vínculo entre poder y legalidad no responde a la mera voluntad de un legislador ordinal. Las normas de derecho que sustentan el ejercicio del poder político y militar en el totalitarismo, trascienden a la voluntad de simples hombres haciendo leyes para regular la coexistencia social,. Estas leyes plasman una voluntad supra-humana. La naturaleza, la historia, el destino etc., otorgan a un grupo social específico, un papel hegemónico absoluto respecto de otros grupos sociales. La creación legislativa sólo responde a esos designios supra-humanos.

La orientación del orden jurídico en el totalitarismo es la hegemonía. El derecho es un instrumento para alcanzar esa verdad última que persiguen estos regímenes. Se instrumentaliza pues el derecho en función de los fines inherentes al sistema. Un sinnúmero de autores opinarían que esta función del derecho no es exclusiva de los sistemas totalitarios. Pero la diferencia tal vez radica en que aquel no lo matiza, se ahorra los eufemismos, no los necesita. Todo está plenamente justificado y no requiere de subterfugios pues se debe apuntar hacia la verdad a cualquier costo. Esa verdad última que permite los abusos más ominosos y atroces con tal de conseguir sus fines.

Tal vez esto es lo que lleva a Hanna Arendt a sustentar que los sistemas totalitarios constituyen una forma inédita de dominación que no puede explicar la teoría política tradicional. El totalitarismo está fundado en la ley y por ende, quien detenta el control político y militar no rebasa lo legalmente prescrito cuando dispone el asesinato de seis millones de seres humanos, por el contrario, únicamente se limita a observar o hacer cumplir la letra de la ley.

Tal afirmación impulsa a Hanna Arendt a construir un paradigma a partir del cual pretende explicar y juzgar a los sistemas totalitarios. Según esta autora, las categorías de la teoría política tradicional resultan insuficientes para generar un análisis que explique suficientemente tales modelos de dominación.

Cuando la ideología totalitaria se lleva a la praxis y logra prevalecer

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