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DECALOGO DEL ABOGADO SEGÚN SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO


Enviado por   •  8 de Marzo de 2016  •  Apuntes  •  3.411 Palabras (14 Páginas)  •  1.329 Visitas

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UNIVERSIDAD MONTEAVILA

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y POLITICAS

ESCUELA DE DERECHO

CATEDRA: DEONTOLOGIA JURIDICA

PROF. JOSE PEDRO BARNOLA

DECALOGO DEL ABOGADO SEGÚN SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO

Realizado por:

Mata, Naomi

Rojas, Victoria

Caracas, 08 de Marzo de 2016.

INTRODUCCION

Alfonso María de Ligorio nació en Nápoles el 27 de septiembre de 1696, fue obispo de la Iglesia católica, canonizado en 1839, es el patrono de los abogados católicos, de los moralistas y de los confesores. Escribió más de ciento once obras, entre las cuales cabe destacar el Tratado de Teología Moral (1753 a 1755).

Era un "niño prodigio" con gran facilidad para los idiomas, ciencias, arte, música y demás disciplinas. Sus grandes cualidades y capacidades le permitieron comenzar sus estudios universitarios a la edad de doce años, terminando a los dieciséis, graduado en derecho civil y derecho canónico. A esa edad presentó el examen de doctorado en derecho civil y canónico en la Universidad de Nápoles. Un decreto real prohibía conceder el título a menores de edad, pero fue dispensado y admitido ante el Consejo Universitario para presentar su Memoria. A los 19 años ya era un abogado famoso.

Se le otorgó el título de Doctor en Derecho y Abogado del foro de su ciudad natal, comenzando una carrera en la que jamás perdió un juicio, defendiendo causas de gran relieve. Redactó entonces lo que se ha dado en llamar su “decálogo”, aunque son doce reglas de conducta, que demuestra lo delicado de su conciencia y el concepto que tiene de los tribunales donde se aplica la justicia.

Según se cuenta, en su profesión como abogado no perdió ningún caso en 8 años, Como abogado tuvo varios éxitos ya que inspiraba confianza en sus defendidos, persuadía mediante su elocuencia y un marcado desinterés por el dinero. Sin embargo, decidió apartarse de la profesión cuando defendió al Doctor Orsini contra el duque de Toscana. Cuando pensaba haber obtenido el triunfo de su cliente, le hicieron firmar una declaración amañada en la cual establecía que se había equivocado. Alfonso se retiró a su casa y se encerró en su cuarto durante tres días sin comer: solo se dedicó a rezar y a llorar.

Hizo un retiro en el convento de los lazaristas y se confirmó en la cuaresma de 1722. Estos dos eventos reavivaron su fervor. Al año siguiente, en dos ocasiones oyó una voz que le decía: "abandona el mundo y entrégate a mi". Hizo voto de celibato y abandonó completamente su profesión. Hizo los estudios sacerdotales en su casa. Fue ordenado sacerdote en 1726 a los 30 años. Los dos años siguientes se dedicó a los "vagos" de los barrios de las afueras de Nápoles.

Su virtud característica era la pureza de intención. Trabajaba siempre y en todo, por Dios, olvidado de si mismo. En cierta ocasión dijo: 'Por la gracia de Dios, jamás he tenido que confesarme de haber obrado por pasión. Tal vez sea porque no soy capaz de ver a fondo en mi conciencia, pero, en todo caso, nunca me he descubierto ese pecado con claridad suficiente para tener que confesarlo'.

El estudio de las leyes le sirvió para su futura actuación como moralista. Su formación eclesiástica moral la adquirió, como él mismo declara, de la mano de la más rígida de las escuelas que existían en su tiempo, caracterizado precisamente por el desarrollo de sistemas o síntesis de Teología moral centrados en el tema de la formación de la conciencia. Después, poco a poco la vida y la experiencia pastoral le llevaron a posiciones más matizadas y comprensivas. Adopta una forma corregida del probabilismo, que se ha designado con el nombre de equiprobabilismo en cuanto que sostiene que, en la situación de duda de si una ley obliga o no, es lícito seguir la opinión contraria a ley en el caso de que sea al menos igualmente probable de la opuesta. En realidad. trasciende el marco estricto de los sistemas de moralidad en su sentido restringido (probabiliorismo, probabilismo, etc.), para proponer una actitud basada en una prudencia cristiana animada e informada por una honda aspiración ascética. Y desde esa perspectiva aborda las numerosas cuestiones morales que estudia en sus obras.

CAPITULO I

EL DECALOGO DE SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO

A continuación se analiza el decálogo de San Alfonso María de Ligorio. El representa no solamente un ejemplo espiritual, moral o religioso sino que es el precursor de la ética y la deontología profesional del abogado.

I. “Jamás es lícito aceptar causas injustas porque es peligroso para la conciencia y la dignidad”.

Si una causa es conocida de antemano que es injusta, no sería lícito por conciencia aceptar esa defensa. La defensa debe estar subordinada a encontrar la verdad siempre para así hacer justicia. Si no está convencido de la justicia en un caso, el Abogado no debe defenderlo. Se debe tener siempre en cuenta que el Abogado no se contrata para poner trampas a la justicia. Sería inmoral defender un caso en el que conste de antemano que se está contraviniendo la Ley, ya que sin duda estaría convirtiendo en cómplice y cooperaría con la injusticia; ya que el Abogado tendría que recurrir a mentiras, fraudes, falsificación de documentos, etc.

El Código Internacional de Deontología Forense de la I.B.A. (International Bar Association - Organización de profesionales de Derecho Internacional) dice, “un abogado no defenderá nunca un caso de cuya justicia no esté firmemente convencido, ni dará un consejo que en cualquier aspecto sea contrario a la ley”.

Hay que hacer entender al cliente que los abogados “no han sido creados para poner trampas a la justicia” (Calamandrei). El Abogado tiene la obligación de juzgar la justicia del asunto encomendado.

II. “No se debe defender causa alguna con medios ilícitos”.

En la defensa, sólo se pueden entregar pruebas veraces. Ningún Abogado debe animar o sugerir a su cliente que emplee medios ilícitos, testigos falsos, plantear litigios desprovistos de fundamento. El Abogado tiene el deber de explicar

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