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Daniel Alcidez Carrion

leogama18 de Marzo de 2014

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Introducción

Uno de los objetivos fundamentales de la historia de la medicina y quizás el más grato a los que nos dedicamos a ella, es el estudio del enfrentamiento del hombre a las enfermedades, para su conocimiento y dominio, a través de los tiempos.

Entre las enfermedades autóctonas de América que más atractivos ofrece, ninguna como la conocida con los nombres de sus dos grandes formas clínicas, fiebre de la Oroya y verruga peruana, pues ella se originó, se ha mantenido en tierras de nuestro continente y ha dado oportunidad a ser estudiada con originalidad y brillantez tal por los médicos suramericanos, que la entidad y su agente etiológico llevan los nombres de dos de sus ilustres figuras: Daniel Alcides Carrión y Alberto Barton.

El presente breve estudio lo dedicamos a destacar el aporte al conocimiento clínico de la enfermedad llevado a cabo de una manera conmovedoramente dramática por el estudiante de medicina peruano Daniel Alcides Carrión, quien se inmoló para ello voluntariamente a la edad de 28 años, al pedir y ser inoculado con la sangre de un botón verrucoso, para dar al mundo la más completa descripción de su sintomatología, arrancada a los sufrimientos que le provocaba la forma grave de la enfermedad que lo llevó a la muerte.

A las puertas del 110 aniversario de su entrada gloriosa a la inmortalidad de las ciencias, le ofrecemos este modesto homenaje cubano de recordación, de reconocimiento y de eterna admiración en nuestro Primer Congreso Nacional de Historia de la Ciencia y la Técnica.

La Enfermedad de Carrión

Conocida por los incas como sirki, los conquistadores españoles le llamaron verrugas, berrugas o tumores sangrantes y posteriormente en sus estudios, los médicos la denominaron verruga peruana, fiebre de la Oroya, enfermedad de Carrión, fiebre grave de Carrión, anemia grave de Carrión y bartonellosis.

Geográficamente su endemicidad se extiende desde los 2 · de latitud norte hasta los 13 · de latitud sur, distancia aproximada de 1 600 km, en general de menos de 150 km de ancho y circunscrita aún más a una banda estrecha entre 750 y 2 500 metros de altura sobre la vertiente occidental de Los Andes en Perú, Ecuador y Colombia.

La enfermedad de Carrión1,2 es una infección general exclusivamente humana, endémica, no contagiosa, inoculable al hombre, trasmitida por phlebotomus y causada por la Bartonella bacilliformis. Su período de incubación es aproximadamente de tres semanas, aunque puede prolongarse hasta cinco. Los síntomas iniciales son fiebre y dolores en los huesos, articulaciones y músculos. Después del estadío inicial, el paciente desarrolla en algunos días o meses una de las dos variedades típicas y muy diferentes de la enfermedad: la fiebre de la Oroya y la verruga peruana.

La fiebre de la Oroya es una variedad altamente letal, caracterizada clínicamente por fiebre, dolores musculares y óseos difusos y severos y anemia hemolítica con pérdidas globulares diarias de 180 000 y aún de 360 000 y en algunos casos, muy graves, puede alcanzar cifras inferiores a 1 millón de eritrocitos por milímetro cúbico de sangre en cuatro o cinco días. Muchos de los síntomas y signos son producidos por la hemólisis, rápidamente progresiva y a la anemia resultante. Son típicas la hepatoesplenomegalia y la infección secundaria terminal por salmonella.

La verruga peruana es una variedad crónica no letal que se desarrolla ya sea en personas que se han recuperado de la fiebre de la Oroya o bien en casos sin evidencias clínicas previas de bartonellosis. Se caracteriza por la presencia de verrugas angiomatosas localizadas o generalizadas que varían en dimensión y grado de superficialidad. Pueden alcanzar el tamaño de un huevo de gallina y por su histología aparecen con frecuencia de color rojo brillante. Como manifestaciones clínicas generales presentan fiebre, dolores generalizados y malestar, aunque menos frecuente que en la fiebre de la Oroya. La erupción dura de meses a dos años, con promedio de 4 a 6 meses.

La infección da como resultado una respuesta inmunológica de diversos grados de resistencia a la enfermedad e infección posteriores. Se piensa que la fiebre de la Oroya ocurre en el individuo totalmente susceptible, mientras que la verruga peruana, probablemente signifique un estado de inmunidad parcial.

En cuanto al control y al tratamiento de la enfermedad de Carrión, a partir de los años de la década de 1940 el desarrollo de vacunas cesó cuando se hizo evidente que los antibióticos, como el cloranfenicol, penicilina y tetraciclinas, eran curativos y que el vector podía controlarse localmente por medio de DDT.

Historia del conocimiento de la enfermedad de Carrión

La verruga peruana era conocida por los incas, los que tenían palabras para designarla y se le ha encontrado representada en figuras de cerámica (huacos) y los primeros españoles conquistadores y misioneros las padecieron, pero la fiebre de la Oroya no se describió claramente hasta mediados del siglo XIX.3

Los relatos que han dejado los cronistas de Indias de las epidemias de verrugas que sufrieron los conquistadores, principalmente, en el valle ecuatoriano de Coaque, pueden considerarse, según el notable anatomopatólogo peruano profesor Pedro Weiss,4 como verdaderas descripciones clínicas en las que se hacen resaltar los síntomas más característicos de la enfermedad.

En ellas aparecen, la fiebre, los edemas, las hemorragias, los dolores, como síntomas que caracterizan a la infección verrucosa y términos de la época como tullimientos, calenturas o hinchazones, son mencionados por Pedro Cieza de León en La Crónica General del Perú, Amberes, 1554; El Inca Garcilaso de la Vega en Comentarios Reales de los Incas, Lisboa, 1609 y su segunda parte Historia General de los Incas , Córdoba, 1617; Miguel Estete en sus manuscritos transcritos por el Inca Garcilaso de la Vega; Antonio de Herrera en Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano, Madrid, 1729-1730; Agustín de Zárate en Historia del descubrimiento y conquista del Perú, Madrid, 1749; Pedro Pizarro, el conquistador y cronista que en su Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú, escribió que "las berrugas dan grandes dolores en la noche" y el famoso historiador Guillermo G. Prescott que en su imprescindible Historia de la conquista del Perú con observaciones preliminares sobre la civilización de los Incas, Madrid, 1851, refiere los padecimientos de la enfermedad por las tropas de don Francisco Pizarro en 1531 y por las del pacificador don Pedro de Gasca en 1546.5

En 1870 se produjo un hecho de gran repercusión en la historia de esta enfermedad, cuando las obras del ferrocarril de la Ciudad de Lima a la Ciudad de Oroya alcanzaron la zona montañosa endémica y se produjo una epidemia entre los obreros expatriados en el Valle de la Oroya, que causó cientos de casos y la mortalidad alcanzó el 40 %. Esta epidemia marcó el comienzo de los estudios científicos sobre la enfermedad y por primera vez los médicos de Lima tuvieron en las clínicas y hospitales un gran número de enfermos que les permitió observar muchos aspectos hasta entonces desconocidos de la infección.

Junto a los casos habituales de verruga eruptiva, conocidos desde la conquista, se producían otros, casi siempre fatales, de una fiebre anemizante de extraordinaria gravedad y a la que se dio el nombre de fiebre de la Oroya. Posteriormente se observó la forma eruptiva de la enfermedad en algunos de los sobrevivientes y también en individuos que no habían presentado la fiebre. Las epidemias subsiguientes fueron muy similares y los focos de actividad endémica notables por su estabilidad durante años.

Todo ello hizo evidente a los médicos peruanos, la unidad de las dos formas clínicas en una sola entidad nosológica, pero era necesaria su confirmación para que este concepto unicista fuera aceptado por los médicos de todos los países y es en 1885 que se produce dicha confirmación cuando el estudiante de medicina peruano Daniel Alcides Carrión, que venía dedicado al estudio de la enfermedad para su tesis de grado y había reunido algunas observaciones importantes, pide ser inoculado con sangre de un botón verrucoso para mejor conocer la marcha y la sintomatología de la entidad y como consecuencia, muere producto de un cuadro fatal de fiebre de la Oroya, para demostrar con su sacrificio, que las dos formas clínicas reconocían una misma causa y constituían una sola enfermedad. A este inmortal aporte dedicaremos el acápite esencial del presente ensayo.

Con posterioridad a Carrión el doctor García Rosel se infectó accidentalmente con la sangre de un enfermo grave y desarrolló una forma febril benigna y muchos años más tarde el doctor Maxim H. Kiecynski-Godard, residente en el Perú, se inoculó cultivos del agente etiológico y no adquirió la enfermedad.

En 1909 el también médico peruano Alberto L. Barton observa por primera vez los microorganismos causantes de la enfermedad en el interior de eritrocitos en casos de fiebre de la Oroya y los considera de naturaleza protozoaria. Este mismo investigador demostró que microorganismos paratíficos otros coliformes cultivados en sangre no eran la causa de la enfermedad.

Muy importantes fueron los estudios realizados, cuatro años más tarde, sobre la histología del botón verrucoso y de algunas formas intracelulares del germen por el profesor Emilio de Rocha Lima y después por el profesor David Mackehenie y si a esto agregamos la publicación

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