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Del Mensaje A La Cultura

elysssssss19 de Febrero de 2014

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Teórico nº 1. Del mensaje a la cultura

“La verdad del modelo es su propia caricatura

y ésta revela la mentira de su falsa perfección

viéndonos, así, caricaturescos, nos entendemos.”

Lamborgini, La risa canalla o la moral del bufón

3. Los Modelos de Comunicación no lineales

“Aunque parezca obvio, el peso de la narratividad, de la oralidad y de la comunicación no verbal como zonas básicas en la construcción de sentido, aun en el plano social, económico y político, y no pienso en la electrónica sino en la cultura de la crisis, no han encontrado todavía un lugar claro en las ciencias sociales.”

Aníbal Ford, Navegaciones, 1996

Los modelos no lineales se caracterizan por considerar al receptor no sólo como un sujeto activo sino reconocerle su facultad de actuar sobre la comunicación, por hacer hincapié en las formas de comunicación no-verbales, asimilar el concepto de comunicación al de cultura, y por llamar la atención sobre el hecho de que el emisor no controla todo los elementos de la comunicación. Veamos cada una de estas cuestiones.

El primer concepto fundamental es el de feedback, o retroalimentación, aportado desde la teoría cibernética por Wiener, y que supone la existencia de una devolución del receptor en la medida que se desarrolla el proceso comunicativo. Así, el modelo lineal se vuelve circular.

Pero quienes van a darle un sentido cabal a la idea de feedback son los científicos de la Escuela de Palo Alto en su enfoque interaccional. Al considerar la comunicación como una conducta y la imposibilidad de no comunicar podemos entender que siempre los participantes están enviándose señales. Existen varias líneas que estos estudiosos intensificaron:

• La paralingüística: estudia todo lo que en el habla no corresponde a la lengua como la entonación, el volumen de la voz, la pronunciación. La poesía más bella y reconocida puede ser puesta en ridículo por una entonación burlesca. Una mala pronunciación puede funcionar como ‘estigma’ en un ambiente xenófobo en desmedro de quien esté hablando .

• La kinésica: estudia todas las manifestaciones corporales que producen comunicación, los gestos, las formas de moverse, las posturas, la vestimenta. Ahora bien, las mismas marcas corporales no tienen el mismo sentido en situaciones comunicacionales distintas. El guiño en un partido de truco señala que el jugador posee un ancho, mientras que en una charla de amigos puede solicitar la complicidad para una broma.

• La proxémica: estudia cómo los individuos y los grupos marcan las relaciones espaciales en términos de distancia (cercana – lejana) y sentido de la relación (íntima, personal, social, pública). Hay un sustrato que es lo dado, el territorio, de allí en más, los individuos y los grupos van a utilizarlo de forma deferente.

• La cronémica: estudia el manejo del tiempo que hace cada cultura o subcultura y los diferentes sentidos que le asignan. Las culturas populares campesinas tenían sus fiestas ligadas al ciclo de la naturaleza y podían llegar a durar meses hasta que el fin de las tareas dispersaba a la gente hacia otros lugares. La sociedad industrial nos impuso el fin de semana, con esa periodicidad regular de los ritmos de trabajo y de la burocracia gubernamental.

Los usos del espacio, el tiempo, el cuerpo y la voz están culturalmente contenidos para comunicar. Atribuimos continuamente sentido a los movimientos y predisposiciones del otro a la vez que marcamos nuestra identidad cultural mediante esas dimensiones, sobre todo en ese enorme escenario donde impostamos nuestra personalidad que es la ciudad.

3.1. Juegos, estrategias y estigmas.

El enfoque interaccional proviene de lo que en sociología se llamó interaccionismo simbólico desarrollado en la Universidad de Chicago en las primeras décadas del siglo XX. Es una teoría individualista tanto como el liberalismo en economía, el conductismo en psicología y el pragmatismo en filosofía; tendencias hegemónicas por aquellos años y que, por caminos diferentes, aún siguen teniendo preponderancia en las universidades norteamericanas.

Para comprenderlo pensémoslo de la siguiente manera: el individuo tiene determinadas motivaciones que guían su conducta y sus elecciones. Tiene que relacionarse con su exterior para conseguirlo (con otros individuos). Estos encuentros se dan en marcos que poseen sus reglas de funcionamiento: el mercado, la situación comunicacional. De allí intentará sacar su mejor provecho entendiéndose con el resto, asociándose solidariamente o enfrentándolos. En esa relación la palabra, el lenguaje, es comprendido como una acción más sobre el mundo que realiza el individuo.

La metáfora de aquí es el juego. George Bateson observaba a los perros jugar y sostenía que todo funcionaba como si existiera entre ellos el enunciado ‘todo lo que sucede en estos momentos es ficticio’, y eso permitía no confundir el tarascón o el ladrido con la provocación a la pelea. Toda situación comunicacional posee este tipo de reglas marco que regulan su intercambio. Los integrantes las reconocen implícitamente como si hubiesen existido entre ellos un ‘pacto social’ al que cada uno suscribió y que pone límites a sus estrategias. Por eso para este enfoque todo acto comunicativo posee una parte de contenido y otra relacional. Variará entre los autores el peso que tengan las reglas de la tradición cultural o la capacidad negociadora de sus integrantes a la hora de pensar el intercambio. Es decir, la relación áulica, por ejemplo, ¿está determinada por las costumbres culturales escolares, la institución escolar o las normas explícitas de convivencia? Otros dirán que es más importante para establecer la naturaleza de la relación la negociación que se entabla entre profesores y alumnos al momento que se cruzan en el aula.

Pero lo que hace a la comunicación un juego no es el sólo hecho de poseer una serie de enunciados que la enmarcan sino que existe algo en juego. Los participantes van a desplegar diversas estrategias para dominar el juego y van a tratar de ocultar sus debilidades. Otro concepto a tener en cuenta, entonces, es el de estigma propuesto por Erdwing Goffman. El sociólogo se dedicó a estudiar la participación en la comunicación de personas que poseían algún tipo de incapacidad física y los mecanismos que utilizaban para superarlos. El estigma es aquello que en determinada situación comunicacional los sentidos de la cultura en cuestión menosprecian. Por extensión puede pensarse que todos poseemos ciertos estigmas que procuramos minimizar.

3.2. El habla. Lucha de clases e ideología.

Hacia los años ’30, Valentín Voloshinov realizó una lectura de la teoría sussureana desde una perspectiva marxista no estructuralista. En primer lugar, para él no solo era posible estudiar el habla sino que era necesario. No puede estudiarse el lenguaje –sostuvo- recurriendo al análisis de frases sueltas, debe estudiarse en el contexto en que esas frases son producidas. “Para observar un fenómeno del lenguaje, es necesario situar al sujeto emisor y al sujeto oyente del sonido, así como al sonido mismo en una atmósfera social. (Que ambos)… pertenezcan a un mismo colectivo lingüístico y a una sociedad, organizada de un modo determinado. Además, es necesario que nuestros dos individuos se reúnan en una situación social concreta...” (Voloshinov, 1976:74) En este punto, por otro camino, se aproxima al planteo de los interaccionistas. Sin embargo, es necesario observar que la situación de comunicación no se piensa en los mismos términos. Para la escuela norteamericana esa ‘situación’ está atravesada por las normas institucionales y es una actualización –y por ello, posible transformación- de ellas. Para la escuela rusa, en cambio, la ‘situación’ está atravesada por las contradicciones sociales y actualiza las luchas de los sujetos sociales en la historia.

En segundo término, para esta perspectiva “donde hay signo, hay ideología” (op. cit.:33). Debe comprenderse a la ideología como las marcas que deja en los sujetos hablantes sus experiencias cotidianas por haber nacido y vivir inmersos en cierto grupo social. Dentro de una misma comunidad lingüística pueden utilizarse los mismos términos pero estos están marcados por los sentidos que les impregnan los diferentes grupos sociales; estos sentidos provienen de la utilización que les dan en sus intercambios cotidianos. Voloshinov llamó a esto ‘acentos’.

“Es la intersección de los intereses sociales de orientación más diversa, dentro de lo límites de un mismo colectivo semiótico, esto es, la lucha de clases. La clase social no coincide con el colectivo semiótico, es decir, con el grupo que utiliza los mismos signos de la comunicación ideológica. Así las distintas clases sociales usan una misma lengua. Como consecuencia, en cada signo ideológico se cruzan acentos de orientación diversa. El signo llega a ser la arena de la lucha de clases.” (op. cit.:49)

El problema de fondo es la ‘polisemia’, es decir, los distintos sentidos que puede tener una misma palabra. La polisemia es un proceso de nominación, una historia de uso que se proyecta sobre la palabra. (Ricoeur, 1975) Es la situación de comunicación –dirá- la que establece el sentido que en un determinado momento toma una frase. Pero esa reducción de los sentidos de las palabras, esa lucha de acentos distintos se producen en una relación de alteridad, o sea, interculturalismo; y de desigualdad

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