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EL MARTIR DEL DESIERTO


Enviado por   •  1 de Marzo de 2013  •  799 Palabras (4 Páginas)  •  345 Visitas

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“EL MARTIR DEL DESIERTO”

Maestro... ¿Dónde, dónde está el monumento que el pueblo y el gobierno en tu honor han levantado?... ¿Dónde... dónde está el monumento?.

Si fueras coronel y trajeras tu fusil colgado al hombro, te pondrían cien medallas por cada ser humano asesinado... Serías un héroe nacional. Harían tu efigie en mármol, bronce u oro y un escrito que a la letra así dijera: “Salve... Oh mártir, que cubriste con decoro las armas nacionales en todas las trincheras”...

Pondrían tu nombre a calles y parques y jardines, y con toques de trompetas y clarines, harían que fuera el pueblo tu féretro a besar... Y en vez de cirios... Estarían cuatro cadetes del heroico Colegio Militar.

Es risible, maestro, pero es la realidad... Tú, que luchas a diario por los campos, por las sierras, por la veredas y hoyancos, donde fuiste regando con tu sangre los caminos... Donde con paciencia hiciste gente, a tantos campesinos, enseñándoles que entre el lápiz y el abismo, hay una gran distancia, y esa distancia se llama... analfabetismo.

Con tu sudor se construyeron las aulas de tu escuela, con tu sabiduría hiciste de cada niño... ¡un pájaro que vuela!... Con tus sonrisas formaste un jardín lleno de rosas y con tus cantos nacieron, sin querer las mariposas...

Maestro... Tú que libras a diario, batalla tras batalla, sin ruidos de fusiles, sin fuego de metralla... tienes que esperar medio siglo a que pongan en tu escuálida mano, la famosa medalla Altamirano.

Una sola... Maestro, una sola... No mereces más; pues tu espada es de grafito, de gis y de pizarra... Es papel que no chorrea sangre... Es arcilla que no hiere, es arcilla que no mata, es escoria que no sirve en los campos de batalla, es ceniza que se esparce, es ceniza que no marca huellas... Es río que perdió para siempre su cauce.

Tus esfuerzos no sirven, maestro... tus desvelos a nadie le importan, a nadie le interesan... Porque el honor y la gloria solo se ganan en combate... Y tú, no te ensañas con los niños que salen a tu encuentro, no te ríes a carcajadas del dolor que llevan dentro y nunca la espalda les das si te piden, Maestro... tu consejo.

Jamás dañas, jamás hieres, jamás matas... Tu labor no es destruir vidas. Tu misión es hacer hombres que sepan construir sus propias vidas. Cambiar al mundo te pusiste como meta, sin importarte caer en las garras del desprecio de las gentes que solo ven en ti... un mendigo que se arrastra como una marioneta en el trapecio.

Cambiaste estrellas y barras por espinas, dejaste casa, padres, hermanos... por una sola dicha: Hacer del niño un pavoreal de mil colores. Cambiaste lujos, alfombras y cortinas... Por una choza humilde de cartones... Dejaste mesas con platillos y manteles, para irte a pasar hambres con las gentes que sueñan con castillos y oropeles.

¿Y ese sacrificio...

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