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EL VUELO DE LOS GANSOS


Enviado por   •  1 de Octubre de 2013  •  2.323 Palabras (10 Páginas)  •  464 Visitas

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El vuelo de los gansos

Miguel A. Santos Guerra En el mundo animal encontramos ejemplos admirables de los que los seres humanos podemos aprender. Recuerdo haber leído hace muchos años un libro emocionante del etólogo y premio Nobel de Medicina Konrad Lorenz. Se titulaba «El anillo del Rey Salomón». Procedía el título de la leyenda que cuenta que el sabio rey disponía de un mágico anillo que le permitía hablar con los animales y conocer lo que ellos decían. Las deliciosas descripciones de las costumbres de los animales de aquel libro me ayudaron a sentir y pensar.

La curiosidad que provoca el conocimiento de la vida de los animales y el amor que los protege de la brutalidad y de la crueldad de la naturaleza y de los humanos, es una forma de sensibilidad ética. Maltratar a los animales es una manera de envilecerse.

Hace muchos años que leí esta aleccionadora historia sobre el vuelo de los gansos. Más de una vez he pensado servirme de ella para propiciar algunas reflexiones que nos ayuden a revisar nuestros comportamientos. La etología ha descubierto por qué los gansos vuelan juntos. Lo hacen formando una «V» porque cada pájaro, al batir sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al ganso que va detrás de él. Volando en V, todo el grupo aumenta por lo menos en un 70% su poder de vuelo, comparado a que cada pájaro lo hiciera solo.

Los gansos comprueban que hay una forma de volar que no solo facilita el vuelo individual sino que ayuda al resto a volar.

Cada vez que un ganso se sale de la formación y siente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de volar solo y de inmediato se reincorpora al grupo, para beneficiarse del poder del compañero que va adelante.

Cuando un líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar.

Los gansos que van detrás producen un sonido propio de ellos y lo hacen con frecuencia para estimular a los que van adelante para mantener la velocidad.

Cuando un ganso enferma o cae herido, dos de sus compañeros se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo, y se quedan con él hasta que esté nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere.

Vivimos en un época en la que el individualismo campa a sus anchas en la sociedad. Un individualismo de dos tipos. El primero se refiere al exclusivo interés por uno mismo. En tiempos de crisis, adquiere un nuevo matiz: sálvese el que pueda. El segundo individualismo tiene que ver con un ego colectivo que puede ser la pareja o la familia. Lo demás y los demás no solo es que no importen, es que pueden ser sacrificados en aras de la causa particular.

Los gansos ha descubierto que es mejor ayudarse unos a otros que competir por ver quién llega primero, Es más razonable ayudarse que destruirse. Es mejor ser compañeros de viaje que hacen más fácil el vuelo que competidores que se obstaculizan y se destruyen.

No nos damos cuenta de que, a la larga, esa forma egoísta de plantear las cosas, acaba siendo perjudicial para todos. Porque la unión hace la fuerza. Cuando un ganso decide volar por su cuenta, olvidándose de los demás, tiene muchas más dificultades en hacerlo.

Nos está pasando que, al ir cada uno a lo suyo, nos estamos perjudicando todos. Nuestra fuerza se multiplicaría si nos ayudásemos unos a otros. Pero no. Cada individuo piensa que los demás son obstáculos, destructores o competidores de su felicidad. Como si se tratase de repartir un pastel y pensásemos que lo que se lleva el otro, nos lo quita a nosotros. Puede entenderse, por el contrario, que o construimos entre todos una casa o no tendremos casa. Son dos formas de ver las cosas. Los gansos nos muestran por qué es más razonable la forma solidaria de proceder.

Los gansos nos dan otra lección con su estrategia colectiva de vuelo. La asunción de responsabilidades se reparte para ejercer el liderazgo de forma que cuando uno se cansa otro le releva. Cuando uno no puede más, es relevado por otro, que tiene que hacer un esfuerzo singular durante un tiempo. El líder vuela al servicio el grupo. No se aprovecha de los demás sino que los sirve. Esa forma de asumir la responsabilidad es positiva para todos, no solo para quien la ejerce. El relevo hace que todos puedan aportar ese servicio al grupo.

Voy a publicar en Argentina y Portugal dentro de una semanas un libro sobre el valor educativo de la dirección escolar. Se titulará «Las feromonas de la manzana». La metáfora se debe al hecho de que las manzanas tienen unas feromonas tales que si metes una manzana en un bola con frutas verdes, éstas maduran por la influencia de las feromonas De esa manera se muestra que la dirección es una fuerza que ayuda a crecer. En el libro explico que el líder es aquella persona que ayuda a crecer a los demás. Y en él defiendo la tesis de que no me gustan los directores o directoras para toda la vida sino los que ejercen la dirección durante un tiempo y luego se incorporan al grupo como uno más.

Cuando el líder está como uno más en el grupo, sabe lo que es ser un líder y cuando está ejerciendo el liderazgo sabe lo que es estar como uno más en el grupo. No creo que unos hayan nacido para el liderazgo y otros para la obediencia sino que todos hemos nacido para ayudarnos mutuamente en funciones diferentes.

El sonido que emiten los gansos sirve de estímulo y de aliento a los demás. Frente al uso de la palabra para destruir, desanimar, criticar y demoler, existe la posibilidad de utilizarla para alentar, ayudar y estimular a los demás. Los gansos se animan a través de los sonidos que vienen a decir: estamos juntos, ánimo, adelante€

Me gusta, sobre todo, de esta maravillosa lección, la ayuda que el grupo presta a quien flaquea o enferma. Esta es una característica de las sociedades que valoro de forma entusiasta: ¿qué pasa con los débiles, con los enfermos, con quienes no pueden seguir el ritmo de los demás? La actitud de abandonarlos a su suerte es propia de grupos desalmados. La atención a los que tienen problemas es un signo de la categoría moral de las sociedades. Sería más fácil dejar que quien flaquea o enferma, caiga y se pierda. Los demás podrían seguir sin esa rémora. Decidir acompañarlos hasta que se incorporan al grupo o mueren, significa velar por la dignidad de cada individuo.

Ayudar a los débiles, a los enfermos, a los discapacitados es un modo de construir un grupo inteligente y solidario. En una ciudad hecha para los niños, piensa Francesco Tonucci, pueden habitar enfermos, mujeres embarazadas, discapacitados, ancianos€

En el vuelo de los gansos están todos, no solo los más fuertes, los más sanos, los

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