Educacion
claragonzalez22 de Octubre de 2013
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INTRODUCCION
Ante la exigencia de la sociedad venezolana para mejorar el sistema educativo es necesario, entre otras acciones, comenzar por rescatar la verdadera función que debe cumplir el docente, específicamente, en su rol de asesor, facilitador, e investigador, por construir el mismo, lo cual es un valioso aporte para el proceso de enseñanza-aprendizaje; por cuanto sus beneficios van dirigidos no solo a los alumnos sino también a los agentes involucrados en el proceso educativo. Así mismo, el docente en su nuevo rol brinda asesoramiento y herramientas a todos los alumnos significativamente, a fin de que contribuya a la formación integral de ellos mismos, en consecuencia, lograr mayores niveles de calidad de la educación.
En este sentido, el propósito es dar a conocer el desarrollo de las actividades cumplidas por el docente en su rol de asesor-facilitador en la última etapa de la carrera de educación.
EL EDUCADOR COMO MEDIADOR DEL PROCESO DE APRENDIZAJE
Antiguamente, el maestro producía un proceso de instrucción más que de enseñanza. El docente era un repetidor de conocimientos, los cuales el alumno podría no interiorizar ni cuestionar. El maestro no tomaba en cuenta las vivencias del niño y no conocía lo decisivo de la educación informal en la formación del mismo. Así se transmitían los conocimientos en una manera literal, no se construían sólo se recibían pasivamente. El educando era una verdadera caja o archivo de datos memorizados los cuales no entendían o no eran capaces de aplicarlos a sus exigencias
EL DOCENTE COMO FACILITADOR DEL APRENDIZAJE
Desde la planificación del curso, hasta su ejecución y posterior control, la labor profesional del docente se centra en minimizar los esfuerzos que ha de hacer el alumno para aprender. En este sentido es un facilitador que conduce el proceso de aprendizaje del alumno. Tanto a la hora de seleccionar los contenidos a impartir o las actividades prácticas a realizar como en el momento de decidir qué medios o qué estrategias metodológicas usará para impartir dichos contenidos, es el propio docente y no otro quien decide y quien lidera el proceso. Los alumnos caminan con él en la senda marcada, el proceso de enseñanza, con la confianza inicial, que habrá de mantenerse, de qué seguir esa senda con él les ayudará a conseguir los objetivos propuestos.
Como conductor de un grupo el docente tiene obligación de responder a las expectativas puestas en el curso y a la confianza que los alumnos han depositado en él. El éxito de un curso, el progreso y el mayor o menor rendimiento del grupo depende en gran manera del estilo de conducción aportado por el docente.
Un buen docente ha de saber equilibrar la relación afectiva que mantiene con sus alumnos con la exigencia en la carga de trabajo y esfuerzo que ellos tienen que hacer. De ahí que las relaciones entre alumnos y las de estos con el profesor deban darse en un clima distendido de trabajo, motivando al esfuerzo y resaltando los logros, pero también atendiendo a necesidades y circunstancias individuales y reconociendo la peculiaridad de cada uno de los alumnos.
Los métodos modernos de enseñanza abogan por la actividad y la participación de los alumnos en el propio proceso de aprendizaje. Un estilo de dirección autoritario, que no permite la intervención del alumno en su proceso, o excesivamente informativo, que no de opción al alumno a expresarse, son inadecuados, acaso estén obsoletos en la Formación Ocupacional, y desde luego en cualquier tipo de formación con adultos. En la misma secuencia de presentación de contenidos yendo de lo conocido a lo desconocido, partir de la experiencia concreta del alumno, y por tanto contar con ella, crearía la sensación cierta de que el alumno es importante y el docente lo reconoce, y lograría una mayor motivación y participación del
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