El Ensayo: Historia
franksuarez225 de Octubre de 2011
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C a s t e l l a n o y L i t e r a t i r a I I I : E l E n s a y o e n Ve n e z u e l a
La circunstancia tan sugestiva del título nos obliga a recordar el origen de la palabra ensayo. En su sentido primitivo presagia la incompletez, el hacer una prueba, intentar
o más bien tentar como lo sugiere Chesterton -con su acostumbrado tono irónico- en su ensayo titulado "Sobre el ensayo", donde a la vez compara este género con una
serpiente que es tenativaen todos los sentidos de la palabra. "El tentador está siempre tentando su camino", nos dice el ensayista inglés. Y este engañoso aire de
irresponsalibilidad hace que nosotros también estemos tentados por la serpiente, y debamos aclarar que de igual modo estamos ensayando aquí un posible camino de
estudiar el ensayo como una de las formas más importantes de la literatura y sobre todo, del pensamiento venezolano.
Son necesarias algunas consideraciones preliminares acerca del género, pues aunque muchos tratan de buscarle alguna definición, alguna frontera o especificación,
pareciera ser el ensayo una una forma de expresión que no tiene ni límites ni definición precisa. Shipley es su Diccionario de literatura afirma que "nunca se ha
determinado con exactitud en qué consiste el ensayo". En efecto, el ensayo es camaleónico, tiende a adoptar la forma que le convenga. Flexible, subjetivo, de naturaleza
interpretativa, reflexiva y donde existe muy especialemente la participación del lector, acepta cualquier recurso literario e inclusive cualquier tema de las múltuples e
infinitas vetas del conocimiento humano. Dice Montaigne hacia 1580, (que por cierto fue quién por primera vez usó la palabra Essais en su acepción moderna): "Tomo al
azar cualquier tema que se me presenta. Todos me son igualmente buenos... Penetro en él, no con amplitud sino con la mayor profundidad que puedo...".
De ahí que en el ensayo todo depende del enfoque, no del tema, pues es el autor con su perspicacia, su talento y estilo quien crea el interés del tema. Por eso es lícito
llamar al ensayo "prosa de ideas", a veces poema en prosa, pues las idea contenidas deben así transfigurarse en imágenes, visiones, vivencias para trascender e
igualmente diferenciarse del artículo, tratado, crónica o una monografía. En tal sentido el ensayo es literatura aun cuando su tema no sea literario.
Y evidentemente ésta así llamada "reflexión original", ha sido en Hispanoamérica y en Venezuela una de las manifestaciones más importantes a la vez que de creación
literaria, del pensamiento y de la cultura nacional.
EL ENSAYO EN VENEZUELA
Las luchas independentistas traen nuevas preocupaciones ideológicas y políticas, las cuales por supuesto se convierten en el tema fundamental de la literatura
latinoamerericana a partir de 18l0, y el ensayo por su idiosincracia reflexiva y concientizadora es el texto más idóneo para expresar los conflixtos y las preocupaciones de
este momento histórico tan convulso. Se levantan voces que hablan de la tolerancia religiosa, de los derechos individuales, de la libertad intelectual y la sociedad
igualitaria y republicana. El espíritu de la Ilustración se muestra en todo su alcance ya que circulaban -aún cuando en forma clandestina- libros de orientación moderna: la
Encyclopédie, obras de Bacon, Descartes, Copérnico, Gassendi, Boyle, Leibniz, Locke, Condillac, Buffon, Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Lavoisier, Laplace.
Pertenece a este momento nuestros precursores, en primer lugar el Libertador Simón Bolívar (1783-1830) no sólo por sus proclamas y correspondencia, sino también por
su sentido de lo estético que está reflejado en algunos textos que le pertenecendon. Muy leídas son las cartas y escritos de don Francisco de Miranda (1750-1816).
Igualmente Simón Rodríguez, el maestro del Libertador (1771-1854) lo podemos incorporar dentro de los pioneros del género junto a Andrés Bello (1781-1865) por sus
escritos sumamente reflexivos. Estos son los precursores de los escritores, pensadores y más específicamente, ensayistas que buscaban la emancipación mental. Ya
que con la independencia no sólo se quiso cancelar el gobierno colonial sino que estos hombres se esforzaron por expresar una nueva ideología. Casi todos ellos son
hombres de pensamiento y de acción, fecundos y enormemente influyentes.
Esta generación de la independencia produce en Venezuela desde 1830 al igual que en el resto del continente una literatura de combate. Abarca, desde el punto de vista
literario, toda la época de auge y fin del romanticismo y disolución del clasicismo. Alcanza un destino estelar con nombres -como vimos- que van desde Simón Rodríguez
y Simón Bolívar ("vastas resonancias de maestro profeta y discípulo genial", como los llama respectivamente Lezama Lima), hasta el clásico pero moderno Andrés Bello.
No debemos dejar de mencionar en este período a los destacados Arístides Rojas, Fermín Toro, Juan Vicente González, José María Baralt y Cecilio Acosta. Es el
tiempo de los gobiernos de José Antonio Páez, los hemanos Monagas, la guerra federal y Antonio Guzmán Blanco. Llega también a la presidencia un hombre distinto,
distinguido y universitario, el Dr. José María Vargas, primer rector de nuestra Universidad Central de Venezuela.
El escenario, en efecto sirve para la transfiguración histórica y muestra el desafío de una literatura que se sumerge en el humus de la guerra, donde en esa transición
(desde el punto de vista cultural) del barroco al romanticismo de fines del siglo XVIII y principios del XIX se sorprende con rasgos ya de raigambre muy americana, que
sin romper la tradición hispánica, abre un nuevo camino a la reflexión y expresión de los problemas más candentes del momento. Es importante aclarar que estos
personajes aún no están conscientes de la categoría de ensayo, y expresan sus ideas en un texto que algunos llaman "proto-ensayo", y que en alguna medida se
emprenta todavía con el tratado, el artículo, la epístola y la oratoria. Pero a la vez se van a convertir en los primeros enlances entre la reflexión y la historia literaria de
Venezuela.
Y dentro de ese proceso que arranca del siglo pasado, el género del ensayo se va a consolidar "como forma de expresión de un grupo homogéneo y literariamente
organizado" (José Ramón Medina, 50 años de literatura venezolana, p.186) con los escritores que integraron la primera generación positivista: José Gil Fortoul,
Lisandro Alvarado, César Zumeta. Luis Razetti, Laureano Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya, Samuel Darío Maldonado, por citar a los más destacados.
Todos ellos diversificaron su interés investigativo por temas típicamente positivistas: la historia natural, la biología, la antropología, la sociología, economía, política,
filosofía y el derecho y la historia. Y como lo señala José Ramón Medina, el positivismo, esa nueva ciencia que penetra con evidente retardo en los estudios
universitarios de Venezuela, significa un saludable impacto para la cultura general venezolana. Sobre todo la historia, la sociología, la filosofía y la crítica literaria (aún no deslindada del ensayo, confusión que aún hoy se da en algunos escritores) entran en el mundo del ensayo dentro de una nueva concepción que utiliza un método de
investigación novedoso entre los intelectuales venezolanos. Este método también va a repercutir sobre el campo literario con el modernismo. La novela y el cuento se van
a mover entre el campo de la experimentación tesista (que pretende demostrar algo, lo que llamaríamos novela-tesis) pero que a la vez crea un discurso preciosista de
giros y aires no tan pausados que irrumpen en todos los campos de la literatura. Pero sobre todo va a ser el ensayo la expresión donde, tanto el positivismo como el
modernismo encontrarán su justo y verdadero cauce de búsqueda conceptual de identidad nacional.
El ensayo de esta época une su destino a dos aspectos de gran interés y que darán forma a la expresión ensayítica de principios del siglo XX: por un lado la influencia
que va a tener en los escritores venezolanos la generación del 98 español, sobre todo a través de los ensayistas Ortega y Gasset, Unamuno y Azorín, y por el otro el
planteamiento de América como problema. Con respecto a este segunto aspecto, la indagación inquietante de la cultura, la historia y finalmente identidad propia es una
búsqueda que oscila entre la esperanza y un desventurado pesimismo. El pesimismo nos viene de lo que llama el poeta cubano Lezama Lima el complejo de inferioridad,
"creer que su expresión (expresión americana) no es forma alcanzada, sino problematismo, cosa a resolver", ("Mitos y cansancio clásico", en La expresión americana,
p.27). Se va estructurando un cuadro nacional que se imbrica con los nombres de Rodó, Mariátegui, Vasconcelos, Alfonso Reyes y Pedro Henrìquez Ureña entre otros.
Así tenemos, entre los primeros a José Gil Fortoul (1862-1941), quien aborda la investigación sociológica para hacer una interpretación positivista de la historia
venezolana. Testimonio reflejado sobre todo en su libro El hombre y la historia. Es importante destacar que Gil Fortoul también hizo una importante labor como
historiador de la literatura venezolana en forma ensayística. Compañero de generación es Lisandro Alvarado, desconcertante por su gran capacidad
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