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El Estudiante

sherloks11 de Octubre de 2012

989 Palabras (4 Páginas)286 Visitas

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Los Oscar de este año han confirmado que, de vez en cuando, conviene volver a los clásicos. Por ejemplo, al cantante mexicano Agustín Lara —El Flaco de Oro—, que tenía muy claro qué, en la vida, se ama “solamente una vez”. Así lo expresó: “Una vez, nada más / se entrega el alma / con la dulce y total / renunciación, / y cuando ese milagro realiza / el prodigio de amarse, / hay campanas de fiesta que cantan / en el corazón…”. ¿Le gusta a usted esta canción? ¿Cada vez que la escucha siente un pellizco en el estómago? Pues vaya corriendo a ver El estudiante. Le encantará. Por el contrario, considera ese bolero pasado de moda, sensiblero, cursi… Entonces, ni se acerque a los cines en que se proyecte esa película. Corre el peligro de recuperar los buenos sentimientos.

En efecto, al protagonista de El estudiante le gusta mucho Agustín Lara y también otro clásico, esta vez literario: El Quijote, de Miguel de Cervantes. Chano (Jorge Lavat) es un buen hombre de 70 años, culto y caballeroso, que vive en Guanajuato con su esposa Alicia (Norma Lazareno), a la que adora y llama cariñosamente Sirenita. Atraído por el anuncio de una representación teatral del Quijote, Chano se inscribe en la bella universidad de la ciudad para estudiar Literatura. Tras el inicial golpe generacional, el simpático anciano se irá haciendo amigo de un grupo de chicos y chicas, a los que aconsejará sobre la obra cervantina y a los que ayudará en sus incipientes romances y en otros conflictos vitales, como un embarazo no deseado, la muerte de un ser querido o una agresiva adicción a las drogas.

Descaradamente quijotesco, romántico y positivo, este precioso cuento moral exalta sin complejos un noble estilo de vida, de clara inspiración cristiana, delimitado por valores como el trabajo bien hecho, el respeto exquisito a la dignidad de la mujer y del varón, el sentido purificador del sufrimiento y la caridad como guía fundamental de las propias acciones. Todo ello, expuesto por el debutante Roberto Girault a través de un guión elegante y sustancial, y de una luminosa puesta es escena, de esmerada planificación, que saca brillos a los bellos rincones de Guanajuato y extrae a sus actores unas interpretaciones frescas, veraces y emotivas. Redondea el conjunto la sugestiva banda sonora de Juan Langarica.

A ciertos paladares, esta propuesta les resultará demasiado sentimental e idealista. Pero, en realidad, la película nunca oculta su condición de fábula “inspiracional” —como subraya su publicidad—, ni disimula su afán por hacer vibrar en cada escena las fibras más íntimas del alma. Además, refuerza esos efectos emocionales con una riquísima antropología, muy bien asentada en la realidad más profunda de la naturaleza humana. Por eso no sorprende que El estudiante gozara de una enorme éxito en México —donde permaneció en cartel durante 22 semanas— ni que haya ganado numerosos premios, incluidas seis Diosas de Plata —de los Periodistas Cinematográficos y de Espectáculos de México (PECIME)—, entre ellas, a la mejor película y al mejor director.

Esta película es una maravillosa historia del encuentro de dos generaciones separadas unos 50 años de diferencia. Cuenta los avatares y las peripecias de Chano, un cariñoso y entrañable abuelo que decide ir a la universidad cuando nadie en su familia espera esa decisión pero que a él le llena de orgullo y felicidad. Este encuentro de dos generaciones distantes en el tiempo y a veces con tantas diferencias culturales y de formas de vivir y entender la vida genera momentos graciosos para el espectador pero sobre todo permite al director lanzar directo al corazón el mensaje de la película que es todo lo que se puede aprender de la gente mayor y que muchas veces quien crees que ya no tiene mucho que aportar es precisamente quien ayuda a dar sentido

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