El Movimiento

El movimiento y la música

El movimiento desde algunas concepciones

El movimiento y la música

Moverse con la música proporciona un extraordinario medio para lograr la interacción psicocorporal y el desarrollo de la expresividad. El poder de la música se rescata descubriendo la función para la que nació: reflejar, como toda manifestación de arte, al ser humano, para que este pueda reconocerse en ella, es decir, para que pueda conocer de nuevo su propia alma sus propias aspiraciones, sus propias emociones que son también las emociones y las instancias interiores de todos los hombres, de aquella “humanitas” que nos hace iguales entre iguales.

Este es el sentido que queremos dar al movimiento con la música: el de reconocer y expresar partes de nosotros mismos que esta evoca en nosotros y hacer resonar en nuestro interior, confiándonos a su vez, la tarea de expresarla con nuestro movimiento. En este proceso intervienen dos momentos complementarios: uno receptivo y uno activo. El primero implica abrirse por completo a la escucha y a la comprensión de la música; el segundo, confiar en las potencialidades del cuerpo para expresarla.

El resultado de esta gran combinación no es estético como en la danza, sino interior. En el espectáculo de danza, los bailarines expresan una serie de contenidos como energías, emociones, figuras, para suscitarlas en los espectadores. En el movimiento expresivo con la música somos, al mismo tiempo actores y espectadores: con nuestro movimiento, suscitamos dentro de nosotros emociones, energías, ideas de las cuales tomamos conciencia, enriqueciendo así la idea de nosotros mismos y la capacidad de expresarnos en la vida. Esta es la belleza, la estética del movimiento para un crecimiento interior: no se trata de producir formas perfectas para que sean admiradas. El símbolo musical crea, entonces, la ilusión del movimiento de nuestra vida interior, de nuestros sentimientos: es el modelo del dinamismo de la vida subjetiva.

La vida es movimiento continuo: ese movimiento de un estado interior a otro, de un sentimiento a otro, de una energía a otra, de un gesto a otro. La música hace audible este tiempo que corresponde al desarrollo de nuestra vida interior. Es evidente, como la música y el movimiento que inspira pueden ser aliados de enorme utilidad para quien comienza un trabajo de crecimiento interior a partir del cuerpo .

En cualquier comportamiento del ser humano podemos evidenciar diferentes acciones expresivas, en unas se expresan aspectos emotivos y otras están relacionadas con el crecimiento físico y las posibilidades mecánicas de movimiento. En todos los casos, la expresividad se sitúa en sistemas de comunicación no codificada y el cuerpo permanece al servicio de la comunicación como mediador de la dimensión expresivo-comunicativa.

La música en su devenir sonoro, invita al gesto, al movimiento, a la danza. Entre tanto el movimiento está relacionado con: esquema corporal, cualidades motrices, coordinación y equilibrio, percepción temporal y espacial, respiración y relajación. Es por ello que estos dos términos terminan siendo muy unidos, ya que ambas corrientes valoran los elementos ligados a la estética y expresividad

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