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El Primer Deber De La Madre


Enviado por   •  5 de Febrero de 2013  •  1.500 Palabras (6 Páginas)  •  351 Visitas

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El Primer Deber de la Madre

Posibilidades de un niño bien enseñado

Dios ve todas las posibilidades que hay en esa partícula de humanidad. Ve que con la debida preparación el niño llegará a ser un poder para el bien en el mundo. Observa con ansioso interés para ver si los padres llevarán a cabo su plan o si por una bondad equivocada destruirán su propósito y por su indulgencia excesiva causarán la ruina del niño para este tiempo y la eternidad. Transformar a este ser desamparado y aparentemente insignificante en una bendición para el mundo y una honra para Dios es una obra grandiosa. Los padres no deben tolerar que cosa alguna se interponga entre ellos y la obligación que tienen para con sus hijos.

Una obra para Dios y la nación

Los que observan la ley de Dios consideran a sus hijos con sentimientos indefinibles de esperanza y temor, al preguntarse qué parte desempeñarán en el gran conflicto que los espera. La madre ansiosa pregunta: "¿Qué decisión tomarán? ¿Qué puedo hacer con el fin de prepararlos para desempeñar bien su parte, de modo que obtengan la gloria eterna?" Grandes responsabilidades pesan sobre vosotras, madres. Aunque no os destaquéis en los consejos nacionales, ... podéis hacer una gran obra para Dios y vuestra nación. Podéis educar a vuestros hijos. Podéis ayudarles a desarrollar caracteres que no vacilarán ni serán inducidos a hacer lo malo, sino que influirán en otros para que hagan lo bueno. Por vuestras fervientes oraciones de fe, podéis mover el brazo que mueve el mundo.

En la infancia y la juventud es cuando se debe dar instrucción. Debe educarse a los niños para que sean útiles. Se les debe enseñar a hacer lo que es necesario hacer en la vida familiar; y los padres deben dar a estos deberes un carácter tan agradable como sea posible mediante bondadosas palabras de instrucción y aprobación.

Muchos descuidan la educación en el hogar

A pesar del tan elogiado progreso que se ha alcanzado en los métodos educativos, la preparación actual de los niños adolece de una triste deficiencia. Lo que se descuida es la preparación que debe darse en el hogar. Los padres, especialmente las madres, no comprenden su responsabilidad. No tienen paciencia para instruir a los pequeñuelos confiados a su custodia ni sabiduría para gobernarlos.

Es demasiado cierto que las madres no ocupan el puesto al cual las llama el deber, y no son fieles a su condición de madres. Nada nos exige Dios que no podamos cumplir con su fuerza, nada que no sea para nuestro propio bien y el de nuestros hijos.

Procuren las madres la ayuda divina

Si las madres comprendiesen la importancia de su misión, pasarían mucho tiempo en oración secreta, para presentar a sus hijos a Jesús, implorar su bendición sobre ellos y solicitar sabiduría para cumplir correctamente sus deberes sagrados. Aproveche la madre toda oportunidad para modelar la disposición y los hábitos de sus hijos. Observe con cuidado el desarrollo de sus caracteres para reprimir los rasgos demasiado salientes y estimular aquellos en que sean deficientes. Haga de su propia vida un ejemplo noble y puro para los seres preciosos que le han sido confiados.

La madre debe dedicarse a su trabajo con valor y energía, confiando constantemente en que la ayuda divina descansará sobre todos sus esfuerzos. No debe descansar satisfecha antes de ver en sus hijos una elevación gradual de carácter, antes que ellos tengan en la vida un objeto superior al de procurar tan sólo su propio placer.

Es imposible evaluar el poder que ejerce la influencia de una madre que ora. Ella reconoce a Dios en todos sus caminos. Lleva a sus hijos ante el trono de gracia y presentándolos a Jesús le suplica que los bendiga. La influencia de esos ruegos es para aquellos hijos una "fuente de vida." Esas oraciones, ofrecidas con fe, son el apoyo y la fuerza de la madre cristiana. Descuidar el deber de orar con nuestros hijos es perder una de las mayores bendiciones que están a nuestro alcance, uno de los mayores auxilios que podamos obtener en medio de las perplejidades, los cuidados y las cargas de nuestra vida.

El poder de las oraciones de una madre no puede sobrestimarse. La que se arrodilla al lado de su hijo y de su hija a través de las vicisitudes de la infancia y de los peligros de la juventud, no sabrá jamás antes del día del juicio qué influencia ejercieron sus oraciones sobre la vida de sus hijos. Si ella se relaciona por

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