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El Silencio Del Mandala Por Angela Penagos


Enviado por   •  2 de Octubre de 2012  •  4.535 Palabras (19 Páginas)  •  727 Visitas

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Ángela Penagos Londoño

Silencio

del mandala

o

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PRELUDIO A LA ROSA

DE BOROBUDUR

“Entra en el sonido de tu nombre y escucharás el sonido del universo”. Reza un koan de la filosofía del budismo Zen.

Entremos en el dulce sonido del nombre: Ángela. Decir Ángela, es abrir la estancia de las anunciaciones. Las Angelas llevan el sello que descifra los mensajes entre la tierra y el cielo.

Llamarse Ángela, impone un deber aprendido en la ciencia de la Onomatología lo que nos habla de orígenes y diferentes significados de los nombres de las personas.

Esa tarea de Ángela, consiste en realizar viajes del Ser hacia las regiones seráficas del espíritu, entrever visiones ocultas; calentarse las manos en los fuegos del misterio y pasar los nueve umbrales, definidos en la antigua poesía del mundo.

La dedicatoria cumple las palabras justas porque los seres mas amados de Ángela, merecen este homenaje de reconocimiento. No se da silvestre, el apoyo leal de una familia a quien escribe, o dedica también sus horas, a los quehaceres del arte.

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El SOL es el GRAN MANDALA.

Si logramos caminar ciento cincuenta millones de kilómetros en línea recta hacía él, llegaremos algo exhaustos, pero más resplandecientes. Las velas del viento solar, conducirán de regreso nuestro navío estelar.

El escritor peruano Carlos Castaneda nos relata en una de sus obras de antropología filosófica, la costumbre de las mujeres iniciadas de la comunidad Yaqui de Sonora, en Méjico, de inundarse de sol por dentro.

Ellas lo miran directamente antes de ocultarse, cuando ya no es riesgoso mirarlo y, con ligeros parpadeos, sólo por el ojo izquierdo, las mujeres entran al sol a su corazón, se vuelven hechas de sol, hijas del sol, a-sol-eadas de estrella viajera, por toda su sangre.

Por todo esto y por las razones que sólo ella conoce, Ángela decidió bautizar a su primer capítulo con el nombre:

SOL UNO. ALELUYA.

Ángela encontró una palabra precisa, una metáfora muy gozosa, para la virtud que nos convoca en el verso del poeta inglés William Blake, además de pintor y visionario, cantador de la inocencia, nos deja en este libro un verso

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proverbial, que deberíamos pronunciar de saludo, plegaria o despedida: LA ALEGRIA y se recupera siempre esta dicha sencilla, volviendo a un juego de infancia, a un objeto del elemento aire, del iniciarse al vuelo y mecerse hacia la nube: un columpio.

María Zambrano, Filósofa mayor, estudiosa de su niñez, quien también soñaba ser vigía de la noche para estar alerta en lo oscuro, guía a Ángela hacia el hallazgo de su caja de Pandora.

Aquí, es conveniente, refrescar la memoria de quien va a comenzar la lectura de este libro y exaltar una de las mejores cualidades de su autora, como es su alegría sustancial, el don de su deliciosa risa, el contagio de su pura alegranza, para emplear una palabra venida desde el siglo XII, desde los tiempos del verso del Arcipreste de Hita.

En vez de la palabra capítulo, tamizada por cribas de libros, una y otra vez, Ángela prefiere regalarnos otro mándala vivo: LA LUNA.

Aquí la luna signa el “ALBUM FAMILIAR”.

Excelente el epígrafe hallado para coronar el poema: “Filósofo del viento”. Encuentro muy valioso este poema salido desde lo hondo de su alma , a don Luís Arturo, su padre.

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Que bueno los poemas a los tres hombres de la casa. Quien posea la alegría de leer, viajará desde la tortuga y la ola, hasta un caballo alado.

Esta estancia se cierra con un hermoso poema: “Enredajo de colores”. Ángela nos ofrenda en esta página, una palabra de mamá tejedora, cerca de niño o gato, que enreda el hilo mientras ella se descuida. Cuatro sílabas, de un agradable sonido grave: en-re-da-jo, nos vuelven a la dulcedumbre del recuerdo.

FLOR TRES

“Si alguien puede comprender una sola flor, comprenderá el Universo”.

Escribió el poeta inglés Alfred Tennyson. Conocí este verso, citado por Jorge Luís Borges.

Tennyson dijo: COMPRENDER.

Mirar la rosa, contemplarla en silencio, hasta volverse la rosa misma.

Estancia del amor. Ángela ensueña este estado de gracia, en gráciles sustantivos: mandala, mirada, zuribio, tobogán, sagrario, aliento, balsa, falúa, ocarina, anémona, hamaca, danza, arpa, salida, adagio.

Deseo destacar este poema: “En la aurora”. Cinco veces, Ángela pronuncia con dolor, la palabra dolor. Y esa afortunada aliteración

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entre el tambor, el temblor y el sudor. Y dejar, esa absoluta soledad de ausencia en la alborada.

La clepsidra, voz derivada del griego, significa un reloj de agua. También significa otro mandala preciso del tiempo inmerso en el elemento del eterno fluir.

Ángela canta la dicha de escribir en el poema “Abuelita de maíz”. De pronto, es el poema que resume toda su concepción de la palabra dicha en poesía, es imprescindible en una lectura oral de su labor con la escritura.

YANTRA CINCO

Esta palabra de origen hindú, nombra figuras geométricas que poseen la magia de la serenidad en su centro.

La estancia final del libro nos reposa en la sabiduría de la naturaleza, símbolo de las emanaciones del ultra mundo.

Deseo detenerme en el sonido de la palabra “farándula” y ensoñarla en su ronda. Una farándula es una “compañía antigua de cómicos”, según nos enseña el diccionario Larousse, en una edición de 1958 plena de bellísimas ilustraciones.

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Danzar y danzar alrededor de una palabra hasta encontrarle su primitiva comparsa. Farándula. Ronda rosa y azul de Matisse.

Por estos días, Ángela viaja admirada, en las elipses y espirales de Marcel Proust, “Por el camino de Swann”.

Cada libro es un laberinto-mandala, en cada palabra flota un castillo con puente levadizo y Ángela

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