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El aceite de oliva


Enviado por   •  15 de Mayo de 2013  •  Tesis  •  536 Palabras (3 Páginas)  •  462 Visitas

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Estando en una tertulia días pasados, varios amigos ya bastante 'maduritos' comentábamos cuanto había cambiado la higiene y vigilancia en todos los artículos, y en particular en los de alimentación.

Hoy los que tengan menos de 40 años tuvieron la suerte de conocer aquellos tiempos.

Artículos envasados

Solamente venían envasadas las conservas tanto vegetales como de pescados. Cuántas veces un artículo envasado de estos tipos llegaba el momento que fermentaba y daba lugar a que estallase el envase de hojalata.

Todos los demás artículos como los cereales, alubias, garbanzos, lentejas, etc, además de las harinas y pastas, venían a granel. Entonces las tiendas de ultramarinos poseían una serie de cajas y taquillas donde depositaban todos estos productos y así se iban despachando, envolviéndolos en los célebres papeles de 'extrasa'.

Por supuesto ninguno de estos artículos disponían de las fechas de caducidad así como de la composición de los productos.

A granel

El aceite de oliva venía en bidones de 200 litros. A este recipiente se le acoplaba un aparato que marcaba la cantidad a despachar. También, entre otras cosas, venía la leche condensada, el atún, etc... que llegaba en envases de diez kilos y el cliente llevaba su recipiente para ser despachado. Igualmente llegaba a granel el café, los pimientos y otros productos que el almacenero se encargaba de ir haciendo paquetitos de 25 o 50 céntimos de pesetas.

Hablar de higiene y vigilancia en todo esto sería perder el tiempo. Todos estos artículos estaban al alcance del público sobre los mostradores y sin ningún resguardo posible.

Leche fresca

Aún no existían las centrales lecheras y este producto llegaba a Cádiz a través de una serie de recaderos con su camioneta que iba recogiendo las cántaras por los distintos puntos de la provincia más cercanos a la capital hasta llevar a las lecherías el producto a granel. Al salir de la vaquería, el propietario la 'baustizaba', por aquello de sacar algún beneficio más. Esto lo sabía el lechero de la ciudad y para poder sacar un poco más de beneficio la 'rebaustizaba' con ese agua que en aquellos tiempos procedía de la Sierra de San Cristóbal y del Tempul de Jerez. Era curioso ver a las amas de casa con sus lecheras por la calle y la talega con el pan en la otra.

Había una serie de cosas que no se vendían en los ultramarinos como el agua mineral, que se hacía en las boticas con las dos o tres marcas que había en aquel momento.

Era curioso la utilidad que se le daba al papel de los periódicos una vez leídos. Servía para envolver la sosa, el jabón verde para lavar y una serie de cosas que se compraban en las droguerías y que también llegaban

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