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El héroe Y La Acción


Enviado por   •  30 de Mayo de 2014  •  1.645 Palabras (7 Páginas)  •  166 Visitas

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Obrar hace al héroe; aunque éste no alcance sus prodigiosas hazañas porque sea héroe, sino que es héroe porque consigue las hazañas que posteriormente cantan los hombres. Así se convierte en el punto donde se ancla su gloria. La condición heroica no se establece como un a priori, a pesar de la predestinación desde antes de su nacimiento; la dynamis, el movimiento y la aventura son las acciones que determinan lo heroico y que signan el camino. La predestinación se confirma en tanto hay actos que materializan las hazañas. Eso evidencia que desde el pasado, el héroe tenía el camino señalado y definida la gloria que, por medio de la palabra (fama), le haría conquistar la inmortalidad. La predestinación no garantiza la acción, es augurio del acto heroico, del dolor que hará trizas la vida del hombre, es evidencia del destino que le han signado los dioses para llegar a ser héroe.

El héroe sabe del sufrimiento y la muerte, la muerte y el dolor hacen de él un hombre y son la frontera que lo define ante lo divino. Tragedia de ser semejante y distinto. Es un hombre en tanto cuerpo sufriente, es dios en tanto la fama que habrá de tener. Lo que hace de él un hombre es lo mismo que lo despoja de su condición divina y viceversa, él no tiene lugar, permanece en la ambigüedad rota en el momento mismo de la acción que resalta la doble situación: pone en juego el carácter humano en la vulnerabilidad del cuerpo y la condición divina en el furor para emprender las proezas que lo inmortalizarán justo después de la muerte, en la memoria admirada de los hombres y en la observación impasible de los dioses.

El héroe transita en las fronteras que resaltan la tensión entre la felicidad, la belleza y la perfección; el dolor, la angustia y la muerte, que sea hombre-dios y no-dios y no-hombre, un lugar liminal móvil que se hace humano en la fragilidad de su condición, divino cuando obra sobre el mundo. El héroe se define, entonces como medida entre dioses y hombres. Semejante a unos en la predestinación, la belleza y la fortaleza, y en la capacidad de transformar mediante el sacrificio que implica en la acción; cercano a los hombres por la pena, la muerte y el dolor.

Pero el héroe también responde a tipologías trágicas: su mundo es el de las fronteras y en su condición ontológica está solo: no es ni dios, ni hombre; lucha solo, y finalmente, muere solo; visto por quienes testifican su valentía. El héroe asume solo su condición y la padece. Esa soledad se perenniza en la memoria colectiva que lo destaca en su profunda individualidad. La gloria de sus hazañas cantadas lo integran a la comunidad; por lo demás, el héroe es el más dolorosamente solitario de los seres, sus luchas tienen la misión de “ayudar” a los hombres a cambio de la gloria, entendida en su dimensión individual, es decir, se le reconoce por su nombre y por sus características o, en el caso de los muertos en el fragor de la batalla, son unificados bajo el término “los héroes”, con características aplicables a todos: la valentía, la fortaleza del brazo o la lucha por los que la sociedad considera nobles ideales. La rememoración mantiene vivo al héroe para la colectividad, la que le asigna un papel simbólico que une al grupo en torno a ciertos valores, a unos modos de vida y a unas formas de obrar que han de permanecer vigentes para todos sus miembros.

La memoria colectiva recuerda la acción y lo convierte en punto de referencia de las conquistas y las derrotas, de la gloria y de la muerte, pero se convierte en lugar de partida que establece la diferencia radical entre los inmortales y los hombres, ya que su ambigüedad es la frontera que permite a éstos distinguirse de aquéllos y reconocer sus propias capacidades de transformar el mundo, a costa de romper las reglas impuestas por las deidades, entre ellas, la finitud de la vida, la vejez, la enfermedad y la muerte.

La hazaña hace perceptible el carácter ambivalente e híbrido de hombre-dios que triunfa gracias al desgarramiento de su dualidad, al violentar, al poner en el campo de batalla su propia condición de mortal-inmortal, con un sentido de la existencia que trasciende lo físico para alcanzar la exaltación que habrá de brindarle su sacrificio. En el campo de batalla la lucha más importante es la que enfrenta al héroe consigo mismo, con su condición mortal, aun sabiendo que sólo la muerte lo hará inmortal, que sólo sufriendo por una causa legítima y significativa para un grupo, podrá alcanzar la inmortalidad. Nunca se ha desplegado con tal profusión el ostracismo, la alteridad y el sufrimiento como en la personalidad heroica: salvador-sacrificado, la inmortalidad le corresponde a la evocación, en tanto es la fama, la presencia en la memoria de la colectividad lo que hace que trascienda la muerte. Sólo se muere cuando se es olvidado, cuando no queda quien recuerde las hazañas y los sacrificios.

Pero

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