El remanente del arte Proceso de producción
munozcolomaDocumentos de Investigación7 de Junio de 2022
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El remanente del arte
Proceso de producción
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Muñoz Coloma
“… pero nosotros, lejos del azar y de la aventura,
nos creíamos desterrados a un tiempo exhausto,
el tiempo en el que nada puede ocurrir…”
(Poema “Mil novecientos veintitantos”.
“El hacedor”. Jorge Luis Borges)
Quizás uno de artilugios más exquisitos de los cuales el arte ha echado mano, es el de anclarse, primero que todo, en aspectos que se escapan de las condiciones materiales de producción, incluso de la producción de la propia obra. Es así que encontramos en el palpitar prehistórico, una relación de la pintura con aspectos que tenían que ver con un mundo sobrenatural, inasible para el hombre común y sus prácticas cotidianas. Un mundo capaz de ser controlado a través de precisos rituales por seres favorecidos por fuerzas incomprensibles, que se rendían ante la mímesis, ante una obra que tenía por objeto transitar en el pequeño sendero de la bastedad de un territorio desplazado de lo material, para justamente controlarlo. Cabe señalar que aquellas prácticas no eran consideradas, como lo son hoy, prácticas artísticas, sin embargo, van a sentar las bases de una genealogía de la producción artística relacionada con aspectos propio de divinidades, demiurgos o mentes iluminadas, como si toda su fuerza creadora o “inspiradora” viniera desde cualquier profundidad o distancia, y no de la realidad contextual de cada artista.
Hoy, estas relaciones parecieran estar superadas, en el mundo que se autodenomina posmoderno suena, hasta casi disparatado, que la obra de arte provenga sólo de la genialidad, de la inspiración o de la sensibilidad de un privilegiado que ha sabido, a través de la técnica, conmover a miles de personas con obras vaciadas de contenido. A mi parecer, cuando sucede esto como una constante quizás no estamos frente a una práctica artística, sino más bien, frente a un capricho o a una serie de caprichos que se sitúan ajenos de la realidad significativa. En los tiempos que corren el artista es un ser que palpita, vive, transita, disfruta y sufre el mundo como cualquier otro trabajador, lejos de la caricatura caprichosa hollywoodense. Y es probable que este creador, muy lejos de lo que se piensa, sea más consciente que muchos de esta realidad significativa del mundo, de las condiciones objetivas de su mundo, para desde ahí, desde ese modo procesual que vive en el arte contemporáneo, pueda generar una obra que apele a conmover, a sensibilizar o a poner en tensión problemáticas que se cruzan con su archivos ficcionales y/o biográficos generando resignificaciones simbólicas, subjetivas y semánticas.
De ahí la importancia de este Proceso de Producción que instala Par de Patoz en la cotidianidad de la universidad, de estar presente en una institución que no cambia su ritmo frente a la creación de la obra sino que vive con ella, incluso en la transparencia del modo de trabajo de los artistas. En este caso Álvaro Pereda Roa (Alperoa), ha generado 10 hitos al interior de las prácticas comunes de la comunidad universitaria: tatuarse; realizar dibujos, en ocho sesiones, al interior de talleres, salas de clases y espacios comunes; y una exposición. Dando a entender, a la vez, que todo trabajo artístico también posibilita un producto que es capaz de generar valor que se transa en el mercado a través de la fuerza de trabajo que dispone el productor.
Ya a finales del siglo XIX, el escritor francés Émile Zola nos hablaba del valor de la obra de arte en su ensayo “El dinero en la literatura”: “A partir del momento en el que el pueblo sabe leer y puede leer a precio económico, el comercio de la librería duplica sus negocios y el escritor encuentra con amplitud el medio de vivir de su pluma… un obrero como otro cualquiera que gana su vida con su trabajo”. Es evidente que podemos hacer un parangón a partir de este escrito decimonónico, entre el escritor y el artista visual en este caso, que se yergue como un agente también inmerso en la trama del mercado. Como sucede con el deseo de los alumnos y alumnas que buscan traspasar los límites de lo académico para entrar de lleno en las prácticas del generar valor a su fuerza de trabajo, idealmente como agentes que posibiliten un cambio real en este mundo que ha sido fagocitado por el individualismo y el consumo, promoviendo, como espera la universidad, el bien común con responsabilidad social. Y no caer en la banalización total de narraciones mediadas por el espectáculo, que hacen más patente la perversidad de cómo vive el ser humano en el mundo de hoy a través de un supuesto éxito logrado por medio de la intrascendencia y de la acumulación de mercancías.
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