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El teatro de la Postvanguardia


Enviado por   •  18 de Julio de 2017  •  Ensayos  •  10.574 Palabras (43 Páginas)  •  435 Visitas

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Historia del Teatro Universal

Apunte correspondiente al Teórico XIII

Dr. Jorge Dubatti

Lecturas obligatorias: Samuel Beckett, “Esperando a Godot”; Eugene Ionesco, “La

cantante calva”; Laura Cerrato, “La postmodernidad y una estética del fracaso” y “¿Es

Beckett todavía nuestro contemporáneo?”, en su Beckett: el primer siglo (Buenos Aires,

Colihue, 2007, pp. 17-26 y pp. 153-168); Lucas Margarit, “Algunos motivos de una

representación”, “Espacio/Escenario”, “El tiempo”, “El cuerpo” y “El lenguaje”, en su

Samuel Beckett. Las huellas en el vacío (Buenos Aires, Atuel, 2003, pp. 37-99);

Wladimir Krysinski, “El lenguaje teatral de Ionesco” (en Itinerarios, n. 2, 1999, pp.

11-16); Marco De Marinis, “Algo que debe suceder: un happening”, en su El nuevo

teatro 1940-1970, Barcelona, Paidós, 1988, pp. 63-88.

En el caso del libro de Lucas Margarit, Samuel Beckett. Las huellas en el vacío, se

recomienda su lectura completa, ya que incluye una cronología sobre vida y obra de

Beckett que puede resultar útil para una introducción al autor, así como una bibliografía

básica.

EL TEATRO DE LA POSTVANGUARDIA (1940-1970)

Entramos en la Unidad 6, relativa a los fenómenos de la Postvanguardia. Llamamos

así al devenir de las experiencias de las vanguardias históricas hacia un nuevo

fundamento de valor en los años de la II Guerra Mundial (1939-1945) y de la Posguerra

(1945-1970). Ya no se luchará radicalmente contra la institución arte ni se buscará la

fusión del arte con la vida, pero sí se retomarán las experiencias de experimentación e

investigación formal y semántica a través de una reformulación del venero de

procedimientos de las vanguardias históricas. Marco De Marinis, en su El nuevo teatro

1940-1970, observa que lo nuevo se define en este período como “experimentación

profunda, de contraposición, en el campo de las convenciones del lenguaje teatral”. Sin

duda esa experimentación es continuación, con cambios, de los caminos abiertos por las

vanguardias históricas.

A diferencia de las vanguardias históricas, la Postvanguardia deviene un fenómeno

inmanente a la institución y en consecuencia constituye una nueva instancia histórica

de la modernización. Según lo sostenido en los teóricos sobre vanguardias históricas,

éstas fueron acontecimientos irrepetibles en su ruptura. Se trató del período de la

historia del arte en el que la institución se cuestionó a sí misma, de acuerdo con P.

Bürger; el triunfo de las vanguardias históricas es simultáneo a su fracaso en el intento

de acabar con la institución arte. Por todo esto, no corresponde hablar de

“neovanguardia” (término que sugiere una especie de segunda oportunidad o segunda

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experiencia de las vanguardias históricas) sino de Postvanguardia: el uso del “post-“ se

justifica por el hecho de que terminadas las vanguardias históricas como experiencia

radical, éstas han dejado un legado y se trata de estudiar qué se hace con ese legado

(verdaderamente incalculable y fundamental) en el teatro mundial de los años de

posguerra.

Hemos visto en el Teórico XII, relativo a los vínculos entre poética teatral y

materialismo histórico, que una misma base espistemológica puede vincularse con

sistemas de procedimientos diferentes (la base marxista y su relación con los

procedimientos del realismo socialista y del realismo crítico dialéctico). La base

epistemológica de la Postvanguardia favorece una primera emergencia de la

multiplicidad, en tanto las reelaboraciones son muy variadas y constituyen un campo

de poéticas muy amplio. Esa multiplicidad se advierte en los dos autores que

estudiaremos: Samuel Beckett y Eugene Ionesco en su producción de la década del

cincuenta, que si bien comparten la misma base epistemológica de Postvanguardia,

deben ser comprendidos, tanto en sus procedimientos como en su semántica, en su

diferencia y especificidad.

La multiplicidad está ligada a la asunción de la experiencia histórica de la II Guerra

Mundial (1939-1945), especialmente el horror de los campos de concentración y de las

bombas atómicas. Los postvanguardistas coinciden con las vanguardias históricas

(Artaud, por ejemplo) en un diagnóstico negativo del presente histórico, pero acentuado

por la toma de conciencia del horror de la experiencia de la II Guerra Mundial. Esta es

la gran diferencia semántica con las vanguardias históricas: se acentúa una actitud de

pesimismo, en tanto se pone en evidencia un mundo en disolución, la caída de las

expectativas de futuro respecto del advenimiento de un Hombre Nuevo (véase también

este tópico en el teatro expresionista). Se reduce, en consecuencia,

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