Ella, Mi Dulce Compañia

Ella, con su cuerpo de sirena

Comparte mi vida desde que mi mamá decidió regalármela cuando cumplí mis 13 años. Pero no fue un regalo cualquiera, fue más que un pequeño obsequio, es decir, un reliquia -de ella cuando era niña- y que se pasaba de una mano a otra. Con cuerpo de sirena y estructurada con madera antigua, una cuerda de menos y un improvisado barniz sobre su superficie, comencé a hospedarla en un rinconcito de mi placard por si, algún día, me decidía a explorarla.

Estuvo durante un año mirándome a oscuras escondiéndose entre medio de toda la ropa que colgaba dentro de ese mueble y pasó a formar parte de los cuantisos objetos decorativos que componían mi habitación rosa. Se llenó de polvo varias veces y sólo acudía a ella para lustrarla y volver a guardarla en su lugar. Pero un día, algo de ella me empezó a atraer y me propuse conocerla.

Cursaba segundo año de la secundaria, y desde los 10 años siempre tuve el hobbie de ocupar mis tiempos libres escribiendo poesías y versos que identifiquen una parte de mi vida que no dejaba conocer. Desde que posecioné mis dedos sobre ella, y desde que las clases musicales ya eran parte de mi vida, todo cambió. Los primeros sonidos, las primeras melodías y los principiantes acordes, me hicieron una y otra vez componer miles de canciones que hoy conforman un tesoro intocable en el mar de vivencias que tengo y tenía a diario. ¡Qué difícil era!. Me acuerdo que parecía más complicado que tocar el piano, y que sólo lograría llegar a ella desde lo más profundo de mi corazón, sacando partituras musicales "de oído" y "de alma".

Aprendió a conocer mis estados de ánimo: cuándo estoy mal, cuándo estoy feliz, cuándo no me salen melodías y termino recurriendo al viejo truco de armar canciones con líneas y frases aún hechas, anteriormente, en otras poesías. Hasta se da cuenta cuándo escapo de mi realidad, como si tuviese que decir que en vez de tomar para no enamorarme... toco y compongo para olvidarme.

Logró hacerme escapar del duro mundo de las realidades irreales y me hizo viajar al rincón más escondido de mis venas, allí donde nadie se me acerca y donde ella misma puede entrar y salir sin problemas ni altercados. Además, conoce cuántas personas importantes pasaron por mi vida, desde familiares que aún hoy no están conmigo físicamente, hasta amores que nunca pude olvidar y que muchas veces me hicieron derramar saladas lágrimas al notar que alguno de éstos me inspiró junto a ella, a cambiar una tristeza por el maravilloso acto de crear una canción.

Sin vuelta que darle, mi guitarra hizo conocerme a mi por dentro y sacar de mi aquello que también llevo dentro. Sin duda, con ese cuerpo de sirena de madera, desgastada por los años y sus duras cuerdas sobre mis dedos, me enseñaron que se puede mostrar

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