Ensayo Sobre El Ensayo Sobre La Ceguera
shuuya106 de Julio de 2014
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Tesis
¿QUIÉN VE ENTRE LAS GARRAS DE LA NIEBLA?
O cómo ser heroína en una decadente y putrefacta sociedad.
Autor: Schlomit Montiglio C.
Profesor: Leandro Martínez
Curso: 3º Medio A
Colegio Raimapu
Introducción
En esta tesis se presentará un breve análisis sobre el tipo de héroe presente en el texto de José Saramago, “Ensayo sobre la ceguera”, se hablará y opinará sobre él, además se dará un desarrollo sobre el libro y su contexto, su manera de relatar la historia y como el héroe se ve envuelto en esta travesía en la cual, además, hay un relato filosófico sobre un estado humano, presentado a manera de novela. Los objetivos de este trabajo son promover la reflexión en torno a la “visión” que el autor nos relata, es la que se ha formado en los siglos XX y XXI, donde la gente no es capaz de ver más allá de lo que sus ojos le muestran.
El tipo de heroína que se distingue en la obra leída es una mezcla entre el héroe anónimo y el héroe sufriente, pues no le interesa merecer la gloria de una heroína, ella actúa de acuerdo a lo que su moral le dicta, sin esperar algo a cambio. Heroína sufriente porque a pesar de ser la salvadora del resto del elenco, sufre todo el tiempo, pero nunca deja de ayudar.
La heroína como tal, se relaciona con los personajes y las diferentes situaciones que van surgiendo y que van conformando una sociedad dentro del manicomio literario de Saramago, de manera anónima en muchos sentidos, ya que actúa como si fuese igual a todos y sus buenas acciones las hace de manera anónima, sin esperar reconocimiento por ellas, hasta el final del libro. También sufre a lo largo de toda la novela, ya que es el único personaje capaz de ver toda la miseria que el autor va creando en ese mundo de ciegos en el que se ve envuelta, sin embargo, no pierde nunca su espíritu noble.
El accionar de la heroína en la novela es el de mostrar que aún en un mundo en que la sociedad no ve más allá de lo que ofrece la vista, hay gente que si lo hace, y cuya moral y honestidad son inquebrantables frente a las situaciones más adversas. La heroína de esta obra cumple un rol más allá del protagonismo, ella es la muestra de la luz en la más siniestra obscuridad.
Una ceguera blanca se expande, sin causa aparente, por el país, contagiando a todo aquel que ve a los ojos a quién está contagiado. Los primeros infectados son llevados a un manicomnio, en donde tendrán que aprender a relacionarse entre ellos y sobrevivir. Una única mujer en toda la ciudad puede ver y es trasladada al edificio junto a su marido, ayudándolos voluntariamente en esta lucha por la supervivencia, siendo sus ojos “en medio de la luz”.
Tésis
La obra relata la historia de una epidemia en la cual la gente se queda ciega repentinamente, y muestra en la trama la desgracia humana que en realidad, a simple vista, la sociedad de hoy no es capaz de ver dentro de sí misma. La obra habla sobre la decadencia de un mundo en el cual, se supone que nos rigen leyes morales y que somos capaces de percibir lo que nos rodea -al menos así es en el discurso-, tomar decisiones maduras y seguras y saber distinguir el bien del mal, pero lo cierto es que la sociedad se encuentra tan cegada por sus propias palabras, cubiertos los oídos de tanto repetirlas, al punto de llegar a sentir que son ciertas, que vivimos en un mundo artificial, muerto, degradante, decadente. Es aquí, en la introducción temprana a este mundo real que no percibimos si no queremos percibirlo, que entra nuestra heroína, haciendo el papel de la persona que no está ciega, en el sentido literal y metafórico. Ella, la única capaz de ver con sus propios ojos lo que sucede a su alrededor, y también la única sincera con respecto a lo que de verdad cuenta, solo mintiendo para asegurar el bien de los demás de los corruptos que poco a poco van apareciendo.
“A través de la novela, Sousa busca confrontar al lector con la realidad, y más aun determina su concepción sobre el mundo como experiencia misma” (Espinel Torres, Ensayo sobre la ceguera de José Saramago: representación de la política y la educación, 2008, p. 48) Esto mismo es lo que la heroína debe enfrentar, siendo consciente todo el tiempo de que se halla sumida en una realidad de la cual sabe, no le es posible escapar. Ella enfrenta la crudeza de ver lo que nadie más puede ver, la maldad, y no poder decirle a nadie para que no se sepa su secreto. También debe vivir como los primeros ciegos, pasando hambruna los primeros días y semanas, durmiendo mal, faltándole condiciones higiénicas, siendo abusada y humillada, y aún así, a pesar de todo el sufrimiento, siendo capaz de seguir entregando su ayuda anónima sin esperar algo a cambio, sintiendo que es su deber como persona aún vidente, y más aún, como persona, el hacerlo.
Dentro de esta tragedia, ella asesina a un ciego de ceguera común para ayudar a los que se veían sometidos a la tiranía de éste, y es entonces, que algunos deciden entregarla porque los tiranos les amenazan con dejarlos sin comer, que se da cuenta realmente de quienes eran las personas que la acompañaban “la mujer del médico bajó la cabeza, pensó, Tienen razón, si alguien muere de hambre, la culpa será mía, pero, después, dando voz a la cólera que sentía crecer dentro de sí, contradiciendo esta aceptación de responsabilidad, Pero sean estos los primeros en morir para que mi culpa pague su culpa. Luego pensó, levantando los ojos, Si ahora les dijese que fui yo quién lo mató, me entregarían, sabiendo que me entregaban a una muerte cierta. Fuese por efecto del hambre, o porque el pensamiento súbitamente la sedujo como un abismo, una especie de aturdimiento se apoderó de su cabeza, el cuerpo se le movió hacia delante, se abrió su boca para hablar, pero en ese momento alguien la agarró por el brazo, era el viejo de la venda negra, que dijo, Mataría con mis manos a quién le denunciase, Por qué, preguntaron los del corredor, Porque si todavía tiene algún significado la vergüenza, en este infierno al que nos arrojaron y que nosotros convertimos en infierno del infierno, es gracias a esa persona, que tuvo el valor de ir a matar a la hiena en el cubil de hiena…” (Saramago, 1995, p.252-254). Descubre entonces que no está sola en esta odisea por sobrevivir, y que el tipo de gente que creía extinta, aún se encontraba allí.
“…comida por las cuarentenas. En aquel preciso instante la ciega de insomnios cayó, literalmente, como si le hubiesen segado las piernas de un tajo, también el corazón se le fue abajo, ni acabó la sístole que había iniciado, al fin sabremos por qué esta ciega no conseguía dormir, ahora dormirá, no la despertaremos. Está muerta, dijo la mujer del médico, y su voz no tenía ninguna expresión, si era posible que una voz así, tan muerta como la palabra que había dicho, saliera de una boca viva. Levantó en brazos en el cuerpo repentinamente descoyuntado, las piernas ensangrentadas, el vientre torturado, los pobres senos descubiertos, marcados con furia, una mordedura en el hombro, Éste es el retrato de mi cuerpo, pensó, el reetrato del cuerpo de cuantas aquí vamos, entre estos insultos y nuestros dolores no hay más que una diferencia, nosotras, por ahora, todavía estamos vivas. Adonde la llevamos, preguntó la chica de las gafas oscuras, De momento a la sala, más tarde la enterraremos, dijo la mujer del médico.” (Saramago, 1995, p.135-136). Así, golpeada por la humillación misma, envuelta en un pacto silencioso de comprensión entre todas las demás, cargando los dolores del cuerpo y del orgullo, no solo porque ya estaba roto, sino por lo que enfrentaría al llegar a la sala y enfrentarse a todos los hombres en ella, también tendría que cargar con eso toda su vida. La mujer del médico presenta una fuerza indudable a lo largo de la trama, superando cada obstáculo que hay al frente, incluso intentando despejarlos antes de que aparezcan, no solo por ella misma, sino por quienes la acompañan y por quienes podrían verse envueltos en ello. “Está muerta, repitió. Cómo fue, preguntó el médico, pero la mujer no respondió, la pregunta de él podía ser lo que parecía significar, Cómo murió, pero también podría ser, Que os han hecho, ni para una ni para otra había respuesta, murió, simplemente no importa de qué, preguntar de qué ha muerto alguien es estúpido, con el tiempo se olvida la causa, solo queda la palabra, Murió, Y nosotras ya no somos las mismas mujeres
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