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Espiritualidad


Enviado por   •  7 de Abril de 2015  •  666 Palabras (3 Páginas)  •  142 Visitas

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J

esús vino al mundo de los hombres para salvarnos a todos, nadie se quedaría fuera de su bondad y sacrificio, mucho menos las mujeres, en quien Jesús puso tanta confianza, porque sabía que era tratada con una total marginación en la cultura y religión judía.

Jesús comprende la vocación peculiar de la mujer a la vida y al amor, capaz de suscitar en ella los más nobles sentimientos e ideales. Como recompensa, Jesús resucitado se les aparecerá a ellas antes que a ningún otro discípulo y a ellas, antes que a los mismos apóstoles. Jesús les confiará la tarea de anunciar a los demás la buena noticia de su resurrección, a pesar de la mentalidad judía, que no concedía ningún valor al testimonio de una mujer.

El papel de la mujer en el mundo oriental de aquella época y en particular en Israel era mucho más asfixiante de lo que hoy se puede pensar. El desprecio de los hombres de aquellos días por sus mujeres era algo que hoy resulta difícil de comprender. Debían desarrollarse en una sociedad patriarcal y machista a más no poder, los hombres con poder económico podían ser polígamos, y en la misma casa Vivian su mujer principal y las secundarias. Los hombres eran los únicos que podían dar órdenes, castigar y bendecir la mesa al servirse los alimentos.

La situación de la mujer en público como en la casa no se veía modificada. Las hijas, por ejemplo, debían ceder siempre los primeros puestos, e incluso el paso por las puertas, a los muchachos. Su formación se limitaba estrictamente a las labores domésticas, así como a coser y tejer. Cuidaban de los hermanos más pequeños y, respecto del padre, tenían la obligación de alimentarlo, darle de beber, vestirlo, cubrirlo, cuidarlo cuando era anciano, lavarle la cara, las manos y los pies.

Por supuesto, desde el punto de vista religioso, la mujer tampoco estaba equiparada con el hombre. Se veía sometida a todas las prescripciones de los libros religiosos y al rigor de las leyes civiles y penales, incluida la pena de muerte, no teniendo acceso, en cambio, a ningún tipo de enseñanza religiosa y quedando condenadas a la ignorancia, ya que las escuelas eran solo para los varones. Una sentencia del Rabí Eliezer, por ejemplo, decía que “quien enseña la Torá a su hija, le enseña el libertinaje”, y otra decía: “Vale más quemar la Torá que transmitirla a las mujeres”. Los derechos religiosos de las mujeres, lo mismo que los deberes, estaban limitados.

La mujer tampoco tenía el derecho a prestar testimonio en un juicio. Sencillamente, era considerada mentirosa por naturaleza.

Teniendo en cuenta todos estos antecedentes se valorará más en su justa medida el valor que representaba el que Jesús se rodease también de mujeres, que conversase libremente con ellas y que las tratase como a los hombres, e incluso que infundiese esos mismos nuevos ánimos y sentimientos en la mente de los hombres que le conocieron.

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