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Estimados estudiantes, desarrollar el trabajo expuesto en clase, considere que debe de entregarse a más tardar la siguiente semana en sus respectivas aulas.


Enviado por   •  26 de Abril de 2017  •  Apuntes  •  2.175 Palabras (9 Páginas)  •  295 Visitas

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Estimados estudiantes, desarrollar el trabajo expuesto en clase, considere que debe de entregarse a más tardar la siguiente semana en sus respectivas aulas.

  • Se considerará un alto porcentaje de su Evaluación Final

Cada ciclo debe realizar la siguiente actividad:

I CICLO: INFOGRAFÍA

II CICLO: ACROSTICO

III Y IV: HISTORIETA

MENSAJE DE LA DRA BEATRIZ MERINO

Dignas autoridades, miembros del cuerpo diplomático, de la academia y la empresa, queridos amigos.

Señoras y señores.

 

INTRODUCCIÓN Y AGRADECIMIENTOS

Si, como señalara el escritor Alfred de Vigny, el honor es la poesía del deber, recibir el Premio a la trayectoria de vida de la Universidad de Harvard representa, para mí, el mayor de los deberes que me han tocado hasta el día de hoy, así como el más bello y por ello quiero, humildemente, agradecerlo.

Se trata, por supuesto, de un privilegio que va a acompañarme cada día, como un estímulo y un compromiso de esmerarme todavía más para que mis trabajos, en los días por venir, alcancen el compromiso que corresponde a este premio. Sólo así se podrá equilibrar lo mucho que recibo con lo poco que ofrezco.

Del mismo modo lo agradezco, pues este Premio es muy significativo para mí, ya que antes lo recibió el Ingeniero y Geólogo Alberto Benavides de la Quintana, quizás el más importante líder de nuestra industria minera en el siglo XX, a quien tanto quise y admiré.

Compartir este honor con figuras femeninas de nivel mundial como Susan Decker y Meg Whitman, líderes empresariales en la tecnología, las comunicaciones y el entretenimiento, como también la periodista, columnista y escritora Amy Goodman, me abruma y me compromete.

No puedo tampoco dejar de mencionar –ni dejar de agradecer– a las autoridades, profesores, amigos y familiares, que con tanto afecto, y en bastantes casos con un claro sacrificio, han querido acompañarnos en este acto.

El limitado tiempo del que disponemos me lleva a no enumerar sus nombres, aunque, desde luego, no me exime de poder mostrar a todos y cada uno mi reconocimiento por querer compartir conmigo este día tan especial.

Quiero ofrecer mi gratitud a Víctor Marroquín por las generosas palabras que ha dicho sobre mí.

Pero sobre todo, agradezco este homenaje porque proviene del mundo universitario, que ha sido y es profundamente el mío, y porque la Universidad que ha tenido a bien otorgármela, es también la mía, y es, como todos sabemos, la más importante del mundo y la más antigua de los Estados Unidos.

ELOGIO DE LA UNIVERSIDAD DE HARVARD Y MI SEMBLANZA PERSONAL

Mucho es lo que puede decirse sobre la Universidad de Harvard. Hogar de la libertad académica, claustro del conocimiento, entidad preceptora de los altos valores de la cultura, formadora de artes, modos de ser y hábitos para la vida personal y la vida en común, proyectada desde su origen con la aspiración de servir desinteresadamente al ser humano, y contribuir decisivamente a su progreso personal, espiritual y material. De ella han provenido 45 Premios Nobel. La ciencia, la filosofía, la economía, el derecho, la administración de negocios y el humanismo en pleno discurren luminosamente en las sobrias e inolvidables aulas de Harvard, localizado a lo largo del río Charles, frente a la ciudad de Boston.

Estudiar en Harvard fue cumplir un sueño que tuve desde los 10 años de edad y que se hizo realidad después de 16 años de esfuerzo, tenacidad y perseverancia. Cuando estudiaba en el  colegio Maryknoll, vinieron de visita un Obispo y un Arzobispo norteamericanos, del Estado de Massachusets. En mi inocencia de niña escolar, le pregunté al Arzobispo qué debía ser cuando fuera grande y él me contestó que, si estudiaba letras, debía ir a la Universidad deHarvard.

Ese fue para mí, entonces, un mandato divino. Provenía de un Príncipe de mi Iglesia, y se convirtió, por tanto, en mi más grande sueño desde esos tan lejanos 10 años en el patio de mi colegio.

  

Cuando llegué a Harvard leí su Declaración de Principios y me identifiqué de inmediato  con sus cuatro valores primordiales: (1) el respeto por los derechos, diferencias y dignidad de los demás; (2) la honestidad e integridad en todas las acciones; (3) la búsqueda consciente de la excelencia en nuestro trabajo; y (4)dar cuenta por nuestras acciones y nuestra conducta.

Sucede que esos valores eran los de mi entorno familiar y escolar.  Por eso, permítanme brindarles mi más sentido agradecimiento a mis queridos padres y a mis profesores de la Congregación Maryknoll.  Ellos me inculcaron todos los principios que me permitieron llegar a Harvard y cultivar, defender y promover la conducta que siempre he tratado que me acompañe durante mi servicio público y mi trabajo en el sector privado.

En mi familia y mi colegio aprendí que la ética es el norte que debe guiar todas nuestras acciones, que el interés de la patria está siempre por encima de los intereses personales que, frente a ella, se ven pequeños y subalternos.

Esa ética es la que nos compromete con la integridad, la honradez y la vocación de servicio. La integridad, que nos permite decir lo que pensamos y hacer lo que decimos. La honradez, que tiñe la vida de apertura, confianza y sinceridad, y que expresa la disposición a vivir en la luz. Y la vocación de servicio, la virtud más noble de todas, pues denota desprendimiento, entrega y altruismo.

No encuentro un momento mejor para agradecerles a ellos y a todos quienes me han apoyado y aconsejado que la ética es la medida de todas nuestras acciones. A todos los aquí presentes que me ayudaron a dar siempre lo mejor de mí, con paciencia, con tenacidad y con energía hasta alcanzar las metas propuestas. Sin ustedes, yo no estaría aquí.

En especial quiero mencionar a dos queridos amigos que me acompañaron y aconsejaron y hoy están ausentes: Mario Razzeto Zavala y a Francisco Verdera y Verdera.

Cuando me preguntan cuál ha sido la etapa más difícil de mi vida, aún más que los años de la política, siempre respondo, invariablemente, que fue la época de mis estudios en Harvard.  Si alguna cualidad desarrollé en esos tiempos, fue la resiliencia, esa que me ayudó después a superar tantas situaciones adversas.

Harvard también me inculcó hábitos que son  los faros que me esfuerzo en seguir: el hábito de la atención, el arte de la expresión, el darme cuenta cuando aparece una nueva idea, el hábito de escuchar con tolerancia la refutación de las ideas y argumentos, para luego defenderlas con énfasis, el arte de indicar asentimiento o desacuerdo de manera graduada, sensata y medida, el hábito de fijarme en los detalles con exactitud, el saber hacer las cosas a su tiempo, el valor del trabajo duro y la sobriedad mental. Harvardha sido la escuela donde aprendí e inicie esa tarea sin término que constituye el conocimiento de la propia persona.  

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