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Estudio de caso 1: La elección de la Reina, Rey y Mariposón en la estudiantina


Enviado por   •  8 de Mayo de 2019  •  Trabajos  •  2.981 Palabras (12 Páginas)  •  159 Visitas

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LICENCIATURA EN EDUCACIÓN

Materia: Ciudadanía, Derechos Humanos y Educación.

Docentes: Passerino, Leila.

                  Abdala, Leila.

Alumnos: Cerdá, Silvana.

                 Franzetti, Fernando.

                 Rodríguez, Maira.

                 Rossetto, Fabricio.

                 Suárez, Sabrina.

- 2018 –

Estudio de caso 1: La elección de la Reina, Rey y Mariposón en la estudiantina.

En el año 2006, con la sanción el 4 de octubre de la Ley Nº 26.150, Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI), y el 14 de diciembre de la Ley Nº 26.206, de Educación Nacional, Argentina sentó las principales bases para forjar su horizonte educativo, teniendo por objetivo general proveer una educación integral, permanente y gratuita, de calidad e igualdad de oportunidades, con miras a profundizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, respetar los derechos humanos y la construcción de una sociedad más justa.

Como en toda política pública, donde pueden reconocerse creencias, representaciones  sobre  el  funcionamiento de la sociedad y el cambio social, su aplicación no estuvo (ni está) exenta de dificultades debido especialmente a la autonomía política de las diferentes jurisdicciones, las formas de financiamiento, la infraestructura necesaria, las diferencias en el ideario escolar de instituciones públicas y privadas, etc.

Muchos de esos problemas continúan teniendo vigencia y siendo ejes de disputas entre las diferentes escalas de gobierno pero, después de doce años, uno de los mayores inconvenientes radica en las propias resistencias que presenta un sector dentro del colectivo docente que, en los hechos, es quien termina efectivizando (o no) la aplicación concreta de la ley.

Los principales cuestionamientos apuntan a una supuesta incompatibilidad de los objetivos de igualdad y calidad educativa, el desacuerdo hacia el discurso de inclusión que posibilitó sumar al sistema a niños, niñas y jóvenes de sectores sociales vulnerables y/o con algún tipo de discapacidad, y la implementación de ESI en los contenidos que amenazan los valores tradicionales.

No podemos aseverar que sea la mayoría, pero sí es un grupo numeroso que adopta diferentes formas de resistencia/rechazo que van desde la confrontación abierta en los espacios de discusión pública donde se plantea trabajar respetando los lineamientos de las leyes; quejas a modo de catarsis, que generalmente surgen en la sala de profesores/as y charlas impersonales; y desde la pasividad en las aulas, frente a las transformaciones que se proponen.

A pesar de las dificultades, sería injusto decir que nada se ha avanzado en materia de Ley, pero lo cierto es que muchas veces se hizo de forma descoordinada, discontinuada y dependiendo de buenas voluntades, más que de la obligación de cumplir con las normas.

A la tarea de profundizar los cambios en las escuelas, también habría que sumarle el ejercicio sano de generar espacios comunes donde se posibilite que surjan preguntas y cuestionamientos acerca del trabajo cotidiano, especialmente en lo que respecta a la reproducción de acciones que se dan como naturalizadas, cuando en realidad son consecuencias de decisiones políticas que responden a determinadas maneras de ver e interpretar el mundo. Kandel (2016), afirma que “la elección de determinados temas y el hecho de dejar fuera otros evidencian posicionamientos ideológicos, políticos o geopolíticos, conceptuales”. Por ello, “los contenidos que se deciden incorporar a la hora de educar no son estancos, y están sujetos a decisiones que deberán ser producto de una deliberación”. En el mismo sentido, Silvia Coicaud (2015) manifiesta que lo enseñado en sociedades del consenso “despolitiza las formas y contenidos de los espacios de interacción”  oponiendo a esta idea “el concepto de “subjetivación política” como práctica propia del campo democrático”; subjetivación que permite rupturas, habilitando experiencias de potencialidad y de cambio.

Adhiriendo a la visión de Giuliano (2016), “sostenemos el pensamiento de que una educación sin conversación es mero monólogo embrutecedor, pura relación sujeto-objeto, negación de la existencia de otros sujetos fuera de sí mismo”.

Es en esta lógica que nos parece interesante traer a colación lo que aún continúa sucediendo en escuelas de la ciudad de Rafaela donde, para celebrar el día de la Primavera y del Estudiante, se propone un concurso para elegir al Rey, Reina y Mariposón, entre los/las alumnos/as. Rituales absolutamente cuestionables, que afianzan estereotipos y reproducen las desigualdades sociales y que, aunque las nuevas leyes han dado por tierra, todavía gozan de buena salud en muchas instituciones educativas.

A pesar del trabajo desde la perspectiva de ESI y Derechos Humanos, este tipo de contradicciones dejan en evidencia que aún queda mucho trabajo por hacer. “La posibilidad de deconstruir estos pretendidos órdenes simbólico-normativos permite abrirse al cuidado de lo diferente, a la atención a lo ausente, a la creatividad o novedad” (Giuliano, 2016).

Resulta importante destacar que este tipo de concursos no siempre estuvo presente en la historia de las escuelas, sino que responde a un determinado momento histórico. El mismo se ha caracterizado por un fuerte predominio de un sistema patriarcal heteronormativo casi sin fisuras, que posibilitó señalar a lo diferente, inclusive desde situaciones que, pretendiendo ser “simpáticas” o “graciosas”, terminaban encasillando al “otro/a”, los/as “otras”, como sujetos-objetos de discriminación a través de la estereotipación, ridiculización y ofensa por su contenido misógino, homófobo y transfóbico.

Cabe destacar que dichos eventos no eran protagonizados por miembros de las minorías para reivindicar su condición, sino por integrantes del grupo privilegiado que “se convierte en estereotipo cultural rector y masificador de la diversidad aplastada, en paradigma de la humanidad. Los otros sujetos expropiados, desposeídos y minorizados son subsumidos en el sujeto y representados por él; sólo así ocupan un lugar en el mundo y obtienen la ganancia simbólica de ser abarcados por el sujeto, aun cuando sea para negarlos y subyugarlos” (Lagarde, 1997).

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