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Etica Y Politica


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2012  •  4.250 Palabras (17 Páginas)  •  382 Visitas

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Ética y Política

Cecilia Tovar Samanez∗

Para las amigas y amigos que hacen política en el país, y que

buscan hacerla con ética, en medio de las mayores dificultades y

muchas veces contra la corriente.

Cecilia Tovaar

Siempre que me piden charlas sobre ética para los dirigentes sociales, o sobre ética y política, la sensación que me queda es que me escuchan atentamente, pero piensan “qué bonito, pero no funciona en la realidad”. Una persona se preguntaba una vez con mucha angustia si la ética no era un lastre que nos amarra las manos y nos quita eficacia en la política1. La cultura política que tenemos lleva a pensar que son los “vivos” los que ganan, y eso incluye maniobras, trampas o engaños con tal de alcanzar el poder. La ética parece lejana y casi incompatible con la política. Más aún ahora que en el país asistimos al destape de niveles jamás imaginados de corrupción, lo que acrecienta la enorme desconfianza de la gente ante los políticos (y ante los otros en general). Todo esto trae una desmoralización de la sociedad, una falta de ánimo y de esperanza.

Sin embargo, se ha producido una reacción de la gente al darse cuenta de cómo la han engañado y robado; y ha sido una indignación ética también la que ha generado la protesta y movilización de muchos sectores de la población ante la impunidad, la violación de los derechos humanos, el autoritarismo y la destrucción de las instituciones. Es decir, existen muchas reservas morales en nuestra sociedad, no todo está corrompido, y hay un profundo reclamo de ética en la política como base de la confianza y credibilidad que ésta debe recuperar. Se empieza a tener conciencia, incluso, de que una acción política con ética es posible. En el escenario político actual no son tan pocas las figuras que son testimonio de ética. Este es probablemente uno de los motivos del altísimo grado de aprobación que, según las encuestas, tiene el actual Gobierno de transición, y que motivó la inmediata reacción de la población ante la pretensión de poner en duda su moralidad.

Es necesario que los peruanos podamos procesar o elaborar todo lo que hemos vivido, comprender qué nos ha sucedido y por qué, para limpiar nuestro aire y poder ver la gran oportunidad que tenemos de reconstruir nuestro país. Una parte de esa tarea es devolverle la ética a la política.

Que la ética no puede ser una debilidad o un lastre, sino que, al contrario, tiene que darle una fuerza y legitimidad muy grandes a la actividad política, es una convicción ligada al sentido de la vida. Pero supone, en primer lugar, un debate con diversas concepciones de la relación entre ética y política y, en segundo lugar, el desarrollo de una ética propiamente política o cívica2 .

1. ¿ES POSIBLE LA ÉTICA EN POLÍTICA?

Para algunos, la ética y la política son inconciliables, y hay que optar por la política o por la ética. Otros, en cambio, buscamos una relación positiva entre ética y política, ya que, en realidad, el sentido pleno de ambas es coincidente.

1.1 El “realismo político”

El así llamado realismo político considera, para decirlo de manera muy simple, que si se quiere actuar en política hay que dejar de lado los principios morales. En su forma extrema, que se podría calificar de cínica, basada en Maquiavelo y Hobbes, se plantea que el político, para serlo plenamente, tiene que desprenderse de “prejuicios” morales. Esta concepción subraya la autonomía de la política, es decir, que ésta, como el arte o el deporte, por ejemplo, tiene una consistencia, es decir, fines y reglas propias que no se reducen a los de la moral. Pero lleva esta legítima autonomía al extremo, pues olvida que la política es acción humana con intencionalidad y fines, y por lo tanto tiene una dimensión ética. Su visión del ser humano está teñida de un cierto pesimismo, pues lo considera fundamentalmente egoísta, que sólo busca su propio interés o está en guerra con los otros (“el hombre es lobo para el hombre”, decía Hobbes). No toma en cuenta las motivaciones altruistas que también existen en las personas. No teniendo nada que hacer en la esfera pública, la ética es confinada a lo privado.

En el Perú hemos podido ver cómo se ha ido produciendo un deslizamiento, de la afirmación neoliberal de que las decisiones económicas son cuestiones técnicas y no pueden tener en cuenta criterios morales, a la amoralidad de la práctica política, en los hechos, aunque aún no tanto en la teoría.

Otra forma de realismo político es la que se puede calificar de trágica, pues subraya el desgarramiento del actor político que no deja de creer en la ética, pero tiene que ensuciarse las manos para ser plena y eficazmente político. Jean Paul Sartre, en Las manos sucias, expresa esta perspectiva. Su acierto es subrayar la tensión entre ética y política, inevitable, pero no exclusiva, puesto que en todas las actividades está presente esta tensión; pensemos, por ejemplo, en los negocios, en la sexualidad, en la profesión. La ética implica una lucha, un acto consciente y libre, renovado a lo largo de toda la vida. Pero no podemos suponer por eso que la política, la sexualidad o los negocios son inevitablemente sucios.

La forma quizás más extendida del realismo político es la oposición que plantea Weber entre ética de la responsabilidad, que tiene que tener en cuenta las consecuencias previsibles de la acción, que sería la ética política, y una ética de la convicción, como, por ejemplo, la ética del Sermón de la Montaña, que se guía por los principios y deja las consecuencias en manos de Dios. Weber tiene razón en plantear una ética de la responsabilidad que el político tiene que ser muy responsable, los peruanos lo hemos aprendido con la pedagogía más feroz: la de “la letra con sangre entra”, pero se equivoca al oponerla a la ética de la convicción. La ética es por definición filosofía práctica: los principios no son válidos en abstracto, sino en la realidad. La adhesión rígida a unos principios no es una actitud ética, sino más bien dogmática o fundamentalista. No hay recetas en moral. La ética supone juicio, discernimiento, prudencia, como decía Aristóteles. No se puede dejar de tener en cuenta las consecuencias de la aplicación de los principios, ya que eso sería imprudencia, lo que no es moral. El criterio ético de la acción política son, por lo tanto, las consecuencias, pero no como sinónimo de eficacia o éxito a corto plazo, sino en relación con la justicia.

Pero Weber nos

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