Explorar El Arte
debimm20 de Junio de 2014
3.935 Palabras (16 Páginas)361 Visitas
Las siguientes personas trabajan en el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación y ayudaron a hacer Cuento con vos:
Susana B. Decibe , Ministra de Cultura y Educación
Manuel G. García Solá , Secretario de Programación y Evaluación Educativa
Inés Aguerrondo , Subsecretaria de Programación Educativa
Cecilia Braslavsky , Directora General de Investigación y Desarrollo Educativo
Juan Esteban Belderrain , Coordinador de Programas sobre los Contenidos Transversales
Graciela Zaritzky , Coordinadora del Programa “Derechos del Niño y del Adolescente”
S t e l l a M a r i s G a l a r z a y E s t e l a G r i m b a n k , junto con Graciela Zaritzky , elaboraron el material que acompaña los cuentos
Gabriela Tenne r
coordinó la producción editorial
También participaron en la realización de este libro:
Sergio Kern , que hizo todas las ilustraciones Lucio Margulis , que trabajó en la etapa de preproducción
El Estudio de Diseño Sattolo & Colombo , que ideó el diseño gráfico y armó todas las páginas
Agradecemos muy especialmente a los escritores que donaron sus obras y a las editoriales que cedieron sus derechos por tan generosa actitud
Agradecemos, además, la colaboración de la Asociación por los Derechos de la Infancia (ADI)
Presentación
“Donde los derechos del niño Pirulo chocan con los de la rana Aurelia”, de Ema Wolf
“¿Quién le puso el nombre a la luna?”, de Mirta Goldberg
“Los sueños del sapo”, de Javier Villafañe
“El hombrecito verde y su pájaro”, de Laura Devetach
“Los Reyes no se equivocan”, de Graciela Beatriz Cabal
“Mirar y ver”, de Sergio Kern
“Sofía”, de Ruth Kaufman
“Un monte para vivir”, de Gustavo Roldán
“Cuando sea grande”, de Elsa Bornemann
“La abuela electrónica”, de Silvia Schujer
“Sobre ruedas”, de Esteban Valentino
“El extraño caso del amigo invisible”, de Adela Basch
“Alguien diferente”, de Luis Salinas
“Historia de una Princesa, su papá y el Príncipe Kinoto Fukasuka”, de María Elena Walsh
Epílogo
5
8
14
18
24
28
34
46
52
62
68
76
82
92
98
105
amor y comprensión
autonomía y protección
pág. 61
familia y afecto
pág. 45
respeto
pág. 7
libertad de elección
nombre y nacionalidad
pág. 13
pág. 75
igualdad
pág. 91
crecer en libertad
pág. 97
cuidados especiales
identidad
opinión
pág. 27
educación
asociación
pág. 51
juego, diversión y esparcimiento
pág. 81
pág. 17 pág. 23
pág. 33
pág. 67
Acerca de los autores
Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia, adaptación de F. Tonucci
107
115
5
¡Hola! Esta página es para darte la bienvenida.
Y para decirte que el libro que vas a leer relata historias verdaderas.
No porque hayan sucedido auténticamente, sino porque desde la fantasía nos hablan de la vida cotidiana.
Son catorce cuentos de personajes que nunca existieron pero a los que les pasan cosas reales: sufren cuando se sienten rechazados, disfrutan de los juegos y el amor, buscan protección y respeto. Como vos. Como todos los chicos.
Pero a diferencia de vos, casi todos esos personajes ignoran algo importantísimo: que sus necesidades deben ser consideradas, porque tienen derecho a crecer dignamente.
Quizás ya lo sabías, aunque por las dudas te lo contamos: en nuestro país hay una ley para cuidar a todos los chicos. Se llama Convención sobre los Derechos de la Infancia.
Antes de cada cuento, vas a encontrar una página en la que se mencionan algunos artículos de esa ley, que a los protagonistas les hubiera gustado mucho conocer.
Por eso, porque es necesario que conozcas tus derechos, ahora los Derechos de los chicos y las chicas se enseñan en la escuela. El colegio no sólo te educa para resolver problemas matemáticos; ante todo te enseña a resolver tus problemas. ¿Cómo? Ayudando a que aprendas a participar y a opinar, a ser solidario, a tomar decisiones responsables y a elegir, como todos los demás ciudadanos. Y como vivimos en democracia, ¡para esto no necesitás tener 18 años!
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Pero también es cierto que a participar se aprende de a poquito. En casa, charlando, y en la escuela a través de lo que tus maestros llaman la “Formación Ética y Ciudadana”.
Todo esto pasa desde hace poco tiempo, porque... ¿sabés? Cuando nosotros teníamos tu edad, ¡casi no se hablaba de los Derechos del Niño! Ni en el noticiero, ni en el hogar, ni en el colegio... pero, ya que hablamos de nosotros, podríamos también presentarnos, ¿verdad?
Somos un grupo de personas que trabajamos en el Ministerio de Educación de la Nación, en un programa creado para que todos conozcan y respeten tus derechos. Se llama: Programa Derechos del Niño y del Adolescente.
Estamos convencidos de que leer y pensar son actos que van de la mano. Por eso este libro está en tu aula, para que te acompañe y te ayude a crecer, conociendo y valorando no sólo tus derechos sino los de todas las personas, chicos y grandes, para vivir en un mundo que respete a todos por igual.
Para lograrlo...
Cuento con vos.
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igualdad
La Convención Internacional sobre los Derechos de la Infancia protege a los bebés con los mismos derechos que a vos y que a todos los chicos y las chicas menores de 18 años. Así lo dice en el artículo 1. Aunque los varones y las mujeres sean diferentes, aunque algunos amigos y amigas tengan un color de piel distinto, y aunque opinemos cosas diferentes de los demás, ante la ley somos todos iguales y tenemos los mismos derechos; lo reconoce la Convención en su artículo 2.
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Alguien diferente
Luis Salinas
L os bebés no me gustan. Es decir: muy bebés está bien porque no molestan; duermen todo el tiempo, menos los ratitos que lloran, cuando les dan la mamadera y cuando los cambian. Abren los ojos, abren la boca, lo que no quiere decir nada, y los grandes chillan, aplauden y se ríen. Después dicen que el bebé hizo tal o cual cosa. “Me miró, me sonrió”, dicen; pero el bebé no quiso hacer nada. La boca se le abrió sola. Los bebés no piensan, porque no tienen cerebro. Yo sé que tengo cerebro porque siento el ruido de los pensamientos y de los recuerdos, ahí dentro. Lala no tiene cerebro. Tiene los aritos en las orejas, para que se sepa que es una nena, porque es redonda y pelada y se hace caca encima, como cualquier bebé varón. Mi papá y mi mamá se pelearon para ponerle los aritos. O sea: mi papá para ponérselos y mi mamá para que no se los pusieran. Ganó mi papá. Mi mamá decía que era una crueldad perforarle las orejas, y mi papá que no dolía nada, y mi mamá que él cómo lo sabía. Pero mi mamá usa aritos, así que papá se salió con la suya. Ahora la alza, y dice: “¡Mi minón! ¡Vas a enloquecer a los hombres!” Está loco: si no le hubieran puesto aritos, nadie se daría cuenta nunca.
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Lala está más grande y hace ruido, pero no son palabras. Hace así: ¡¡Pfffss!! ¡¡Prrrr!! También hace unos ruiditos con la “L”; lale, lalelí, una cosa más o menos... por eso le decimos “Lala”, pero se llama Silvana, que nada que ver. También sonríe y se ríe, se nota que más a propósito, pero conmigo no. Sigue sin parecer una nena. A lo que más se parece es a Curly, el gordo de “Los tres chiflados”. Cuando consigue atraparse un pie se pone bizca y seria, como Curly, se lo mira un rato y después hace fuerza para meterse el dedo gordo en la boca. Mamá dice que está enamorada de sus propias patitas. No tiene cerebro. Cumple todos los meses. Todos los días 12. Hace rato que pregunto cuándo es mi cumpleaños y me dicen que falta un montón. Yo tengo un día, el 29, y un mes, junio, o sea que Lala cumple un montón de veces por cada cumpleaños mío. Todavía duerme un toco, y si entro en mi pieza mientras duerme me retan. Claro que mientras estoy dentro no me pueden gritar, o me gritan en silencio. Mamá abre la boca y hace caras de grito, pero sin voz. Quiere decir “Pablo, salí de acá que te voy a matar!”, hago como que no entiendo y le pregunto en voz alta: –¿Qué? Entonces mi mamá enrojece, cierra la boca y me echa con el brazo, como los referís.
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Mi pieza ya no parece mi pieza. Hay un rincón repleto de horribles cosas color cremita y rosa y en el medio de todo eso está Lala. Ahora mismo estoy entrando en mi pieza (mamá lava ropa en el lavadero) y veo otra vez, sobre mi espada de Guerrero de las Estrellas, un lacito rosa con un corazón rojo que tiene puntillas blancas. Mamá se lo sacó a un conejo que le regalaron a Lala, porque se metía el corazón entero en la boca y deshilachaba el nailon. El problema es que después no sabe dónde ponerlo –porque desde que nació ésta, mi pieza está repleta de cachivaches– y termina por dejarlo siempre en el mango de mi espada. El día de mi cumpleaños sacaron a Lala de la pieza, pero el corazón estaba ahí y cuando dije de jugar a los Guerreros de las Estrellas, David lo vio y dijo: –Mejor jugamos a la nenita de las estrellas. David es un compañero de segundo. Me dijo que ni Lala ni las demás mujeres tienen nada ahí donde nosotros tenemos
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