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FALSEDADES Y CONFUSIONES FRECUENTES


Enviado por   •  11 de Septiembre de 2014  •  Tesis  •  16.274 Palabras (66 Páginas)  •  228 Visitas

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PIEDRAS Y ENERGÍA:

FALSEDADES Y CONFUSIONES

Guía de frecuentes conceptos erróneos, para evitar

engaños y equivocaciones

FALSEDADES Y CONFUSIONES FRECUENTES

"ME PONGO LA PIEDRA Y YA ESTÁ"

Esta actitud esbozada por mucha gente, está asociada tanto al pensamiento mágico como a la responsabilidad del propio destino, que es puesto bajo determinación de fuerzas externas. No puede afirmarse que tal o cual piedra es capaz de solucionar un determinado problema físico, mental o espiritual como si fuera una varita mágica. Sería tomar por absoluto e infalible un poder que no siempre puede comprobarse, porque las propiedades energéticas de una piedra pueden variar dependiendo de las influencias que reciba. Lo mismo que la energía nuclear, las piedras pueden ser utilizadas positiva o negativamente.

No basta con adquirir o conseguir una piedra y depender de lo que ella pueda hacer por sí misma, sin hacer nada especial uno con ella. La piedra no es un objeto mecánico de funcionamiento autónomo: es un sujeto viviente que actúa en función de quien lo posea. Si el poseedor la utiliza, ella actúa mejor. Utilizar, no es simplemente llevar puesta una piedra, tenerla encima y no sentirla, no confiar en ella, y hasta a veces olvidar que existe.

La piedra debe ser más que una sirvienta y menos que una dueña para uno mismo: no está para obedecernos ni para dirigirnos; debe ser, simplemente, una compañera. No debe vivir para nosotros, ni se debe vivir en función de ella, endiosándola como salvadora; tan sólo hay que convivir, participar de una existencia compartida junto con ella.

Aunque la encontremos o la compremos, el derecho de propiedad sobre una piedra debe limitarse al plano social, frente a los demás, mientras que frente a ella no cabe una actitud de posesión. Se puede tener hijos, animales como mascotas o plantas como adorno, y se puede llegar a ejercer autoridad posesiva sobre todo; pero que la costumbre nos haya creado la cultura de la dominación no significa que sentirnos dueños de otros seres vivientes sea correcto. "Mí perro", "mi" rosal, "mi" esmeralda. Hemos constituido una sociedad basada en pertenencias.

Sin pretender, por lo pronto, cambiar esa estructura social, lo importante está más allá de los derechos frente a la sociedad y que nos aseguran que al perro, al rosal o a la esmeralda puede pasar cualquiera a verlos, pero sin que se los lleve. Eso importante, es comprender que los seres que están bajo nuestra responsabilidad no forman parte del circuito económico por el cual se manejan precios, compras y ventas; todos ésos son valores creados por el hombre que no responden a la esencia libre de los seres adquiridos y poseídos. Nada más contundente que la muerte para demostrar que cuando nos vamos, nada nos llevamos.

Es preciso mantener frente a "nuestra" piedra, la conciencia de que, más allá del sentido de pertenencia ante los demás, ella debe tener beneficios que la mantengan fuera de esos parámetros de la propiedad privada. Si logramos comprender que, dinero de compra, adquisición y propiedad aparte, piedra y ser humano tan sólo se han encontrado en la vida para una coexistencia transitoria, la relación con el mineral debe y podrá ser de compañerismo.

Se habla de las piedras como "chips" de computadoras que pueden programarse para una función específica, luego borrar la programación y reprogramar otra cosa. Esa propiedad de apariencia mecánica puede dar lugar a prácticas erróneas, si no se acompaña el trabajo técnico con el sentir. Se confunde a menudo piedra con robot, y el trato con ella no pasa de la misma frialdad con que se programa una máquina. Seguramente, la ignorancia de fórmulas técnicas de trabajo con piedras es menos importante que el sentimiento con que se las trate y que, por sí solo, puede lograr resultados aunque falten detalles técnicos de uso.

Una panorámica del planeta nos muestra los múltiples tipos de comportamientos del ser humano con los minerales. En un paso por Minas Gerais, Brasil, podemos observar millares de cristales de cuarzo tirados a la basura y miles de habitantes pasando por las calles sobre ellos, sin que muchos hayan escuchado algo sobre la energía y la vida de los cristales. Mientras tanto, a miles de kilómetros, habitantes de los cinco continentes recorren comercios en busca de algún cristal con el cual iniciar nuevas experiencias, y muchos no lo encuentran. De los que llevan una piedra en el cuello o en el anillo, unos son incapaces de salir a la calle sin esa protección; otros, en el extremo de la indiferencia y la incredulidad, nada especial encuentra en una gema. Todo es producto de la falta de información existente sobre estos milenarios y esotéricos conocimientos. Sin pretender restarle importancia a las propiedades específicas de cada piedra para la mente y el organismo, que ocuparían decenas de páginas, lo importante hasta aquí es rescatar el valor espiritual de esos campos de energía materializados, que perciben, sienten y emiten vibraciones. Sólo acostumbrándonos a amar y respetar como vivientes a esos seres, estaremos en condiciones de saber utilizarlos para fines curativos y mentales específicos.

"HAY QUE TRATAR A LAS PIEDRAS CON CARIÑO"

Si bien un mineral tiene una forma de vida, distinta de la orgánica, pero vida al fin, los besos y mimos a los cristales no deben dar lugar a ideas inadecuadas de lo que una piedra puede "sentir". Uno de esos delirantes que desmerecen el movimiento de la "Nueva Era", decía que cuando mimaba a uno de sus cristales, el otro se ponía celoso... Llama la atención que este señor (Coco su apodo) pretendiera ponerse como psicólogo de la problemática sentimental de los cristales, dando cátedra de como funciona la mentalidad y afectividad de un mineral, a imagen y semejanza de los humanos, y que, como tantos psicólogos, este sujeto parece "estar del coco". Por desgracia, el tipo no era el único delirante, sino que el tema de las "piedras celosas" también fue tratado en televisión por otra discípula de tan ridícula escuela, mereciendo la burla de Raúl Portal en "PNP". Si de las piedras se puede esperar celos, por qué no otras pasiones demostrativas de imperfección, desequilibrio, con lo que recurrir a ellas no merecería confiabilidad alguna. Si el hombre recurre a ellas, es porque no tienen, en este sentido, su imagen y semejanza.

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