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Filosofia


Enviado por   •  1 de Febrero de 2013  •  12.410 Palabras (50 Páginas)  •  233 Visitas

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EUCLIDES.-¿Hace poco o hace mucho, Terpsión, que has llegado del campo?

TERPSIÓN.-Hace ya mucho tiempo. Y, precisamente, te andaba buscando y me sorprendía no encontrarte.

EUCLIDES.-Es que no me hallaba en la ciudad.

TERPSIÓN.-¿Dónde estabas, entonces?

EUCLIDEs.-Bajaba yo hacia el puerto, cuando me encontré con Teeteto, que era llevado desde el campamento de Corinto hacia Atenas.

TERPSIÓN.-¿Vivo o muerto?

EUCLlDES.- Vivo, aunque ya con gran trabajo. Realmente, su estado es grave, mas que por sus heridas, por haber contraído la infección de que ha sido presa el ejército.

TERPSIÓN.-¿Se trata acaso de la disentería?

EUCLÍDEs.-En efecto.

TERPSIÓN.-Si es así, un gran hombre va a dejarnos.

EUCLÍDES.-Un hombre de bien, Terpsión, del que aún hace un momento se elogiaba sin regateo su valor en esta batalla.

TERPSIÓN.-Y nada de extraño tiene. Sorpresa sería que hubiese ocurrido lo contrario. Sin embargo, ¿cómo no ha hecho un descanso aquí, en Megara?

EUCLIDES.-Quería llegar en seguida a su casa; mis súplicas y consejos en aquel sentido no han movido en absoluto su voluntad. Me limité, pues, a acompañarle, y ya de regreso, venía a mi memoria la maravillosa previsión de Sócrates, que también se mostró feliz al juzgarle. Creo recordar que fue poco antes de su muerte cuando Sócrates conoció a Teeteto, todavía adolescente. No más verle y tratar con él, su admiración por su porte creció de punto. Y cuando yo fui a Atenas me dio a conocer toda la conversación que había tenido con el (bien enjundiosa por cierto) y llegó a decirme que Teeteto sería famoso, si alcanzaba una edad prudente.

TERPSIÓN.-No se equivocaba, según parece. Pero ¿podrás tú referir esa conversación?

EUCLIDES.-No, ¡por Zeus!. mi memoria no daría cuenta de ella. Pero ya entonces. aprovechando aquella visita. ordené por escrito mis recuerdos, y luego. en los ratos de ocio, redacté cuanto reavivaba mi memoria. Y aun no contento con esto, cada vez que yo volvía a Atenas, preguntaba de nuevo a Sócrates sobre extremos que difícilmente recordaba. De modo que casi puede decirse que ha quedado recogida toda la conversación.

TERPSIÓN,-En efecto, eso mismo le he oído, decir en otra ocasión. Sin embargo, aunque, era mi intención pedirte que me la mostrases, mi deseo no pudo cumplirse hasta ahora. ¿Qué impide. pues, que tratemos ya de ella, al menos, bien necesitado estoy de descanso, que no en balde acabo de llegar del campo.

EUCLIDES.- También yo he acompañado a Teeteto hasta Erineo, de modo que no me vendrá mal lo que tú pides. Entremos y mi esclavo se encargará de la lectura en tanto nosotros descansamos.

TERPSIÓN:-.!Tienes razón.!

EUCLIDES.-Aquí está el libro, Terpsión. Lo he redactado de tal manera que no aparece en él Sócrates como narrándome la conversación, sino reproduciéndola como si hablase directamente con sus interlocutores, el geómetra Teodoro y Teeteto. Para evitar el inconveniente que supondría traer a colación entre los argumentos expresiones socráticas tales como ((yo decía), o «yo dije), o contestaciones del tenor de ,(convino)) o «(no se mostró de acuerdo», expuse por escrito el diálogo sin alterarlo en nada, dando de lado a todas aquellas fórmulas.

TERPSIÓN.- Y no has estado desacertado en eso, Euclides.

EUCLIDES.-Entonces, esclavo, coge el libro y lee.

SÓCRATES, TEODORO, TEETETO

SÓCRATES.-Si yo tuviese en más estima a los de Cirene. Teodoro, te preguntaría por ellos y por sus cosas y trataría dc saber si entre los jóvenes de allí hay algunos que demuestran interés por la geometría o por algunas ramas de la filosofía. Pero es bien cierto que no les tengo en tanto aprecio como a los de aquí, de ahí que me preocupe más averiguar cuales de nuestros jóvenes están en condiciones de sobresalir. Esto es lo que pretendo indagar en la medida de mis fuerzas y por ello interrogo a todos aquellos con los que nuestros jóvenes tienen relación. No pocos, y con justicia. viven ligados a ti, entre otras cosas por tu honrosa condición de geómetra. Si, pues, has encontrado entre estos a alguno digno de alabanza, sería grato motivo que me informases de el.

TEODORO.-Creo en verdad, Sócrates, que podrás dispensar favorable atención a mis palabras si te hablo de las condiciones de un adolescente de tu ciudad. Si realmente brillase por su hermosura, temería prodigar con exceso mi oratoria, no fuese que yo pareciera estar deseoso de él. Pero no es este el caso (y no siento aflicción por ello), pues realmente no es hermoso. Por su nariz chata y sus ojos saltones tiene cierta semejanza contigo. aunque esos rasgos los presente menos acentuados que tú. Hablo sin recato alguno, ya que, de todos cuantos he encontrado hasta ahora (y he tenido ya relación con muchísimos), no he visto a ninguno que disfrutase de una naturaleza tan maravillosa. Fácil para aprender, cual ningún otro, y con una dulzura sin igual, posee también un valor con el que aventaja a todos. Tengo para mi que no se ha dado otro ejemplo como el, ni creo que llegue a darse. Pues quienes poseen su agudeza, su sagacidad y su memoria se inclinan con mucha mayor facilidad hacia la cólera y se ven llevados a bandazos como navíos sin lastre, dominados más por el extravío que por el valor. Y aun aquellos que pasan por más serios tienen una inclinación hacia los estudios mucho mas ahíta de indolencia y de olvido. Este, en cambio, se comporta tan sencilla, lisa y eficazmente en sus estudios y demuestra tal mansedumbre en sus indagaciones que más semeja el fluir silencioso del aceite, pues hasta tal punto es digna de admiración, en un joven de tal edad, esa manera de conducirse.

SÓCRATES.-Venturosa nueva. Mas ¿de qué conciudadano nuestro es hijo?

TEODORO.-Me quedé con su nombre, pero nada más sé de él. Sin embargo, ahí le tienes, en medio de todos esos que se acercan. Sin duda, tanto él como sus compañeros acaban de ungirse de aceite en el lugar de las carreras y, una vez terminada la unción, vienen ya hacia aquí. Obsérvale y dime si le conoces.

SÓCRATES.-Sí, le conozco. Se trata del hijo de Eufronio de Sunion, un hombre, querido, de las características que tú ves en su hijo, especialmente considerado y que ha dejado una herencia muy saneada. Desconozco, no obstante, el nombre

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