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Fobia Sexual y Vaginismo


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2012  •  2.115 Palabras (9 Páginas)  •  431 Visitas

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Fobia Sexual y Vaginismo

Las fobias sexuales no aparecían entre las disfunciones sexuales, hasta que el DSM III R (1988) primero y el DSM IV (1995), después las ubicó entre los trastornos por aversión al sexo, en el mismo ítem de los trastornos del

Deseo sexual, o Deseo Sexual Hipoactivo.

Pero Kaplan (1985, 1989) consideraba que en todas las disfunciones sexuales se encuentra cierto grado de evitación y fobia sexual, y que se trata de un trastorno de suma importancia, pues si no se trataba previamente, poco se podía hacer con los ejercicios sexuales. No obstante ello, Masters y Johnson (1972) habían logrado revertir el vaginismo en un 90 % de sus pacientes, aun sin tratamiento de las fobias concurrentes, si es que se diagnosticaban, y no le dieron mayor importancia a este cuadro aversivo.

Es verdad que hace 30 años los tratamientos disponibles para las fobias eran muy limitados, sobre todo a nivel farmacológico, y las técnicas comportamentales no se habían ocupado de los problemas sexuales con éxito, como ninguna otra terapia, hay que reconocerlo.

El problema de la fobia sexual se complejiza más cuando vemos que en un 25 % de los casos se acompaña de un trastorno de angustia, o de ataques de pánico, que aparece cada vez que la paciente se expone a la situación –en este caso sexual- que le provoca temor.

Pero veamos los aspectos prácticos del problema de esta ponencia. El vaginismo es de todo conocido, pero ya Masters y Johnson (1972) establecieron que se trataba de uno de los únicos trastornos sexuales de la mujer que no podía ser diagnosticado solo con el interrogatorio. “No puede establecerse un diagnóstico de vaginismo sin el apoyo clínico especifico que solo puede proveer un examen pelviano directo”. En otras palabras, mediante el tacto vaginal por parte de un ginecólogo experimentado.

Y qué es lo que debe buscarse en el tacto vaginal? Primero, la postura en la mesa ginecológica demuestra la contractura de los músculos de miembros inferiores, con tendencia a juntar las rodillas. Segundo, hay un trepamiento de en la camilla, y se toma fuertemente del borde de la camilla con las manos. Haslam (1980) señala que el examen presenta un trípode característico:

1. Espasmo involuntario de los músculos perineales

2. Arqueamiento de la espalda con híper-lordosis y

3. Contracción de los aductores de los muslos.

La vagina está dirigida hacia abajo, apuntando a la cama, cuando en posición normal se dirige hacia arriba y adelante. Al intento de tacto vaginal, aparecen las reacciones corporales ya señaladas y hasta puede levantarse de la mesa ginecológica con gran ansiedad. En caso de permitir el examen ginecológico, el intento de penetración con el dedo se ve impedido por la contractura de la musculatura perivaginal, que se vuelve cada vez más dolorosa.

Es en estos casos que se confunde el vaginismo con una dispareunia superficial, porque el cortejo sintomático, si no es igual, es muy parecido. Pero al examen externo puede comprobarse la inexistencia de inflamación, tumor u otro elemento que haya sospechar una patología orgánica. La situación está planteada. Ahora el sexólogo clínico debe efectuar el análisis del caso para llegar al diagnostico positivo y al diagnostico diferencial entre fobias sexual, dispareunia o vaginismo. O las tres cosas. O dos diagnósticos concurrentes. O simplemente un vaginismo.

Este diagnóstico adquiere gran importancia, porque si se trata sólo de un vaginismo leve, moderado o severo, como ya lo dijimos, puede haber sido acompañado de todo ese cortejo sintomático. Pero la diferencia estriba en que será posible aplicar técnicas de desensibilización de la terapia sexual, mediante la introducción de los dedos, la dilatación digital del himen cuando fuere necesario, y luego la familiarización de la paciente con su pelvis y sus genitales, tomar conciencia de su vagina y en sesiones sucesivas y rápidas, se puede lograr la penetración peneana por parte de su pareja. No entramos en detalles de este aspecto que corresponde a la terapéutica del vaginismo, pero si es posible, tendemos a confirmar el diagnóstico de vaginismo

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Si se trata de una fobia a la penetración, específica, seguramente tendrá los mismos síntomas evitativos, pero si no hay vaginismo, tampoco habrá dolor, y esta es una gran diferencia. Puede existir temor al dolor, pero no dolor propiamente dicho. Téngase en cuenta que el temor fóbico lleva a adoptar a la paciente conductas antálgicas, como designamos en Medicina a estas conductas que evitan la exposición al dolor- que simulan un vaginismo completo. Puede haber contractura de los músculos perivaginales, pero dejan penetrar un dedo y rápidamente dos, siempre que la paciente no agudice su cuadro fóbico y se instale un ataque de pánico, o trastorno de angustia- caso que impedirá cualquier acercamiento al orificio vaginal. También puede levantarse de la camilla, vestirse rápidamente y salir corriendo del consultorio. En los casos de fobias, la paciente ‘huye’ de la camilla ginecológica”y esto no suele pasar en el vaginismo.

El cuadro fóbico suele presentar síntomas físicos, no genitales, sino a nivel cardiovascular y neurológico: palpitaciones, taquicardia, taquipnea, mareos, cefaleas, inestabilidad, ahogos, desfallecimiento, sentimiento de irrealidad o despersonalización. Incluso relatan sensación de muerte inminente, amnesia y pérdida real de conocimiento. La constante es que quieren escapar del trance. La mujer vagínica acepta el examen ginecológico, pero todo intento de tacto culmina en abandono por parte del ginecólogo, por contractura dolorosa de los músculos pelvianos. Recordemos que cuanto más se demora la penetración, se facilita la aparición del dolor, ya que la contractura que recién se instala con todo intento de penetración con espéculo, dedo o pene, es tónica, llegándose a la liberación de ácido láctico entre las fibras musculares lo que estimula las terminaciones al dolor. Una característica de la mujer vagínica, es que cuando lo indicamos, puede efectuar autopenetraciones digitales durante el baño, de manera sorpresiva. Algo imposible en una fobia sexual.

Kaplan (1989) señalaba

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