Francisco De Paula Santander
indiileon18 de Octubre de 2012
5.925 Palabras (24 Páginas)847 Visitas
Pensamiento político de francisco de paula Santander:
Francisco de Paula Santander: sus ideas políticas
Ideas políticas y vida pública
Las ideas políticas de Francisco de Paula Santander no constituyen un cuerpo ideológico sistemático y coherente: fue ante todo un hombre de acción, que pasó la mayor parte de su vida como soldado o como gobernante. Lo que pensaba sobre la sociedad y su gobierno, aunque inicialmente podía reflejar sus lecturas como estudiante, que no se conocen con precisión, surgió en gran parte de su experiencia concreta, de sus dificultades para lograr que funcionara el gobierno, de sus discusiones y conflictos con otros miembros del ejecutivo, del debate con algunos amigos cercanos, de sus esfuerzos para convencer al congreso, de las vicisitudes y eventos de un agitado período.
Por supuesto, sus textos muestran un conjunto de ideas relativamente simple y consistente, que se mantienen sin muchos cambios durante toda su vida pública: ideas que no pretendían ser originales, que reflejaban en buena parte las lecturas de la universidad o los libros comprados o prestados por los amigos, que no se desarrollaban como una teoría política y que se desempolvaban cuando era necesario dar a un discurso o a un artículo de periódico la autoridad de un pensador distinguido o el drama que podía introducir una alusión a la historia griega o romana. Fue, para decirlo con términos muy generales, patriota, republicano y liberal, de un federalismo muy matizado y pragmático, enemigo de la monarquía y el centralismo, civilista pero amigo de la energía que el ejército podía dar al Estado y partidario de gobiernos con autoridad y fuerza, sujetos a leyes claras y respetuosos de los derechos fundamentales del ciudadano, entre los que daba especial importancia a la libertad de prensa y al debido proceso legal.
La vida de Santander, que nació en la Villa del Rosario de Cúcuta en 1792, puede esquematizarse en unas etapas relativamente simples: la época de formación y estudio; los años del ejército - de la declaración de la independencia en 1810 hasta la batalla de Boyacá en 1819-; el ejercicio del gobierno, desde cuando, apenas de 27 años, asume, como vicepresidente, el gobierno de la Nueva Granada hasta 1827, cuando Bolívar suprimió el cargo de vicepresidente-; los años de oposición, prisión y exilio, de 1828 a 1832; los años como presidente de la Nueva Granada 1832 y 1837, y la fase final, como ex presidente, entre 1837 y 1840.
Sus estudios los hizo en San Bartolomé, y terminó sus cursos de filosofía (lo que hoy llamaríamos la secundaria), en 1808 y estaba a punto de concluir su formación en derecho civil y canónico cuando estalló la revolución. En estos años tuvo que aprender latín –y con ello se apropió de las tradiciones de las repúblicas de Grecia y Roma- y familiarizarse con los rudimentos de la matemática y las ciencias naturales que se enseñaban en la clase de filosofía, pero sus estudios jurídicos siguieron los textos relativamente convencionales de la universidad colonial. Luego las exigencias de la guerra y la política y sus pasiones y aficiones lo inclinaron más a las satisfacciones de la acción y a los placeres de la música y el baile,. Fue, sin duda, un buen lector, y hasta cierto punto un bibliófilo; cuando estuvo detenido en la Biblioteca Nacional en 1828, aprovechó sus horas de quietud para contar los libros allí existentes. Pero no era en los libros donde quería aprender las leyes de la guerra o del gobierno, sino en la experiencia misma, y sorprende, por ejemplo, que en su detallado diario de viaje por Europa, mientras comenta con entusiasmo sus frecuentes visitas a la ópera –tres veces seguidas oyó, por ejemplo, la Flauta Mágica- o a los grandes museos y bibliotecas de Europa, y mientras registra con placer las visitas y encuentros con personajes notables y los libros que le regalan, prácticamente nunca se refiere a sus lecturas.
Los años de milicia, cuando fue siempre al mismo tiempo soldado y administrador, encargado de oficios de secretaría e intendencia, no han dejado mucha huella de sus creencias y preocupaciones. En el conflicto entre centralistas y federalistas, que encubría las rivalidades entre Bogotá y las demás ciudades, siguió al Brigadier Antonio Baraya, a quien Nariño había enviado para forzar la sujeción de Tunja, cuando aquél se pasó a las filas federales. Preso en 1813 e indultado por Nariño, volvió a los ejércitos del Congreso de la Unión. De 1813 a 1816 defendió la región de Cúcuta, y entre 1816 y 1819 tuvo una destacada historia como soldado y administrador militar en los llanos orientales, donde se habían refugiado los patriotas después de la reconquista; en la decisión de irse a los llanos y no al sur de Colombia Santander tuvo ya un papel importante. En todo caso, al concluir la guerra, escribió una animada narración de las últimas incidentes de la lucha contra los españoles, muy elogiosa de Bolívar y cuidadosa de dejar en buen sitio su participación en la guerra. Es un texto que muestra a un escritor hábil y competente, con un estilo que debe poco a los modelos clásicos españoles, y más a las formas de exposición más simples y elocuentes de la ilustración. [1]
Los años de gobierno han sido estudiados con equilibrio y erudición por David Bushnell[2]. Santander demuestra entonces sus mejores cualidades como funcionario público: ordenado y cuidadoso, atento a las dificultades de establecer una nueva administración, con una visión de largo plazo, respetuoso de la ley. Como debía atender con frecuencia las solicitudes de reclutas y provisiones para los ejércitos que Bolívar comandaba en el sur, su respeto a los procedimientos locales y a sus consideraciones presupuestales produjeron roces con Bolívar, que, desde la escena de la guerra, consideraba más importante conseguir lo que necesitaba para derrotar a los españoles que enseñar a los colombianos a seguir las normas legales.
Mientras Santander, aunque veía las grandes dificultades del gobierno republicano y desconfiaba de las reuniones populares, no perdió su fe en el gobierno representativo y en los principios liberales; Bolívar, que compartía la misma desconfianza desde el comienzo, llegó gradualmente a la conclusión de que nuestros pueblos no estaban maduros para la democracia, y se requería un gobierno autoritario y aristocrático para conservar el orden, amenazado por demagogos y militares. Frente a las tentaciones autoritarias de Bolívar, frente a su entusiasmo por la constitución aristocrática de Bolivia, que sueña con hacer aceptar en Colombia, Santander se aferró, por convicción liberal y quizás por una creciente irritación con Bolívar, a la constitución de 1821. También por legalismo: la constitución de Cúcuta había determinado en 1821 que no se le podrían hacer reformas antes de 10 años y Santander insistía cada vez más que la única forma de educar a los pueblos en el respeto a la ley era respetando siempre la ley, incluso cuando producía malos resultados.
Una brecha se fue abriendo, desde 1824 en adelante, entre los dos viejos amigos y colaboradores, y alrededor de ellos se agruparon los principales dirigentes colombianos. Frente a cada incidente, grave o elemental, se tomaban partidos contrapuestos. El congreso de Panamá marcó distancias. Bolívar quería formar una liga de países hispanoamericanos bajo la protección con la Gran Bretaña, que nos salvara de la anarquía y del “tremendo monstruo” de las rebeliones negras y de la “preponderancia numérica” de los indios; a cambio de esto los ingleses tendrían “la América...como un opulento dominio de comercio” [3] Santander prefería un eventual apoyo de los Estados Unidos, más liberales y democráticos, que de la monárquica Inglaterra e invitó a este país a Panamá, contra la opinión de Bolívar. Para finales de 1826 el abismo era insalvable: Bolívar quería establecer en Colombia una constitución como la de Bolivia, con un presidente que nombrara a su sucesor, con un senado hereditario, que nos evitara los riesgos del sufragio popular, centralista, y en la que el ejecutivo tuviera una clara preponderancia, mientras Santander convirtió la defensa de la constitución de 1821 en la piedra de toque del republicanismo liberal.
Conflictos personales y sentimentales, intrigas de amigas, chistes y chismes se añadieron a las diferencias de opinión y envenenaron gradualmente las relaciones entre los dos máximos dirigentes del país. Las tensiones, que se advierten a pesar del lenguaje correcto de su correspondencia al menos desde dos años antes, explotaron en la ruptura de 1826, cuando Bolívar condonó la insurrección de Páez contra el gobierno nacional. Bolívar reasumió el mando en 1827, destituyó a Santander y convocó una convención nacional que modificara la constitución de Cúcuta. Santander, que a última hora había aceptado la idea de la convención, si era convocada por el Congreso y no con base en las peticiones de juntas irregulares, encabezó a un grupo de liberales que buscaban la aprobación de una constitución federalista.
Reunida la convención, en Ocaña, y después de algunos enfrentamientos, los diputados bolivarianos, en minoría, decidieron retirarse; los santanderistas, aunque eran más –y en realidad muchos diputados no estaban muy alinderados-, no formaban quorum suficiente para decidir. Santander, que apoyaba ahora una constitución algo federalista, trató de buscar algún punto de acuerdo con los diputados bolivarianos pero fracasó y la Convención se cerró sin haber podido hacer las reformas constitucionales que Bolívar quería y que no
...