Fundamentos Antropologicos - La Felicidad Y El Sentido De La Vida
AQUILESIII26 de Marzo de 2014
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8. La felicidad y el sentido de la vida
8.1. LAFELICIDAD: PLANTEAMIENTO
La felicidad es aquello a lo que todos aspiramos, aun sin saberlo, por el mero hecho de vivir. Ocurre así sencillamente porque «la felicidad es a las personas lo que la perfección es a los entes» (Leibniz). Felicidad significa para el hombre plenitud, perfección. Por eso, toda pretensión humana es «pretensión de felicidad» 1 ; todo proyecto vital, búsqueda de ella; todo sueño, aspiración a encontrarla. A fin de esclarecer este complejo y sugestivo tema, adoptaremos ya desde el principio una doble perspectiva: una exterior y objetiva, viendo las cosas «desde fuera», y otra más experimental y subjetiva, metiéndonos dentro de nosotros mismos. Ambas se complementan mutuamente. La vida lograda, felicidad o autorealización exige la plenitud de desarrollo de todas las dimensiones humanas, la armonía del alma, y ésta, considerada desde fuera, se consigue si hay un fin, un objetivo (skopós) que unifique los afanes, tendencias y amores de la persona, y que dé unidad y dirección a su conducta. Los clásicos acostumbraron a decir que la felicidad es ese fin, el bien último y máximo al que todos aspiramos, y que todos los demás fines, bienes y valores los elegimos por él 2 . La felicidad sería, pues, el bien incondicionado, el que dirige todas nuestras acciones y colma todos nuestros deseos. Ese bien incondicionado no sería, evidentemente, medio para conseguir ningún otro, pues los contendría a todos y alcanzarlo supondría tener una vida lograda. Los clásicos nunca vacilaron en decir que un bien semejante sólo podía ser el Bien Absoluto, es decir, Dios 3
1. J. MARÍAS, Antropología metafísica, cit., 252. 2. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, 1094a 20. 3. PLATÓN, Leyes, 715e-716c. La intensidad de este texto de Platón es mal conocida. Cfr. también TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I-II, q. 2, a. 8. Esta respuesta se ha hecho desde hace tiempo menos
Según esta consideración «objetiva», la felicidad consiste en la posesión de un conjunto de bienes que significan para el hombre plenitud y perfección. Es un planteamiento que busca responder a esta pregunta: ¿qué bienes hacen feliz al hombre? Se trataría de aquellos que constituyen una vida lograda, una vida buena. Sin embargo, para hacerse cargo de todo el alcance de la cuestión de la felicidad es preciso ver las cosas «desde dentro» de nosotros mismos, de una manera más vital y práctica, experimental. La pregunta sobre la felicidad es siempre de carácter existencial: no es algo que nos importe en teoría, sino en la práctica; no es algo que tenga interés en general, sino para mí: ¿qué tengo que hacer para vivir bien, para optimizar los logros de mi vida, para que ésta merezca la pena?, ¿puedo ser feliz o es una utopía?, ¿qué me cabe esperar? Hemos dicho que vivir es ejercer la capacidad de forjar proyectos y después llevarlos a cabo. Cada uno hacemos nuestra propia vida de un modo biográfico, y por eso tiene tanta importancia la pretensión vital de cada uno, aquello que cada uno le pide a la vida y procura por todos los medios conseguir. Pues bien, somos felices en la medida en que alcanzamos aquello a lo que aspiramos. El problema es que muchas veces eso no se consigue, porque queremos quizá demasiadas cosas. O porque aspiramos a menos de lo que nos es debido, o por aspirar a algo que no responde a nuestro anhelo de felicidad. «Como la pretensión es compleja y múltiple, su realización es siempre insuficiente» 4 . La felicidad parece tener entonces un carácter bifronte: constituye el móvil de todos nuestros actos, pero nunca terminamos de alcanzarla del todo. Por eso, para estudiar la felicidad desde el punto de vista personal, biográfico, hemos de fijarnos sobre todo en las pretensiones que tenemos, en el alcance de nuestros proyectos e ideales, y en el modo en que los realizamos. Es una perspectiva de la felicidad que mira hacia el futuro, pues es en él donde están los bienes que buscamos. La felicidad es algo que se busca pero, ¿se puede lograr, se puede encontrar, nos está proporcionada?, ¿cómo ser feliz? 5 . De ahí surgen las preguntas acerca del sentido de la vida: ¿Qué vida merece la pena ser vivida? ¿Merece, en general, la pena vivir? ¿Qué sentido tiene mi vida?
evidente para muchos, porque muchos piensan que el Bien Absoluto no es una realidad realmente existente, sino una bella idea, empíricamente inexperimentable. Al hablar del destino veremos que no es así (cfr. 8.7, 17.1). 4. J. MARÍAS, La felicidad humana, cit., 31. 5. Las dos preguntas mencionadas responden a la distinción clásica entre felicidad objetiva, es decir el bien o bienes que nos hacen felices, y felicidad subjetiva, la posesión del bien o bienes anteriores: cfr. TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I-II, q. 3, a. 1. Este autor subraya vigorosamente en su tratado (Sobre la felicidad, Suma Teológica, I-II, q. 1-5), el primer aspecto, analizando cada uno de los bienes posibles que dan la felicidad, y concluyendo que es el Bien Absoluto. Aristóteles (Ética a Nicómaco, libro I) analiza con detalle el segundo aspecto: el tipo de actividad que proporciona la felicidad, siguiendo su inspiración platónica y formulando una doctrina que también desarrollará la tradición medieval: la felicidad es una actividad del alma, y una actividad perfecta, sin impedimentos, principalmente contemplativa (Ética a Nicómaco, libro X).
Una primera condición para aspirar a lo felicitario es no ser un miserable: en la vida humana lo más alto no se sostiene sin lo más bajo, hay unas condiciones mínimas que tienen que cumplirse. Es imprescindible un mínimo de bienestar. La desgracia es el advenimiento del mal y el dolor a la vida humana. La felicidad: consiste, radicalmente en la liberación del mal. El punto de partida para la consideración de la felicidad humana es la limitación natural del hombre, temporal, física, moral. La felicidad tiene cierto carácter de meta o fin, a alcanzar desde la inevitable experiencia de la limitación, cuya serena aceptación es la primera condición para no echar a perder la dicha que dentro de ella puede conseguirse. Sin embargo, aquí vamos a tratar de la felicidad, no tanto como liberación del mal y de la desgracia, sino como alcanzamiento y celebración del bien. Ahora no vamos a fijarnos principalmente en los mínimos de la felicidad, sino en la respuesta a las preguntas planteadas. Aunque en los primeros epígrafes de este capítulo trataremos de dar una respuesta realista y seria a todas ellas, no podemos olvidar que hay mucha gente que no cree en la felicidad, que la considera una ilusión, un imposible. Asimismo, hay otra mucha gente que entiende por una vida buena algo muy diferente a lo que aquí se va a sostener. Todas esas posturas merecen ser caracterizadas y presentadas aquí, puesto que son intentos de soluciones al problema de la felicidad y del sentido. 8.2. LOS ELEMENTOS DE LA VIDA BUENA Busquemos una respuesta a nuestras preguntas. La vida buena era para los clásicos la que contiene y posee los bienes más preciados: la familia y los hijos en el hogar, una moderada cantidad de riquezas, los buenos amigos, buena suerte o fortuna que aleje de nosotros la desgracia, la fama, el honor, la buena salud, y, sobre todo, una vida nutrida en la contemplación de la verdad y la práctica de la virtud. Hoy todavía se puede mantener que la posesión pacífica de todos estos bienes constituye el tipo de vida que puede hacernos felices 6 . La vida buena incluye en primer lugar el bienestar, es decir, unas condiciones materiales que permitan «estar bien», y en consecuencia tener «desahogo», «holgura» suficiente para pensar en bienes más altos y no andar siempre preocupado por los mínimos de supervivencia. ¿Qué incluye esta calidad de vida? En primer lugar la salud física y psíquica, el cuidado del cuerpo y de la mente, y la armonía del alma. En segundo lugar, la satisfacción de las diferentes necesidades humanas. En tercer lugar, contar con las adecuadas condiciones naturales y técnicas en nuestro entorno. La adecuada instalación y conservación de la persona en
6. La relación aquí enumerada admite, por supuesto, añadidos y discusión: Cfr. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, II, 3-4; 1099b 1-8; Rethorica, 1360b 19-27.
estas circunstancias corporales, anímicas, naturales y técnicas constituyen la calidad de vida necesaria para la felicidad. Sin embargo, los bienes que hacen feliz al hombre no son sólo los útiles, los que se definen por servir para algo, sino también, y sobre todo, aquellos otros que son dignos de ser amados por sí mismos, porque son de por sí valiosos y bellos. ¿Cuáles son éstos? El saber y la virtud, posesiones humanas más altas y enriquecedoras que lo puramente técnico y corporal. Son realidades que transforman al propio hombre, que le dan un modo de ser (ser sabio, ser justo o prudente), lo cual nos hace ver que la felicidad no está tanto en el orden del tener, como en el del ser. Ésta es la enseñanza básica de Sócrates: lo que hay que hacer para ser feliz es practicar las virtudes y hacerse así virtuoso; ésta es la mejor sabiduría 7 . Ser virtuoso es el modo de crecer y llegar a la plenitud humana. Además, el modo de ser acorde con la persona es ser con otros, y el modo más intenso de vivir lo común es el amor. Buena parte de la felicidad radica en tener a quien amar y amarle efectivamente, hasta hacerle feliz: la felicidad va unida al nombre propio que uno tiene y a los lazos que sabe crear desde la propia intimidad personal. Querer el bien del otro, abrirse a la donación de
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