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Fundamento antropológico de la educación


Enviado por   •  29 de Octubre de 2015  •  Resúmenes  •  2.889 Palabras (12 Páginas)  •  398 Visitas

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La persona: Sujeto de la educación.

I. Fundamento antropológico de la educación.

La educación es un proceso intencional fundado en una concepción de hombre vertebrada por la tensión dialéctica entre ser y deber ser. Así el proceso educativo es un proceso de transformación de un estado imperfecto y previsional a otro que se considera más valioso y mejor. La educación procura el perfeccionamiento o plenificación de las potencialidades específicamente humanas.

Esto conlleva a un punto central en la reflexión de la filosofía sobre la educación: la articulación entre el ser, el poder ser y el deber ser del hombre.

El hombre es, en filosofía, el objeto de estudio de la Antropología Filosófica: una reflexión integral entre la naturaleza humana desde su fundamentación última y constituye un puente entre las ciencias del hombre y la metafísica.

En la edad moderna el cambio de paradigma hace del hombre el centro de sus reflexiones como ser inmerso en la naturaleza y en la historia, con dos consideraciones: las del ser del hombre y del sentido de su vida o al individuo como anterior a cualquier forma de comunidad. Desde el punto de vista antropológico se configuró en dos tradiciones filosóficas: el legado clásico y el empirismo inglés.

A mediados del siglo XIX se ha sumado un intento de sistematización filosófica de estas reflexiones a través de la Antropología Filosófica: desde la perspectiva humanista es una reflexión centrada en el sentido y el valor del hombre y de lo humano[1] y, en contraposición, está la perspectiva empírico reductiva. Ambos enfoques vertebran distintos paradigmas educativos.

1. Perspectiva humanista.

Afirmamos a la persona como sujeto de la educación anclando en la perspectiva humanista como posibilidad de elucidación del sentido y finalidad de todo proceso educativo.

1.1 Concepto y singularidad del ser humano

La Antropología Filosófica contemporánea admite lo biológico y procura articular la dicotomía del ser humano: cuerpo y alma o naturaleza y espíritu o animalidad y racionalidad.

La cuestión crucial es articular el “salto diferenciador” que produce “diferencias de nivel” que acaban convirtiéndose en substanciales diferencias cualitativas. Epistemológicamente implica la superación de reduccionismos unilaterales: un hombre asumido en su única dimensión corpórea o, sesgado de esta, como una mera abstracción espiritual. Ontológicamente abre al misterio mismo de la existencia ya que es en torno al tal “salto diferenciador” donde se plantean los mayores interrogantes y fundamentos de las distintas cosmovisiones.[2]

Los seres humanos constituimos una singular especie animal cuya naturaleza biológica infiere lo transbiológico. Somos seres culturales por naturaleza.

La humanidad se ha configurado en un largo y complejo proceso evolutivo cuyo resultado es consecuencia de la interacción entre la evolución biológica y la cultural.

La hominización refiere a una serie de características biológicas que van a provocar la aparición del hombre: aumento de volumen cerebral, bipedización, manualización y desarrollo de un sistema de comunicación complejo.

A esta fase de la hominización, que se denomina sapientización, implica una prevalencia de la herencia social sobre los condicionamientos biológicos y los límites ecológicos y allí aparece el homo sapiens sapiens, el hombre autoconciente. Con él se da la emergencia de cualidades específicas que conllevan un retroceso de lo meramente instintivo y una consumación de la libertad. Inaugura su existencia como una existencia abierta. El hombre es un ente inconcluso, está en permanente cumplimiento, de “deber ser” y ello se debe a que antes es “poder ser”.

La diversificación biológica es reemplazada por la diversificación cultural.

Fundamentos de la educabilidad.

El hombre no posee pautas innatas de comportamiento requiriendo, permanentemente, de nuevas conductas y aprendizajes para poder sobrevivir.

La primera especificidad de lo propiamente humano está dada en el sentido de inacabamiento, estado carencial con que el hombre viene al mundo y desde el cual es compelido a desplegar todas sus potencialidades.

Su especificidad parece concentrarse en una capacidad plástica, variable, compleja y abierta en la relacióncon el medio o naturaleza que hace de él un ser educable. Esta condición de plasticidad biológica y apertura intencional es lo que denominamos educabilidad.

La relación hombre-naturaleza es dialéctica. Sus acciones, aunque su fin inmediato es la supervivencia, tienen el impulso esencial en la aspiración de plenitud, de conquista de lo más propiamente humano y, por ello, la respuesta es siempre en proyección de futuro.

El hombre conduce su vida porque, al no estar determinada por sus estructuras psicobiológicas, le exige ser libre: permanentemente tiene que optar y apropiarse libremente de las posibilidades que le ofrece el entorno, para llegar a ser lo que debiera ser.

El hecho de que el hombre esté situado en la naturaleza pero, a la vez, la trascienda constituye su excentricidad o apertura al mundo, siempre mediada por la autoconciencia reflexiva marca el punto de la propia continuidad ontológica: despliegue de la capacidad creadora por la cual la realidad multifacética adquiere sentido en el contexto de un proyecto existencial.

La relación con la naturaleza no es suficiente, el hombre necesita de los otros hombres para transitar cabalmente el proceso de plenificación. Esta interacción naturaleza-sociedad-hombre evidencia el modo específico de la existencia y del ser del hombre: la cultura.

El carácter más general y fundamental de la cultura es que debe ser transmitida, requiere un proceso educativo. Así se configura la identidad personal: por eso el hombre tiene que ser forzosamente educado. La educación es una necesidad, una exigencia porque está ineludiblemente atada al proceso de humanización de la persona. El hombre es el único ser educable porque es el único capaz de integrar, resignificar y proyectar en la práctica de conocimientos y valores en una retroalimentación continua de sus potencialidades humanas.

Cultura e historicidad.

El hombre es un ser social y cultural, un ser dialogal que se constituye en relación dialéctica con sus congéneres y con la naturaleza, a través del tiempo, de la historia.

Es una mezcla de potencia (aptitud de llegar a ser o devenir alguna cosa) y acto (esa misma cosa que ha devenido o llegado a ser lo que tenía que ser. El paso de la potencia al acto es el movimiento: la tendencia del hombre hacia la plenitud de la existencia; de consumar todas sus potencialidades; y este movimiento acontece en el tiempo y constituye la historia.

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