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GRIFO


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2011  •  Informes  •  1.467 Palabras (6 Páginas)  •  490 Visitas

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GRIFO

Género Híbrido

Nombre Científico Raptopanthera Gryphos

Hábitat Montañoso

Longevidad De 50 a 60 años

Medidas 2,4 m. en la cruz aprox.; 5,5 m. de envergadura

Distribución India, Oriente Medio, norte de Rusia

Animal fabuloso cuya forma varía con el tiempo, si bien es fácilmente reconocible ya que combina un cuerpo de león con cabeza, pecho, alas y garras de águila.

La cabeza puede ser de buitre o de león. Las patas pueden ser todas de león o todas de águila o bien aparecer dos y dos.

Es posible también que el cuerpo del felino aparezca alado y sea más pequeño, del tamaño del lobo, y ocasionalmente puede tener cola de serpiente.

Otras veces se le atribuía cuerpo de león, pero con cabeza y alas de águila, orejas de caballo y una cresta con aletas de pez.

Por otra parte, la postura del grifo no es uniforme: aparece amenazador y rampante, como custodio de un trono real, como montura de un dios o, simplemente, como un animal de presa. Lo mismo se puede decir respecto a su color.

De todo lo anterior se deduce que el grifo reunía en sí los caracteres físicos de los dos animales más poderosos de la tierra y del aire, el león y el águila.

Era regente del aire y también de la tierra.

A LO LARGO DEL TIEMPO

Con el paso del tiempo, los caracteres del grifo se fueron definiendo. Quedó convertido en un ave cuadrúpeda de enormes garras, con uñas del tamaño de los cuernos de un buey, capaces de aferrar el cuerpo de un caballo o de un hombre completamente armado y transportarlo por los aires (las garras eran tan grandes que se podía fabricar una taza o un vaso con cada una de ellas; de hecho, durante la Edad Media se comerció frecuentemente con supuestas garras de grifo, en la creencia de que cambiaban de color si se introducía un veneno en ellas).

Cuando el grifo echaba a volar, el viento que producían sus fuertes alas bastaba para derribar a los hombres.

Los grifos vivían en los montes Hiperbóreos, en algún punto de Escitia, en lucha constante con los arimaspos, los cuales intentaban robarles el oro y las esmeraldas que colocaban en su nido como talismán contra las alimañas venenosas del monte. Los enemigos naturales del grifo eran los hombres, a los que no temía en absoluto, y los caballos. De su enorme hostilidad hacia este animal da cuenta el hecho de que Virgilio no encuentra imagen más significativa para describir las bondades de la Edad de Oro que decir que en esta época incluso los caballos se mezclaban con los grifos (posteriormente esta idea hará fortuna en la figura del Hipogrifo).

LEYENDAS

Es en Grecia donde aparece por primera vez el motivo de la lucha entre los hombres y los grifos en un poema del siglo IV a.C., titulado Arimaspeia, del que por desgracia no se conservan más que seis versos. El autor del relato, el poeta Aristea de Proconeso, cuenta su viaje hacia el país de los hiperbóreos, la tierra del dios Apolo, quien le había inspirado su obra. Durante el camino se había encontrado a los arimaspos, unos extraños seres ciclópeos, en lucha perpetua con los grifos para apoderarse del oro que éstos custodiaban. Un siglo más tarde el historiador Heródoto retomó la historia y escribió que los grifos construían nidos de oro.

La segunda leyenda relacionada con el grifo aparece ya en época medieval, en el Libro de Alexandre, reconstrucción fantástica de la vida del emperador Alejandro Magno, en la cual el macedonio se convierte en un héroe en el que confluyen motivos religiosos, caballerescos, legendarios, etc., capaz de realizar numerosas proezas. Entre ellas está la de enganchar en su carruaje dos grandes grifos. El macedonio, ya conquistada la tierra, decide a emprender la conquista del cielo; asciende a una elevada montaña cercana al Mar Rojo y ordena construir una especie de cesto que sujeta con cadenas a unos grifos. Alejandro idea entonces una treta para conseguir que los grifos levanten el vuelo. Sentado en el interior de la barquilla, sujeta en sus manos dos largas pértigas de madera en cuyo extremo había colocado unos trozos de carne que caían justo delante del pico de los animales; así pues, éstos, en su afán de alcanzarla, echan a volar. Después de sobrevolar la tierra durante el tiempo suficiente para verla como una isla rodeada

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