GUERRA DE BAJA INTENSIDAD
173495368 de Febrero de 2013
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Este informe es una aproximación al conocimiento de la estrategia de la guerra de baja intensidad elaborada por los altos mandos de Estados Unidos. Se basa en los planteamientos que tales dirigentes han hecho, empleando sus propias fuentes y eludiendo las versiones de segunda mano. Constituye también una guía para comprender mejor que está pasando realmente en Colombia, Venezuela y el resto de América Latina.
¿Qué es la guerra de baja intensidad?
• Una noción clave de la actual estrategia militar de Estados Unidos, para combatir las revoluciones, movimientos de liberación o cualquier conflicto que amenace sus intereses. Sus objetivos principales son:
a. Contrainsurgencia: derrotar movimientos de rebelión popular.
b. Reversión: derrocar gobiernos revolucionarios o los que no se ajustan plenamente a los intereses estadounidenses.
c. Prevención: ayudar a gobiernos aliados de Estados Unidos a evitar su desestabilización.
• La victoria que persigue la estrategia de guerra de baja intensidad no es sólo militar. Busca una victoria más completa, efectiva para un largo plazo, mediante el aniquilamiento de la fuerza política y moral de la insurgencia.
• El principal teatro de operaciones de la guerra de baja intensidad son los países del llamado Tercer Mundo. La guerra de baja intensidad significa la intervención estadounidense en los asuntos internos de otros países. Sin embargo, los militares consideran que ésta también puede ser necesaria para reprimir conflictos internos, dentro de países como Estados Unidos.
• La idea de baja intensidad alude el uso limitado de la fuerza para someter al adversario. Puede transformarse en una guerra de mediana intensidad, en la que se emplearán mayores recursos. El escalón más alto de conflicto para los militares estadounidenses es la guerra de alta intensidad, una guerra abierta contra otra potencia que cuenta con capacidad para el ataque nuclear.
• Las formas de la guerra de baja intensidad son muchas. Se asocian con situaciones de inestabilidad, contención agresiva, paz armada, conflictos militares cortos, antiterrorismo, antisubversión, conflictos internos, guerra de guerrillas, insurrecciones, guerras civiles, guerra irregular o no convencional, guerra encubierta, guerra psicológica, operaciones paramilitares, operaciones especiales, invasión, etcétera.
• La guerra de baja intensidad termina, según la definición de los militares estadounidenses, cuando se requiere el uso de una fuerza mayor. Se pasa al siguiente escalón de intensidad al producirse la declaración formal de guerra entre dos naciones y/o cuando se emplean masivamente fuerzas de intervención militar convencionales. Éste fue el caso de la intervención militar estadounidense en Irak, al transformarse la operación Escudo del Desierto en Tormenta del Desierto. En El Salvador o Nicaragua, por ejemplo, no ha finalizado la guerra de baja intensidad pues ha quedado latente la posibilidad de la insurgencia. Es por ello que los estadounidenses prefieren hablar de Low Intensity Conflict, un concepto que no es eufemista, sino que les permite abordar los problemas de la insurgencia en una dimensión más amplia, y no sólo militar. Esta definición es paralela a la adopción del concepto iniciativa, que es más amplio que el de ofensiva militar.
• Las tropas destinadas a la guerra de baja intensidad se agrupan en una trilogía: las fuerzas para operaciones especiales, las fuerzas para asuntos civiles y las fuerzas para operaciones psicológicas. Una fuerza especial dotada de doce efectivos, por ejemplo, constituye una unidad flexible que puede incluir personal de asuntos civiles o de operaciones psicológicas y tiene alta capacidad de despliegue. “Las fuerzas de operaciones especiales tienen experiencia para mantener un dispositivo no muy visible. Es normal que las FOES entren a un país, completen su misión de apoyo a la nación anfitriona y luego salgan sin que su presencia haya sido mencionada en los medios de prensa de ese país. Según Locher, estos soldados, marinos e integrantes de dotaciones aéreas se han desempeñado activa, efectiva y silenciosamente en el mundo por décadas.”1
• En general, un plan de contrainsurgencia tiene tres fases. “La primera estabiliza la situación militar y política. La segunda, que es la más larga, emplea la presión sostenida y gradualmente intensificada en los ámbitos militar, psicológico y político, para impulsar a los insurrectos a las negociaciones. La tercera utiliza la ofensiva política, psicológica y militar para llevar a efecto las negociaciones.”2
¿Por qué aparece la idea de la guerra de baja intensidad?
En la década del setenta, la victoria heroica del pueblo de Vietnam sobre la intervención masiva de las fuerzas militares de Estados Unidos fue seguida por el triunfo popular en diversos países durante casi seis años: Laos, Camboya, Mozambique, Angola, Etiopía, Yemen del Sur, Granada y Nicaragua.
La reacción de los dirigentes políticos, económicos y militares de Estados Unidos se produjo en 1981, cuando llegó Reagan a la presidencia de ese país. Se consideró entonces que la preocupación principal debería centrarse en lo que ocurría en el Tercer Mundo.
En Asia, África, Medio Oriente y América Latina viven dos tercios de la población mundial y allí se encuentran recursos naturales estratégicos. Durante 1983, el comercio de Estados Unidos con los países del Tercer Mundo llegaba a 175 000 millones de dólares, una cifra casi igual a su comercio con Europa y Japón, juntos.
En esa época decía Richard Nixon, expresidente estadounidense, que la mayor amenaza para los intereses de Estados Unidos no era ya la Unión Soviética o China, sino el levantamiento en los países pobres del Tercer Mundo. Y esto era así, según Nixon, porque “el mayor acontecimiento geopolítico desde la segunda guerra mundial es la pérdida de la batalla ideológica por los comunistas”, en Europa del Este. Además, en ese momento era evidente que una guerra nuclear resultaba inconveniente para cualquier potencia.
Desde la segunda guerra mundial hasta finales de los años setenta, en el Tercer Mundo se produjeron ciento veinte guerras, con un saldo de más de 10 millones de muertos. Nixon observaba que nunca en la historia había existido un conflicto de tan grandes proporciones y tan extenso como la guerra del Tercer Mundo.3
Más recientemente se ha calculado que, sólo en el año de 1988, hubo 111 conflictos étnicos armados, de los cuales 36 fueron guerras en que se exigía autonomía o secesión. Cada diez años, desde el fin de la segunda guerra mundial, han muerto entre 1.6 y 3.9 millones de civiles no armados en las guerras del Tercer Mundo.4
Nixon y muchos generales estadounidenses consideraron, desde el principio de la década de los 80, que la guerra en los países más pobres del mundo era el desafío mayor, y que Estados Unidos y sus aliados no podrían vencer si empleaban las formas tradicionales de hacer la guerra. Consideraron que la superioridad de las fuerzas convencionales nada puede conseguir en contra de fuerzas no convencionales. Desde entonces, ellos se propusieron hacer un cambio global en su estrategia militar contrarrevolucionaria bajo el lema “No más Vietnams”.
El primer paso de los estrategas estadounidenses después de Vietnam fue evaluar los errores cometidos en la conducción política y diplomática de la guerra, en la coordinación de las instancias que tomaron las decisiones, en el aprovechamiento de la información de inteligencia y en el tratamiento de los medios de comunicación.
El segundo fue hacer todo lo posible para recuperar la iniciativa e impedir a toda costa nuevas victorias de los pueblos oprimidos en el Tercer Mundo. En esta línea, lo fundamental no era decidirse por la intervención o no intervención, sino intervenir victoriosamente. Y una de las condiciones para lograrlo consistía en estudiar qué tipo de conflicto tenían enfrente. Una forma de distinguir los conflictos es observar si se trata de guerras regulares o irregulares. Pero luego de la derrota estadounidense en Vietnam se concluyó que, además de la forma, era necesario calcular la intensidad.
En la perspectiva militar desarrollada en Estados Unidos, a determinada intensidad de la guerra corresponde una aplicación de la fuerza de intervención. Esta observación permitió que los militares estadounidenses precisaran que siendo las guerras de baja intensidad las más frecuentes en el Tercer Mundo, Estados Unidos debería de contar con fuerzas entrenadas, armadas, organizadas y dirigidas especialmente para esos conflictos, contra esos adversarios, en ese terreno y ante el tipo de características particulares que presenta la guerra en el Tercer Mundo. Desde la década de los ochenta, bajo esa perspectiva estratégica (la derrota ideológica de los países socialistas y la importancia de los conflictos en el Tercer Mundo), Estados Unidos ha realizado una gran transformación de sus fuerzas militares. Ha modificado sus leyes, su doctrina militar, la estructura y jerarquía de sus fuerzas armadas, las relaciones con los medios de comunicación, los
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