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Había una vez dos hermanas gemelas idénticas, Alison y Courtney

dayana.roxSíntesis19 de Febrero de 2014

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Prólogo

Había una vez dos hermanas gemelas idénticas, Alison y Courtney. Ellas

eran iguales en todos los sentidos: Ambas tenían cabello largo y rubio, unos

grandes, limpios y redondos ojos azules, rostros en forma de corazón y

sonrisas ganadoras que podían derretir almas. Cuando tenían seis montaron

sus bicicletas violetas y rodaron calle abajo por la entrada de la familia en

Stamford, Connecticut, cantando “Frère Jacques” en una vuelta. Cuando

tenían siete se subieron al gran tobogán para niños juntas y se tomaron de

las manos durante todo el recorrido. Incluso cuando sus padres les dieron a

cada una su propia habitación con camas de princesas con dosel, las

encontraban dormidas en el mismo colchón individual con sus cuerpos

entrelazados. Todos decían que ellas compartían esa indescriptible

conexión de gemelas. Hicieron la promesa de que serían mejores amigas

por siempre.

Pero las promesas se rompen todos los días.

En segundo grado las cosas empezaron a cambiar. Al principio eran cosas

pequeñas: una mala mirada, un ligero empujón, suspiros indignados.

Entonces Courtney se presentó en la clase de Ali de los sábados insistiendo

que ella era Ali. Courtney se sentó en el escritorio de Ali en la escuela el

día que su hermana estaba enferma. Courtney se presentó a ella misma

como Ali al hombre del correo, a los nuevos vecinos con el cachorro, y a la

señora mayor en el mostrador de la farmacia. Tal vez ella fingía que era su

hermana porque Ali tenía un brillo extra, algo que la hacía notar. Tal vez

Courtney estaba celosa. O tal vez Courtney estaba siendo forzada. -Ali me

obligo a hacerlo- dijo a sus padres cuando fue descubierta. -Ella dijo que si

no fingía ser ella algo horrible me pasaría y a ustedes también.- Pero

cuando su madre y padre preguntaron a Ali si esto era cierto sus ojos se

abrieron como platos -Nunca diría algo como eso- respondió inocentemente

-Amo a mi hermana, y los amo a ustedes.

De repente, Courtney y Alison se encontraban gritando y peleando en el

patio del colegio en un recreo. Luego Courtney encerró a Alison en el baño

en la hora del almuerzo y no la dejó salir. Los profesores llamaron a los

padres de las niñas, con sus voces llenas de preocupación. Los vecinos

hacían entrar a sus hijos cuando Courtney pasaba, atemorizados de que

pudiera hacerles daño. El último aviso llegó en un perfecto día primaveral

cuando los padres encontraron a Courtney sentada arriba de su hermana

con las manos alrededor de la garganta de Ali. Llamaron a doctores,

pericias psiquiátricas fueron realizadas a ambas niñas. Alison mantuvo la

compostura, pero Courtney entró en pánico. -Ella lo inició, insistió, me

amenazó, ella quiere que me vaya.

Esquizofrenia paranoica, los doctores dijeron en tono grave, ese tipo de

cosas es tratable, pero solo con mucho cuidado. Le correspondía a Ali

tomar la decisión final, sin embargo, entre lágrimas, ella decidió que su

hermana debía irse. Y entonces un beneficio fue encontrado con Courtney

fuera, lejos de su familia, lejos de todo lo que conocía. Sus padres

aseguraron que ella estaría de vuelta en el hogar ni bien se recuperara, pero

las semanas pasaron, luego los meses, de repente Courney estaba

siendo...olvidada.

A veces, una familia es como una mazorca de maíz: Puede que se vea

perfecta por fuera, pero cuando le quitas la cascara, cada parte está podrida.

Con los DiLaurentis, la niña que aparenta ser la víctima posiblemente sea la

atormentadora. Enviar a Courtney lejos pudo haber sido un plan maestro de

Ali. Y tal vez, solo tal vez, todo lo que Courtney quería era lo que ella

merecía, una vida feliz.

Después de todo, esto es Rosewood, y estas son las gemelas más

misteriosas de Rosewood. Y como sabes, en Rosewood, las cosas nunca

son como se ven.

La primera cosa que Courtney DiLaurentis oyó cuando despertó la mañana

en que su vida cambió fue el reloj de la pared. Le estaba diciendo, en una

no tan sutil manera, que el tiempo estaba corriendo.

Ella miró alrededor del desconocido cuarto. Sus padres decidieron mudarse

de Stamford, Connecticut, hace unos años para evitar la vergüenza de poner

a una hija en un sanatorio mental. Se reubicaron en Rosewood, Pensilvania,

un sucio y rico suburbio a veinte millas de Filadelfia, donde incluso los

perros llevaban collares Chanel. Porque no conocerían a nadie cuando se

mudaran, entonces no tendrían que contarle a nadie sobre su loca hija

internada en un hospital psiquiátrico. Incluso cambiaron su apellido de

Day-DiLaurentis a simplemente DiLaurentis con la esperanza de mantener

alejados a los molestos vecinos de Connecticut.

La habitación de huéspedes en la que Courtney se encontraba olía a bolitas

de naftalina y tenía un viejo edredón a cuadros, una cómoda de mimbre tan

lamentable, incluso para la habitación de un manicomio y una pequeña

estantería llena de revistas de cocina y cajas marcadas como “impuestos” y

“declaraciones”. El armario estaba lleno de adornos navideños, agujas con

puntos hechos por su abuela, horrendos sweaters que ella no podía

imaginar a nadie usando, en fin, la habitación era un depósito para todo lo

que su familia quería olvidar, incluso Courtney.

Empujó y deslizó las mantas y caminó hacia el pasillo. La casa, una enorme

victoriana, había sido diseñada de una manera en donde la parte de arriba

daba a la gran sala. Alzó la mirada y logró divisar la cocina. Su hermano

mayor, Jason, estaba encorvado en la mesa con un tazón de Frosted Flakes.

Su hermana gemela, Ali, estaba revoloteando alrededor de la mesada, su

cabello estaba perfectamente rubio ondeando por su espalda, y su camiseta

rosa daba un limpio y saludable brillo a su piel. Ella levantó una pila de

periódicos y miró debajo de estos. Luego abrió el cajón de cubiertos y lo

cerró de golpe.

*Frosted Flakes: Cereal de desayuno creado por la compañía

Kellogg’s, conocido en Latinoamérica como Zucaritas.

-Alison, ¿Cuál es el problema?- preguntó la señora DiLaurentis, quien

llevaba puesto un vestido apretado color gris de Diane Von Furstenberg y

sandalias. Lucía como si fuera a una entrevista de trabajo en vez de dejar a

su hija en un nuevo hospital psiquiátrico.

-No puedo encontrar mi anillo- dijo abriendo el cubo de basura y mirando

dentro de él.

-¿Cuál anillo?

-El anillo con mi inicial, dah- abrió otra alacena y la cerró con fuerza. -El

que uso todos los días- ella se dio la vuelta y enfrentó a su hermano: -¿Tú

lo tomaste?

-¿Por qué lo tomaría?- Jason preguntó entre bocado y bocado.

-Bueno, no puedo encontrarlo- espetó Ali - Casi como cuando no pude

encontrar mi pieza de la bandera” dijo, dándole a Jason una mirada

sarcástica.

Jason se limpió la boca con una servilleta -Incluso si supiera sobre tu

estúpida pieza de la bandera, es legal para cualquiera tomarlo, incluso la

gente que ayudó a esconderla. La cláusula de robo, recuerdas?

-Tal vez tú lo tomaste para dárselo a alguien más- su mirada se desvió

hacia el segundo piso.

Courtney hizo unos pasos alejándose de la baranda. De vuelta en la

habitación, abrió la maleta floreada que había tenido desde tercer grado y

examinó su contenido. Adentro había una camiseta casi del mismo tono

rosado que estaba usando Ali, también encontró unos vaqueros oscuros con

un tono índigo idénticos a los de Ali. Se los puso.

La cápsula del tiempo era una vieja tradición en Rosewood Day, la escuela

privada a la cual asistían Ali y Jason, y encontrar una pieza en el torneo de

la bandera era tan extraño incluso para un estudiante de sexto grado. Toda

la semana Ali había estado alardeando sobre la pieza que había encontrado

en el juego, aunque técnicamente, Jason le había contado dónde se

encontraría la pieza, lo que no fue del todo justo. Ali había estado

decorando su pieza en la mesa de la cocina después de la cena hace dos

noches atrás, dándole a Courtney, quien se encontraba mirando televisión

en la sala, miradas de superioridad.

-Mira lo importante que soy- decían las miradas.-Tú ni siquiera estás

permitida a salir de la casa.

Pero Ali no tenía esa mirada cuando ésta desapareció el día anterior. En la

privacidad de su patético cuarto de invitados, Courtney pasó sus dedos por

sobre la tela de seda y de los hinchados dibujos plateados hechos por su

hermana, el logo de Chanel, el diseño de Louis Vuitton, un grupo de

estrellas y cometas. Dibujó una pequeña fuente de los deseos llegando al

borde, queriendo dejar una marca en algo tan codiciado por su hermana.

“Luego se lo devolveré” prometió para sí misma. Pero Jason la había visto

con éste primero, él había visto a su hermana observando la bandera en su

habitación y entro corriendo: -¿De veras quieres más problemas entre

ustedes?-,

...

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