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"Hermana Marica" Gongora


Enviado por   •  3 de Febrero de 2014  •  3.676 Palabras (15 Páginas)  •  1.332 Visitas

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« Hermana Marica » de Góngora : infancia, carnaval y estilo

Se me antoja que el príncipe cordobés de la agudeza no pudo por menos de hacer suyo el principio evangélico sobre la necesidad de hacerse niño, cuando cogió la pluma para deleitarse y deleitar con su conocido romancillo « Hermana Marica ». Y niño se hizo cuando, queriendo entrar en el reino de los cielos poéticos infantiles, concedió ochenta hexasílabos, cuyos pares riman en asonante -éa- (un arrullo en posicion de rima), a tirarse a la calle, al barro de la calle, a jugar. Porque juego es siempre escribir, pero singularmente en este caso en que el poeta de la lúdica oscuridad, decide inundar de jocosa ligereza sureña unos versos dedicados a poner en escena a dos protagonistas menudos, a una niña y a un niño, ella nombrada, él anónimo, hermanos en la complicidad lúdica, reyes también los dos del reino inverso de la alegría carnavalesca. Porque alegría es lo que rezuman los versos de don Luis, una alegría que él califica de « burlesca » en su subtítulo, burla en el sentido de chirigota (burla) y desenfado (distrazione), de risa, de ritmo tamborilero y juego andaluz. Burla también, quizás, con significados más complejos y escondidos. Una broma poética, procedente del tono aparentemente menor, jocoso y chocarrero (volgare, rozzo), de los romances y las letrilllas ; broma brindada a la página en blanco de su seriedad en 1580, a sus diez y nueve primaveras.

Un poema de juventud que posee toda la maestría del poeta adulto. Porque serio es jugar. Y reír. Serio porque la risa, en todas sus formas incluida la literaria, saca al hombre del atolladero (impasse, punto morto) del destino y le devuelve su esencia, que es feliz porque nació en el paraíso. Y en ese paraíso siguen evolucionando perennemente los niños, protagonistas elegidos con esmero (accuratezza) para el romancillo, profesionales de la risa, seres humanos todavía libres y atrevidos (arditi), comiendo manzanas prohibidas a dentelladas en la merienda. Creadores convencidos los niños, ángeles del soñar. Y éste es el sueño gongorino e infante que el romancillo proyecta, en la belleza de su perfección caótica, en la viveza y profusión de sus colores y gestos y ruidos sin fin.

La calle es el espacio urbano en el que se desarrolla buena parte del poema, con su bullicio (chiasso)y su mezcla de elementos : de instrumentos festivos, golosinas (dolciumi), animales, vecinos, amigos, juguetes. La calle es el espacio de encuentro, de comercio, de invención lúdica y onírico lugar de deliciosa y divertida cotidianeidad : y el 
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poema de Góngora es la calle de su juego poético, de su carnavalesca osadía (audacia). Porque, tras la ingenuidad de su protagonistas, parece nacer toda una red de intertextualidad que amplía la lectura del texto a varios niveles.

Pero volvamos a ese ambiente callejero que de manera exquisita nos brinda su autor para incitarnos a jugar con él, mejor dicho, a planear el juego, lo que implica un componente de deseo que, a pesar de los modos primerizos (da principianti) de su expresión, informa el poema. Sentimos latir (pulsare) el corazón del barrio en « Hermana Marica », con sus escolares endomingados (vestiti a festa), sus pequeños comerciantes (« mi tía la ollera » ; « Barbola, la hija / de la panadera »), su iglesia y su pequeña plaza donde los niños vienen a jugar : los muchachos cabalgando sobre cañas con cabeza de caballo, las niñas acunando (cullando) a sus muñecas o cantando al son de las castañuelas (nacchere). [...] El lector moderno queda prendado (impegnato) sobre todo de la gracia y frescura del romance, al que puede considerarse como uno de los primeros intentos conocidos de « literatura infantil », ya que se esfuerza verdaderamente en mostrarnos el mundo tal como lo ven los niños. Mañana es fiesta y seremos felices ; así de sencillo. Este es el postulado gozoso de que parte el romancillo, proyectando una cascada de juegos compartidos. Libertad, propuesta ilusionada, connivencia, cotidianeidad gozosa, excepción : se articulan en la enumeratio y en la accumulatio lo excepcional, propio de la fiesta, con la alegría y la abundancia sencilla de los placeres conocidos y renovados con cierta frecuencia. La naturaleza roza (sfiora) lo indecible, como siempre cuando lo poético es excepcional. La dimensión lúdica de la composición no es sino la otra cara de la polifacética moneda poética de un apasionado por la forma, por el gozo casi físico de la forma. La elección versal, el hexasílabo, supone una opción por lo humilde y por la viveza rítmica de una repetición cuyo sabor popular fabricado, cuyo desenfado, es el fruto del minucioso trabajo gongorino por crear ligereza domeñada y jocosa. Se trata de un romancillo, es decir, una opción tradicional aún más cantarina que la que hubiese permitido el romance octosilábico.

El primer verso está invadido por el apóstrofe cómplice : « Hermana Marica » es la destinataria del poema y es, a la vez, la compañera de los juegos soñados, su protagonista al lado del yo poemático, disfrazado de (nei panni di)niño. « Hermana » implica fraternidad sabida, consabida y deseada. La asonancia en –a llena de dulce femineidad el arranque (inizio) de la composición. La voz poemática, que servirá de eje estructurador del discursilllo, impregnado de emoción inscrita en la pura descripción de las cosas, en su pura dicción, se dirige a su amiga para hacerla sabedora del hermoso proyecto. La emoción lírica pero desenfadada (distratta) que transparece en los versos breves se inscribe en la rapidez narrativa que va componiendo el futuro cuadro lúdico. Esos brochazos (pennellate) no son sino una manifestación clara de la conocida técnica de la parataxis (period costituito solo da frasi principali) en que la somera yuxtaposición de elementos termina por componer el todo de la representación.

¿Y por qué Marica ? Esta Marica es a modo de personaje folklórico. Es objeto de un buen número de romances.

Marica es una figura llena de ligereza implícita que se combina con lo infantil, gracias a su caracterización difusa de niña algo crecidita, como la imaginamos por los juegos descritos, sobre todo los últimos. No olvidemos el tipo de romance que el propio Góngora dice estar escribiendo : « burlesco », con la dificultad clasificativa que las categorías burlesco y satírico plantean. La elección del nombre de Marica da un tono picaruelo a la composición que se quiere infantil, pero que terminará con la alusión a unos juegos, « las bellaquerías detrás de la puerta. La destinataria, Marica, y el yo narrativo y dulcemente lírico, se aúnan en un « nosotros » protagonista de la lista de actividades lúdicas con las que ese mismo yo disfrazado de niño sueña ; y todo

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