INTELIGENCIA SOCIAL
Ebsira7512 de Marzo de 2014
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Daniel Goleman, psicólogo de la Universidad de Harvard y articulista del New York Times, publicó en 1995 Inteligencia emocional, en donde hablaba sobre la habilidad humana de lidiar con nuestras emociones para entablar relaciones positivas. Ahora da un paso más en Inteligencia social, donde amplía sus estudios sobre la habilidad humana de conectarse con los demás.
Todos sabemos que los seres humanos tenemos (más o menos) la capacidad de relacionarnos de una manera profunda y directa. Esta capacidad se expresa, por ejemplo, cuando un músico emociona a su público. Para lograr esto, la persona tiene que sentir y estimular las reacciones y el humor de los demás.
Lo cierto es que estamos predispuestos a relacionarnos. La neurociencia ha descubierto que nuestro cerebro está diseñado para que seamos sociables. Esta es la razón por la que siempre influimos en la mente (y en el cuerpo) de los demás, al igual que los demás influyen en nosotros.
Ignoramos los efectos de la conexión y desconexión provocada por las alternativas que nos proporcionan las nuevas tecnologías. Pero todos estos rasgos indican un progresivo debilitamiento de las oportunidades de conexión.
El avance inexorable de la tecnología es tan insidioso que nadie ha calculado todavía sus costes emocionales y sociales. El cerebro social consiste en el conjunto de los mecanismos neuronales que orquestan nuestras interacciones la suma de nuestros pensamientos y sentimientos sobre las personas y nuestras relaciones. Los datos más novedosos y reveladores al respecto indican que el cerebro social tal vez sea el único sistema biológico de nuestro cuerpo que nos conecta con los demás y se ve, a su vez, influido por su estado interno.
La neurociencia Social
El cerebro social, es decir, de los circuitos neuronales que operan mientras estamos relacionándonos. Ninguno de ellos, aisladamente considerado, nos cuenta la historia completa pero, cuando los contemplamos en conjunto, esbozan el perfil distintivo de una nueva disciplina.
La neuroplasticidad del cerebro también explica el papel que desempeñan las relaciones sociales en la remodelación de nuestro cerebro, lo que significa que las experiencias repetidas van esculpiendo su forma, su tamaño y el número de neuronas y de conexiones sinápticas. De este modo, la reiteración de un determinado registro permite que nuestras relaciones claves vayan moldeando gradualmente determinados circuitos neuronales, estos nuevos hallazgos ponen de relieve el impacto sutil y poderoso que sobre nosotros tienen las relaciones. Y aunque estas novedades puedan resultar desagradables, en el caso de que tiendan hacia lo negativo, también implican que el mundo social constituye, en cualquier momento de nuestra vida, una oportunidad de curación.
La receptividad social del cerebro nos obliga a ser sabios y a entender no sólo el modo en que los demás influyen y moldean nuestro estado de ánimo y nuestra biología, sino también el modo en que nosotros influimos en ellos.
Una de las historias que se encuentran en este libro, es donde un hombre desesperado por no llegar tarde, entra a una zona que esta restringida, un guardia se da cuenta de aquel hombre que esta entrando y le dice que no puede entrar que es propiedad privada, el señor le dice que pues debería de haber un letrero que dijera que es prohibido el guardia se enoja y le grita que se largué.
Cuando una persona vomita sobre otra sus sentimientos negativos mediante explosiones de ira, amenazas u otras muestras de indignación o desprecio activa en ella los mismos circuitos por los que discurren estas inquietantes emociones, un hecho cuya consecuencia neurológica consiste en el contagio de esas mismas emociones. Porque hay que decir que las emociones intensas constituyen el equivalente neuronal de un resfriado y se contagian
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