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Identidad

rivelino7 de Abril de 2014

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Todos ellos aman de corazón a Jehová, y este ha tenido a bien darles la oportunidad de entablar amistad con él. “Nadie puede venir a mí —afirmó el Hijo de Dios— a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga.” (Juan 6:37, 44, 65.)

En primer lugar incluye un profundo agradecimiento por ser parte del pueblo de Jehová y contar con Su bendición y aprobación. Dios no tiene ninguna duda sobre quiénes son los suyos. El apóstol Pablo, que vivió en una época de gran confusión religiosa, escribió: “Jehová conoce a los que le pertenecen” (2 Timoteo 2:19;

Conocemos muy bien el abismo que separa al cristianismo del mundo alejado de Dios. Jehová no deja lugar a dudas al establecer la diferencia entre la adoración verdadera y la falsa. De hecho, declaró mediante su profeta Malaquías: “Ustedes ciertamente verán de nuevo la distinción entre uno justo y uno inicuo, entre uno que sirve a Dios y uno que no le ha servido” (Malaquías 3:18).

Los auténticos siervos de Jehová también sabemos lo que no somos. No somos “parte del mundo”, tal como tampoco lo fue nuestro Caudillo, Jesucristo (Juan 17:16). Permanecemos separados de “las naciones”, las cuales “mentalmente se hallan en oscuridad, y alejadas de la vida que pertenece a Dios” (Efesios 4:17, 18). En consecuencia, repudiamos “la impiedad y los deseos mundanos” y vivimos “con buen juicio y justicia y devoción piadosa en medio de este sistema de cosas actual” (Tito 2:12).

los cristianos hemos de tener un concepto claro de quiénes somos y estar moderadamente orgullosos de ello. A los siervos de Jehová y discípulos de Cristo, la Biblia nos identifica como “testigos” de Jehová y “colaboradores de Dios” en la predicación de las “buenas nuevas” (Isaías 43:10; 1 Corintios 3:9; Mateo 24:14). Los verdaderos cristianos nos ‘amamos unos a otros’ (Juan 13:34). “Mediante el uso” tenemos las “facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto” (Hebreos 5:14). Somos “iluminadores en el mundo” (Filipenses 2:15). Y, además, procuramos ‘mantener una conducta excelente entre las naciones’ (1 Pedro 2:12; 2 Pedro 3:11, 14).

¿No es verdad que nos deleita ser parte de un pueblo que goza de la aprobación y bendición de Jehová? Con todo, supone un desafío conservar una marcada identidad cristiana en estos “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1). Es especialmente así en el caso de los jóvenes criados en familias cristianas. Uno de ellos admite: “Asistía a las reuniones, pero no tenía ninguna meta espiritual definida y, francamente, tampoco sentía un deseo claro de servir a Jehová”.

3 Aunque quieren agradar a Dios, algunos jóvenes pudieran desviarse debido a la intensa presión de grupo, las influencias del mundo y la tendencia al pecado. Y es que cuando soportamos presión, corremos el peligro de perder gradualmente nuestra identidad cristiana. Por ejemplo, mucha gente piensa que los valores morales basados en la Biblia están anticuados o no se adaptan a la sociedad actual (1 Pedro 4:4). Hay quien dice que no es preciso adorar a Dios tal como él manda (Juan 4:24). En la carta a los Efesios, Pablo menciona que el mundo posee un “espíritu”, es decir, una actitud predominante (Efesios 2:2). Tal espíritu ejerce presión en la gente para que adopte la mentalidad de una sociedad que no conoce a Jehová.

En la Biblia se utiliza la ropa, algo que está a la vista, como ejemplo de nuestra clara identidad cristiana. Tocante a nuestros tiempos, Jesús advirtió: “¡Mira! Vengo como ladrón. Feliz es el que se mantiene despierto y guarda sus prendas de vestir exteriores, para que no ande desnudo y la gente mire su vergüenza” (Revelación 16:15). No queremos despojarnos de nuestras cualidades cristianas y normas de conducta ni permitir

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