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Imperialismo

mfgtt24 de Abril de 2013

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El Imperialismo del Siglo XXI

El resurgimiento de la teoría del imperialismo está modificando el análisis de la globalización. Esta concepción explica la polarización mundial de ingresospor la transferencia sistemática de recursos de los países periféricos hacia los capitalistas del centro. Esta asimetría acentúa la dependencia y provoca agudas crisis en Latinoamérica, que se profundizarán si se consuma el proyecto del ALCA. El correlato político de esta iniciativa es un proceso de recolonización política y su consecuencia militar es la intervención más abierta del gendarme norteamericano. La dominación imperialista no es una fatalidad, ni obedece a una superioridad cultural de los países avanzados.

La mayor asociación entre las clases dominantes del centro y la periferia coexiste con la profundización de la brecha entre ambas regiones. Esta fractura desmiente la existencia de un proceso de transnacionalización uniforme. La incapacidad de las burguesías del Tercer Mundo para erigir sistemas capitalistas prósperos no puede ser corregida por otros grupos sociales.

Un segundo aspecto de la teoría del imperialismo esclarece las relaciones prevalecientes entre las potencias en cada etapa del capitalismo. Existe un intenso debate sobre la evolución contemporánea de estas vinculaciones. La tesis de la concurrencia interimperialista refuta los mitos neoliberales de la globalización, pero no explica las razones que inhiben la confrontación bélica entre estados rivales. El enfoque transnacionalista registra la creciente integración de capitales, pero desconoce que la competencia continúa mediada por las clases y los estados nacionales. Esta omisión adopta formas extremas en la teoría del Imperio de A. Negri. La visión superimperialista constata la evidente hegemonía norteamericana, pero desconoce que este liderazgo no ha creado relaciones de dominación entre los países desarrollados comparables a las vigentes en la periferia.

Un enfoque adecuado del imperialismo contemporáneo requiere interpretar cómo se combinan las tendencias a la rivalidad, la integración y la hegemonía con las nuevas formas de funcionamiento del capitalismo. Las analogías corrientes con la decadencia romana oscurecen esta indagación.

Los antagonistas sociales y políticos del imperialismo están recobrando fuerzas en todo el mundo, a través de la protesta global, la recuperación de la clase obrera y las rebeliones en la periferia. Un proceso de maduración política socialista comienza a notarse en las discusiones sobre el internacionalismo, el programa antiimperialista, el carácter del estado y los sujetos de la transformación social.

EL IMPERIALISMO DEL SIGLO XXI.

Claudio Katz

El renovado interés que suscita el estudio del imperialismo está modificando el debate sobre la globalización, hasta ahora exclusivamente centrado en la crítica al neoliberalismo y el análisis de los rasgos novedosos de la mundialización. Una noción desarrollada por los teóricos marxistas de principios del siglo XX -que alcanzó gran difusión durante los 70- despierta nuevamente la atención de los investigadores, ante el agravamiento de la crisis social del Tercer Mundo, la multiplicación de conflictos bélicos y la competencia descarnada entre corporaciones.

El imperialismo es una noción que conceptualiza dos tipos de problemas.. Por un lado, las relaciones de dominación vigentes entre los capitalistas del centro y los pueblos periféricos y por otra parte, las vinculaciones prevalecientes entre las grandes potencias en cada etapa del capitalismo. ¿Qué actualidad presenta esta teoría? ¿En qué medida contribuye a esclarecer la realidad contemporánea?

UNA EXPLICACIÓN DE LA POLARIZACIÓN MUNDIAL.

La polarización mundial de los ingresos confirma la importancia de esta concepción en su primer sentido. Cuándo la fortuna de 3 multimillonarios sobrepasa el PBI de 48 naciones y cada cuatro segundos un individuo de la periferia muere de hambre, resulta difícil ocultar que el ensanchamiento de la brecha entre los países avanzados y subdesarrollados obedece a relaciones de opresión. Ya es indiscutible que esta asimetría no es un acontecimiento “pasajero”, ni será corregida por el “derrame” de los beneficios de la globalización. Los países periféricos no son sólo “perdedores” de la mundialización, sino que soportan una intensificación de las transferencias de recursos que históricamente frustraron su crecimiento.

Este drenaje ha provocado la duplicación de la miseria extrema en las 49 naciones más empobrecidas y mayores deformaciones en la acumulación fragmentaria de los países dependientes semiindustrializados. En este segundo caso, la prosperidad de los sectores insertos en la división internacional del trabajo se consuma en desmedro de las actividades económicas destinadas a los mercados internos.

El análisis del imperialismo no ofrece una interpretación conspirativa del subdesarrollo, ni exculpa a los gobiernos locales de esta situación. Simplemente aporta una explicación de porqué la acumulación se polariza a escala mundial, reduciendo las posibilidades de nivelación entre economías disímiles. El margen de crecimiento acelerado que permitió en el siglo XIX a Alemania o Japón alcanzar el status de potencia que ya detentaban Francia o Gran Bretaña, no se encuentra hoy al alcance de Brasil, la India o Corea.

El mapa mundial ha quedado moldeado por una ”arquitectura estable” del centro y una “geografía variable” del subdesarrollo, dónde sólo caben modificaciones del status periférico de cada país dependiente .

La teoría del imperialismo atribuye estas asimetrías a la transferencia sistemática del valor creado en la periferia hacia los capitalistas del centro. Estas traslaciones se concretan a través del deterioro de los términos de intercambio comercial, la succión de recursos financieros y la remisión de utilidades industriales. El correlato político de este drenaje es la pérdida de autonomía política de las clases dominantes periféricas y la intervención militar creciente del gendarme norteamericano. Estos tres rasgos del imperialismo contemporáneo se observan con nitidez en la realidad latinoamericana.

LAS CONTRADICCIONES DE LAS ECONOMÍAS PERIFÉRICAS.

Desde la mitad de los 90 América Latina ha padecido las consecuencias del colapso de los “mercados emergentes”. La mayor parte de las naciones afectadas sufrieron agudas crisis, precedidas por la fuga de capitales y seguidas por devaluaciones que potenciaron la inflación y contrajeron el poder adquisitivo. Estos desplomes provocaron quiebras bancarias, cuyo socorro estatal agravó el agobio de la deuda pública, obstaculizó la aplicación de políticas reactivantes y acentuó la pérdida de soberanía monetaria y fiscal.

Estas crisis obedecen a la dominación imperialista y no exclusivamente a la instrumentación de políticas neoliberales, que también han prevalecido en los países centrales. Los desmoronamientos que soporta la periferia latinoamericana son muy superiores a los desequilibrios predominantes en Estados Unidos, Europa o Japón, porque están caracterizados por el derrumbe periódico de los precios de las materias primas exportadas, la periódica cesación de pagos de la deuda y la desarticulación de la industria local. La periferia es más vulnerable a las turbulencias financieras internacionales, porque su ciclo económico depende del nivel de actividad de las economías avanzadas. Además, el avance de la mundialización acentúa esta fragilidad, al profundizar la segmentación de la actividad industrial, la concentración del trabajo calificado en el centro y el ensanchamiento de los desniveles de consumo.

La dominación imperialista le permite a las economías desarrolladas transferir parte de sus propios desequilibrios a los países dependientes. Esta traslación explica el carácter asimétrico y no generalizado que presenta hasta el momento la recesión internacional en curso. Mientras que una crisis equivalente al 30 ya se ha registrado en la periferia, esta caída constituye sólo una eventualidad para el centro. Las mismas políticas de privatización no han producido tampoco descalabros semejantes en ambas regiones. El thatcherismo aumentó la pobreza en Gran Bretaña, pero ha desencadenado la desnutrición y la indigencia en la Argentina; el ensanchamiento de la brecha distributiva deterioró los salarios en Estados Unidos, pero desató la miseria y emigración masiva en México; la apertura comercial debilitó a la economía japonesa, pero condujo a la devastación de Ecuador. Estas diferencias responden al carácter estructuralmente central o periférico de cada país en el orden mundial.

La dependencia es una causa central de la gran regresión que soporta Latinoamérica desde mitad de los 90, luego del corto alivio que generó la afluencia de capitales de corto plazo. La región ha vuelto a la dramática situación de la “década pérdida” de los 80. El PBI regional se mantuvo estancado en 0,3% durante el año pasado y volverá a situarse en 0,5% en el 2002. Luego de cuatro años de salidas netas de capital, el ingreso de inversiones se ha estancado y la especialización productiva en actividades básicas afianza el deterioro comercial (las sumas remitidos por emigrantes en Estados Unidos ya superan en muchos países las divisas generadas por sus exportaciones). Cómo resultado de esta crisis, tan solo 20 de los 120 títulos de compañías latinoamericanas que se negociaban en las Bolsas mundiales hace una década continúan comercializándose en la actualidad.

La dominación imperialista es el origen de los grandes desequilibrios económicos

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