ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Impuesto Al Consumo

terryxd168 de Agosto de 2014

3.114 Palabras (13 Páginas)269 Visitas

Página 1 de 13

EL IMPUESTO AL CONSUMO: UNA CRITICA

La economía neoclásica mantiene desde hace mucho tiempo que, desde el punto de vista

fiscal, un impuesto a las ganancias es mejor que un impuesto específico al consumo ya

que, además de los ingresos obtenidos (aún asumiendo que sean iguales en ambos casos)

el impuesto al consumo distorsiona la asignación de recursos de las preferencias de los

consumidores.

Igual que en otros casos, cuando los economistas se apresuran a juzgar diversos cursos de

acción como “superiores” u “óptimos” debe señalarse que el supuesto ceteris paribus que

subyace en ese juicio -en este caso, por ejemplo, que el ingreso total es el mismo- no

siempre se mantiene en la vida real. Debemos comprender que la naturaleza misma de

específico impuesto puede conducir a que en última instancia un ingreso fiscal resulte

mayor o menor que otro. Supongamos, por ejemplo, que todos los impuestos que hoy

existen fueran abrogados y que la misma suma total a partir de ahora se recaude a través

de impuestos de capitación. Esto haría que cada persona de determinado país pague el

mismo impuesto para financiar el gobierno central, las provincias y los municipios. Esto

significaría desde luego que habría que dividir los ingresos fiscales totales por el número

de habitantes, por ejemplo, mayores de edad. Esto eventualmente podría arrojar una cifra

sencillamente imposible de pagar. Por tanto, el economista no puede decir que el

impuesto a la renta o, a los efectos, cualquier otro impuesto, es mejor que otro desde el

punto de vista del contribuyente puesto que el ingreso fiscal total es muchas veces una

función del tipo de impuesto de que se trate. También debe incluirse en este análisis que

el economista no puede desconocer que cuando se habla desde el punto de vista del

contribuyente se debe de tener en cuenta las estructuras subjetivas de valoración. Incluso

si el ingreso total que debe pagar el contribuyente resulta ser lo mismo en el caso del

impuesto A y en el caso del impuesto B puede, aun en ese caso, tener una apreciación

muy distinta respecto de cada uno de los dos impuestos. Debe tenerse presente que los

impuestos a las ganancias se recaudan a través de un examen de virtualmente todos los

aspectos privados del contribuyente. Cada contribuyente está obligado por ley a tener

comprobantes de sus ingresos y deducciones y llenar una serie de planillas y responder

diversas preguntas.

Formas del impuesto al consumo

No es nuevo el debate por parte de los economistas acerca de si es mejor un impuesto al consumo o un impuesto a las ganancias. Antes de entrar al segundo paso de nuestro análisis, es decir una crítica del impuesto al consumo como sustituto del impuesto a las ganancias, debe señalarse que muchas de las propuestas significan agregar nuevos impuestos al consumo a la ya muy complicada estructura fiscal. En otros términos, alobservar que los niveles del impuesto a las ganancias han llegado a límites difíciles de sobrepasar, algunos economistas proponen agregar nuevos impuestos al consumo.

Pero empecemos ahora analizando el impuesto al consumo como si la propuesta

consistiera en sustituirla por el impuesto a las ganancias, manteniendo, claro está el

ingreso fiscal en el mismo nivel. Esto fue originalmente propuesto por Irving Fisher(1).

En esta propuesta habría una tasa a las ganancias a las cuales habría que deducir su

consumo neto. A este mecanismo complicado inventado por Fisher debe agregarse el

impuesto al valor agregado. En este caso, en lugar de cada individuo, cada empresa

estaría sujeta al seguimiento burocrático ya que cada una debería declarar su ingreso y

sus gastos pagando cierto impuesto al ingreso neto o agregado. Esto produciría una

malasignación de los recursos ya que, por ejemplo, habría un fuerte incentivo para la

integración vertical dado que cuanto menos transacciones comerciales tengan lugar,

menor serán las veces que repercuta el impuesto. También como ha sucedido en distintos

lugares donde se aplica el impuesto al valor agregado aparecen incentivos de facturas que

no corresponden a transacciones reales al efecto de inflar los gastos y así reducir el valor

agregado. A mi juicio, manteniendo los demás factores constantes, un impuesto a las

ventas es más simple y distorsiona menos los precios relativos que el impuesto al valor

agregado. Un tercer tipo de impuesto al consumo sería un impuesto concentrado en las

ventas minoristas que es en última instancia una variante del impuesto a las ventas. Los

impuestos de este tipo tienen la ventaja, sobre el impuesto a las ganancias y el impuesto

al valor agregado, de que las intromisiones gubernamentales resultan menores.

Analicemos los méritos o deméritos de un impuesto al consumo frente a un impuesto a

las ganancias, dejando por ahora de lado el asunto de la interferencia burocrática. El

impuesto a las ganancias se basa en el principio de la habilidad o la capacidad de pago. El

impuesto al consumo, por otra parte, grava una manifestación indirecta de la capacidad

contributiva.

Proporcionalidad y progresividad

Una de las supuestas virtudes del impuesto al consumo es que el impuesto a las ganancias

es generalmente progresivo mientras que el impuesto al consumo es proporcional. En

primer lugar, tengamos en cuenta que, por ejemplo, el impuesto al consumo que concibió

Fisher es progresivo.

Pero tenemos que analizar si la progresividad realmente es el problema. Tomemos dos individuos. Uno que gana $10.000 al año y el otro $100.000. Tomemos dos sistemas alternativos de impuestos: uno proporcional y el otro progresivo. En el sistema progresivo, nuestro caso, las tasas van del 1 al 15%. Supongamos ahora que el sistema proporcional sea del 30%. Esto quiere decir que en el sistema progresivo la persona de más bajos ingresos pagaría $100 al año y el más rico $15.000. Sin embargo, en el sistema proporcional el de más bajos ingresos pagaría $3.000 en lugar de $100 mientras que el más rico pagaría $30.000 en lugar de $15.000. Desde luego que el estado gasta siempre los ingresos que recibe en diversos grupos y siempre hay así subsidios cruzados puesto que el que recibe fondos del gobierno de una u otra manera no necesariamente coincide con lo que pagó y, debe notarse que tampoco hay aquí ventajas netas de un grupo patrimonial frente a otro(2). En última instancia, hay dos grupos antagónicos que se crean como lo ha señalado Calhoun(3). Se trata de los contribuyentes netos y de los que consuman el fruto de los impuestos.

El problema del impuesto al ahorro

El argumento mayor por el cual se sostiene que debe reemplazarse el impuesto a las

ganancias por un impuesto al consumo consiste en sostener que los ahorros ya no estarían

sujetos al impuesto. Un impuesto al consumo, se dice, gravaría, como su nombre lo

indica, al consumo y no al ahorro. Este es un punto de gran importancia puesto que en no

pocos casos es también sostenido por economistas que adhieren al mercado libre

(especialmente los “supply-siders”), lo cual sorprende vivamente.

Los consumidores en el proceso de mercado deciden cómo distribuir sus ingresos entre

consumo y ahorro. Esta proporción de consumo respecto del ahorro, tal como la Escuela

Austríaca nos enseña, está a su vez determinado por la preferencia temporal de cada uno,

esto es, la forma en que prefiere bienes presentes respecto de bienes futuros. Cada

persona está continuamente asignando su ingreso entre consumo presente y consumo

futuro y, como queda dicho, cada uno lo hace en base a su preferencia temporal. Por

tanto, decir que el consumo debe ser gravado y no el ahorro resulta necesariamente

contrario a las preferencias voluntarias y a las elecciones de las personas en el mercado.

Por lo tanto, carece de sentido sostener que se ahorra “poco” o se consume “mucho” y

que, por tanto, los impuestos al ahorro deben removerse y toda la presión fiscal debe

recaer al consumo. Queda claro que proceder en esta dirección altera las manifestaciones

de los consumidores. En resumen, no hay criterio para establecer lo que es “muy bajo” o

“muy alto” ya sea en el consumo o en el ahorro ya que, por definición, la distribución

óptima la hace el consumidor. Los “supply-siders” se consideran herederos de Adam

Smith y, en cierto sentido, pueden tener razón ya que este autor ha escrito algunos

párrafos muy controvertidos sobre el impuesto a “los bienes de lujo” y las “leyes sobre la

usura”, lo cual cambia las posiciones relativas de consumo y ahorro de un modo

artificial(4).

En realidad, como es sabido, todo ahorro se dirige a mayor consumo en el futuro. Un

consumo presente potencial se deja de lado al efecto de obtener un aumento en el

consumo futuro(5). Es cierto que el ahorro conduce a un aumento en la oferta de los

bienes de consumo en el futuro. Ese es el motivo precisamente por el cual la gente ahorra

pero, aunque esta situación es sabida, ¿por qué el consumidor no ahorra todo su ingreso?

Claramente es debido a que la preferencia temporal del presente frente al futuro está

indicando cuál es la distribución adecuada.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (20 Kb)
Leer 12 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com