LA EXPRESIÓN ESCRITA.
Sonia Porto MillorApuntes26 de Febrero de 2017
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LA EXPRESIÓN ESCRITA
Las dificultades que pueden tener nuestros alumnos en Lectoescritura, es decir, a la hora de escribir textos y de leerlos, tienen su origen en el método utilizado tanto por nosotros mismos como por los propios autores, las publicaciones, etc. Habitualmente se admitía que la redacción de textos estaba relacionada con el mundo del arte y la literatura y solo se creía que esos textos elegantes y delicados estaban destinados a ser redactados por profesores de Lengua Castellana y Literatura.
Hoy en día, nuestros alumnos se encuentran en su día a día con textos de diferente dificultad lo que hace que para ellos suponga una tarea ardua y con obstáculos a la hora de su comprensión. Los escritos con los que a diario se encuentran tienen predominio de la función referencial: las noticias de los periódicos, los libros de texto, las enciclopedias, los diccionarios…
Según Richaudeau (1976) hay cuatro factores fundamentales para tener una buena comunicación: la originalidad, el deseo, la legibilidad y el talento.
Los textos que le presentamos a nuestros alumnos deberán ser legibles, es decir, con mensajes fáciles o cómodos a la hora de leerlos, tanto en la exposición como en la manera de estar escritos. Tanto la legibilidad como el deso y curiosidad deben estar interrelacionados con la empatía que presentan entre el emisor y el receptor, ya que si entre ellos no hay un acercamiento no se produce comunicación.
La escritura está íntimamente relacionada con la lectura. Sin memoria no hay comunicación. Según los psicólogos, todos tenemos dos tipos de memoria: la memoria inmediata y la memoria a medio y largo plazo. En la lectura utilizamos ambas. Primeramente utilizamos la memoria inmediata que es la encargada de retener un cierto número de palabras. Esta información la envía a la memoria a medio y largo plazo; luego la memoria inmediata borra el primer esquema y vuelve a enviar a la memoria a medio y largo plazo otra secuencia y así sucesivamente.
Los estudiantes de hoy y nosotros mismos a la hora de leer retenemos un número ideal de palabras. Según Richaudeau (1973), 16 palabras para un lector medianamente culto y 22,5 para el culto. Además si estas palabras que componen las frases se suceden linealmente, las ideas también lo van a estar. Esto es lo que se llama recursivas a la derecha.
En el proceso de comunicación nos encontramos con ruidos y redundancias. Estas son muy útiles para poder descifrar cualquier información, ya que si son demasiados densos es muy difícil poder recibirla y comprenderla. Dentro de estas redundancias nos encontramos las repeticiones, las sustituciones sinonímicas y los pronombres. También nos encontramos las paráfrasis y la reescritura de textos.
En mi opinión creo que para que nuestros alumnos se muestren atraídos por la lectura éstos deben ser claros e inteligibles, es decir, el vocabulario utilizado debe ser entendido por los receptores a los que va dirigido sino éstos pierden el interés por la lectura. Es cierto que nuestra lengua tiene un vocabulario teóricamente ilimitado que conocemos de forma muy parcial. Normalmente utilizamos aquellas que son más habituales y necesarias y varían según la edad, el status, la formación de los individuos.
La intención de los textos debe ser amplia y heterogénea, clara y precisa. Debemos procurar que todos los textos que les mostremos sean adecuados al grupo humano al que va destinado. Para que nuestros alumnos se interesen más por la lectura debemos presentarles textos adecuados a su edad aunque sean textos especializados. Trataremos de definirles aquellas palabras que no entiendan su significado. Con frases breves y simples y a ser posibles evitar las ambigüedades que provoquen que el alumno pierda el interés por lo que lea.
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