LA PRÁCTICA REFLEXIVA, CLAVE DE LA PROFESIONALIZACION.
iezmin16 de Octubre de 2014
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1. Profesionalización, una expresión ambigua.
En una primera época, la formación se centraba básicamente en el dominio de los saberes que había que transmitir.
Según el nivel de enseñanza, se conceda importancia al dominio teórico y práctico de los procesos de enseñanza y de aprendizaje en el sentido de una formación verdaderamente profesional.
Todas las profesiones son oficios, mientras que no todos los oficios son profesiones. Profesión son aquellos en los que no es posible dictar a quienes lo ejercen, sus procedimientos de trabajo y sus decisiones. Está gobernada por objetivos y una ética.
Un profesional aísla el problema, lo plantea, concibe y elabora una solución y asegura su aplicación. La resolución de un problema sería imposible sin un saber amplio, saber académico, saber especializado y saber experto. Un profesional conserva la teoría, los métodos más probados. La competencia profesional es la capacidad de gestionar el desajuste entre el trabajo prescrito y el real.
Para evolucionar a la profesionalización de su oficio, haría falta que los enseñantes asumieran riesgos y dejaran de protegerse detrás del sistema, de los programas y de los textos para escoger sus estrategias didácticas, sus procedimientos y modalidades de evaluación, construir y actualizar las competencias necesarias para el ejercicio.
La formación inicial y permanente, se muestra como uno de los trampolines que permiten elevar el nivel de competencia de los practicantes para transformar su identidad, su relación con el saber, el aprendizaje, los programas, su visión de la cooperación y de la autoridad.
2. El practicante reflexivo: un paradigma integrador y abierto.
Todo el mundo reflexiona en o sobre la acción. Para dirigirse a una verdadera practica reflexiva, es necesario que se convierta en algo casi permanente y se inscriba dentro de una relación analítica con la acción.
Su relación con los conocimientos científicos como bases de la acción profesional es muy diferente de lo que observamos en ingeniería o medicina. Los problemas que trata un profesional no están en los libros y no pueden resolverse únicamente con la ayuda de los conocimientos teóricos y sobre los procedimientos ensenados.
La referencia al practicante reflexivo se presenta como una forma de realismo y de humildad: los conocimientos por la investigación son necesarios pero no suficientes. En algunos oficios considerados como profesiones, la referencia al practicante reflexivo es una forma de rehabilitación de la intuición de la inteligencia práctica, así como su reintegración en el núcleo de la competencia profesional. En Educación, el practicante reflexivo es más bien el símbolo de un acceso deseado al estatus de profesión de pleno derecho, que todavía no está socialmente reconocido en el oficio de enseñante.
3. Formar a un principiante reflexivo.
La orientación hacia la práctica reflexiva podría suponer una forma original de aunar los objetivos ambiciosos: y la toma de conciencia de la realidad. Formar a buenos principiantes es. Precisamente, formar de entrada a gente capaz de evolucionar, de aprender con la experiencia, que sean capaces de reflexionar sobre lo que querían hacer, sobre lo que realmente han hecho y sobre el resultado de ello la formación inicial tiene que preparar al futuro enseñante a reflexionar sobre su práctica, centrarse en determinados temas, establecer modelos, ejercer la capacidad de observación, de análisis, de metacognición y de metacomunicación. El reto estriba en proporcionar a la vez actitudes, habitlls. Saber hacer, en el método y en las posturas reflexivas.
4. Guiar el análisis de la práctica en formación continua.
La formación continua tenía -y sigue teniendo- como objetivo atenuar el desfase entre
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