LAFIEBRE DEL ORO
yryryTesis5 de Noviembre de 2012
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CAPITULOI:
LAFIEBRE DEL ORO
El signo de la cruz en las empuñaduras de las espadas
Cuando Cristóbal Colon decidió atravesar los grandes espacios vacíos al oeste de la Ecúmene, había aceptado el desafió de las leyendas. Tempestades terribles jugarían con sus naves, como si fueran cáscaras de nuez, y las arrojarían a las bocas de los monstruos. Solo faltaban mil años para que los fuegos purificadores del juicio final arrasaran el mundo, según creían los hombres del siglo XV, y el mundo era entonces el mar Mediterráneo con sus costas de ambigua proyecciones hacia África y Oriente.
América no solo carecía de nombre. Los noruegos no sabían que la habían descubierto hacia largo tiempo, el propio colon murió, después de sus viajes, todavía convencido de que había llegado al Asia por la espalda. En 1492, cuando la bota española se clavo por primera vez en las arenas de las Bahamas, el Almirante creyó que estas islas eran una avanzada de Japón.
España vivía el tiempo de la reconquista. 1492 no fue solo el año del descubrimiento de América, el nuevo mundo nacido de aquella equivocación de consecuencias grandiosas. Fernando de Aragón e Isabel de Castilla abatieron a comienzos de 1492 el último reducto de la religión musulmana en suelo español. Había costado casi ocho siglos recobrar lo que se había perdido en siete años, y la guerra de la reconquista había agotado el tesoro real. Tres años después del descubrimiento, Cristóbal Colon dirigió en persona la campaña militar contra los indígenas de la dominicana.
Colon quedo deslumbrado, cuando alcanzo el atolón de San Salvador, por la colorida transparencia del Caribe, el paisaje Verde, la dulzura y la limpieza del aire, los pájaros esplendidos y los mancebos. A los indígenas les mostró las espadas. Ellos no las conocían, las tomaban por el filo y se cortaban. Mientras tanto el Almirante buscaba oro y vide que algunos de los indígenas traían un pedazo colgado en un agujero que tenían en la nariz y por señas pudo entender que yendo al sur o volviendo a la isla por el sur, había un rey que habitaba allí que tenia grandes vasos dello y tenia mucho oro. En su tercer viaje Colón seguía creyendo que andaba por el mar de China cuando entro en las costas de Venezuela.
Retornaban los dioses con las armas secretas
A su paso por Tenerife, durante su primer viaje, había presenciado Colon una formidable erupción volcánica. Fue como un presagio de todo lo que vendría después en las inmensas tierras nuevas iban a interrumpir la ruta occidental hacia el Asia. América estaba allí, la conquista se extendió, en oleadas, como una mareada furiosa. Las bulas del Papa habían hecho una apostólica concesión del África a la corona del Portugal, y a la corona de Castilla habían otorgado las tierras “desconocidas”: América había sido donada a la reina Isabel.
El tratado de Tordesillas, suscrito en 1493, permitió a Portugal ocupar territorios más allá de la línea divisora trazada por el Papa, y en 1530 Marín Alfonso de Sousa fundo las primeras poblaciones portuguesas en Brasil, expulsando a los franceses. En 1513, el Pacifico resplandecía ante los ojos de Vasco Núñez de Balboa; en el otoño de 1522, retornaban a España los sobrevivientes de la expedición de Hernando de Magallanes que habían unido por primera vez ambos océanos.
Había de todo entre los indígenas de América: astrónomos y caníbales, ingenieros y salvajes de la edad de piedra. Pero ninguna de las culturas nativas conocía el hierro ni el arado, ni el vidrio ni la pólvora, ni empleaba la rueda.
Los indígenas fueron, al principio, derrotados por el asombro: por todas partes venían envueltos sus cuerpos, solamente aparecen sus caras. Tenían caras blancas como si fueran cal. Tiene el cabello amarillento aunque
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